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Jalan jalan. Una lectura del mundo, del escritor portugués Afonso Cruz

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Jalan jalan. Una lectura del mundo puede mirarse como una crónica de viajes, una serie de cuentos cortos o un tratado de filosofía, lo que quiera el lector. Cada historia revela ideas sobre la vida, lo que vemos en el mundo, en nosotros mismos, en los otros.


Afonso Cruz no pretende mostrarnos la manera correcta de vivir, sino los paisajes de la vida, la mirada de los otros, su perspectiva y los diferentes ángulos de la realidad permitiéndonos acompañarlo en sus vivencias en múltiples lugares como La Paz, Berlín, Bali, Cartagena y muchos otros lugares apartados y mágicos. A veces nos cuenta cómo o por qué llega a allí, a veces no, y en realidad no importa; lo importante es lo que ve en las calles, en los restaurantes o bajo el cielo, y lo que encuentra en las personas.

Jalan jalan ganó por decisión unánime la 2ª edición del Gran Premio de Literatura de Viajes Maria Ondina Braga, otorgado por la Asociación Portuguesa de Escritores.


Prefacio

El viaje es un puente hacia lo desconocido. Un encuentro con la mirada foránea, una mirada en la que, a final de cuentas, brilla el mismo anhelo y es nublada por los mismos miedos que nuestra propia mirada… Por un instante, es como si fuéramos nosotros mismos, del otro lado del espejo. Viajar abre en nosotros un pozo profundo. Si, por un lado, la profundidad que rezuma de la magnitud de esa soledad amplifica la intensidad de nuestra percepción, por el otro, aumenta la dimensión del “equipaje” interno que traemos a la vuelta del viaje. El regreso de este viajar, de este jalan jalan, es como bañarnos en una cascada por la cual se derrama una cornucopia de sensaciones y de saberes multicolores, de preguntas que nos despiertan y clarividencias que nos hacen presentir armonías con otras dimensiones.

El estado de disponibilidad intrínseca, que en este libro se describe como un “regreso a la infancia” y como una manera de alcanzar la madurez, es una forma de viajar despojada de preconceptos y, al mismo tiempo, plena, entera. Para ello, es preciso ser capaz de un desposeimiento completo, prerrogativa de los grandes viajeros… Más que la mirada, es la visión lúcida y fecunda de humanidad lo que hace de Afonso Cruz un viajero de largo aliento.

Afonso Cruz, escritor portugués
Afonso Cruz, escritor portugués

En hindi, safarnama significa escribir sobre viajes. La pulsión del viaje está íntimamente ligada con lo que más define al ser humano, la curiosidad y la búsqueda de sí mismo. Viajar es llevar nuestra soledad a pasear, pero es, también, insuflar nuestro mundo con nuevos mundos.

Si es verdad que el viaje tiene una conexión profunda con el día del regreso, el retorno nunca es una línea que se cierra con lo que fue.

Este espiral de la conciencia puede resultar de recorrer muchos caminos y de la inmersión en otras culturas, pero también puede provenir de la exploración de zonas “en blanco” de nuestro mapa interior, un navegar por distintos estados del alma. Me acuerdo de un gran periplo estático, patente en Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre.

No obstante, la exégesis de esta obra se encuentra mucho más allá de un libro de viajes. Aquí hay todo un debate cosmogónico, una crítica vibrátil del saber establecido, que bien puede ayudar a reconstruirlo de forma más sólida o bien puede hacerlo vacilar de forma peligrosa.

Este libro es una invitación a pensarnos desde nuestra propia cabeza, a evaluar la solidez de los argumentos que sustentan mucho de lo que es considerado “de piedra”. La obra resulta de una frescura y de una pertinencia avasalladoras en una época en que el mundo enfrenta aguas revueltas y sombrías. La importancia del individuo en la acreditación del saber y la apelación a su coraje para comprenderlo todo, constituyen un ejercicio de ciudadanía y un retorno a la matriz más pura de la democracia. Claro está que cuesta entender el entrecruzamiento del espacio-tiempo del cosmos, nos aterroriza perdernos en la noción de causalidad de la mecánica cuántica o nos desorienta la forma diferente en que se expande el tiempo en diversos sistemas, pero “es por la herida por donde entra la luz”.

Si el enfoque universalista de este libro es testimonio de la naturaleza múltiple y compleja del autor, este viaje, de la mano de Afonso Cruz, brinda también la posibilidad del encuentro con almas bellas, como Rumi, Tanizaki, Borges y muchas, muchas otras, y con las perlas de pensamiento, poesía, humanidad… que la sensibilidad o la argucia del escritor desentrañaron y que él nos ofrece como especias que nos van a ayudar a potenciar y a saborear la andadura de nuestra propia vida.

Cuántas veces nos sentimos embotados por la previsibilidad y por la rutina, fruto de la letargia que se abate sobre el sedentario. Viajar requiere que todos los sentidos están alerta; salir de la zona de confort conduce al despertar de la conciencia. La vorágine de la vida y la monotonía del goteo del tiempo pueden difuminar la unicidad de nuestra existencia en medio del rebaño, atenuar nuestra singularidad en el universo. Es preciso desarraigarnos y soltar nuestras amarras, sentir de nuevo el abismo de nuestra soledad, gritar nuestra unidad e indivisibilidad y seguir el viento… en resumen, existir. Es esta invitación a la vida la que resuena en todo este libro.

Caminar, caminar sin fin, puede conducir al trance del viaje. Los bosquimanos del Kalahari experimentan estados alterados de conciencia por causa de las grandes caminatas que emprenden. Romeros y peregrinos también relatan el éxtasis que a menudo alcanzan a lo largo de sus extensos recorridos. Es bien conocido el antiguo adagio iniciático de que “el camino se hace al andar”. También recuerdo otro adagio, esta vez de san Agustín: “No hagas demasiados planes para la vida, porque puedes echar a perder los planes que la vida tiene para ti”. Aquí casi podemos entrever al mundano Sancho Panza y al etéreo don Quijote caminando hacia la posada en medio de una fuerte tormenta. A las repetidas quejas del fiel escudero, replicó. Don Quijote: “Sancho, lo importante no es llegar a la posada… lo importante es estar en camino a la posada”.

Tal como yo lo entiendo, el día más importante del viaje es el día de la llegada. En mis viajes, tengo el hábito de enviarme a mí mismo en el último día una tarjeta postal que invariablemente comienza con un “Hola, yo…”, tal vez para que el yo que era yo antes pueda integrarse al yo transformado que regresa.

Este libro está hecho de una serie de relatos y de textos que se cruzan y se interpenetran; su concepto de identidad nos remite a una de las ciudades descritas por Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles.

En aquella ciudad, los habitantes, en las idas y vueltas de sus quehaceres cotidianos, iban desenrollando una madeja de hilos de lana y cada vez que se cruzaban con alguien también cruzaban los hilos que cada uno llevaba, y así a lo largo de los años. Mucho tiempo después, la ciudad quedó desierta, pero la maraña de sus hilos entretejidos continuaba vinculando a toda la ciudad y, de esa manera, la identidad de lo que había sido la ciudad, su cultura y su historia continuaban perennes y muy vivas en este mundo. Así es este libro para mí.

Recorrer las páginas de Jalan jalan es como recorrer una escalera de Escher en la que varios tramos de peldaños se entrecruzan, pero siempre en niveles diferentes, como niveles de conciencia que avanzan en espiral, donde nada es absoluto y todo es relativo.

Pedro Mota

Astrofísico y viajero

Portada del libro "Jalan jalan" de Afonso Cruz
Portada del libro “Jalan jalan” de Afonso Cruz

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