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Entre Chicago y Lorica. El Sinú

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(…) A lo largo del Sinú el arroz corría hacia el mar y luego a los puertos costaneros,
como un río que buscara empeñoso las grandes bodegas de los ríos para desembocar…”.
– Manuel Zapata Olivella

La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. 
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”.
 – Fernando Pessoa

Viajamos, algunos para siempre, en busca de otros estados, 
otras vidas, otras almas”. 
– Anais Nin


Por: Fermina Ponce*
(Aurora, IL, noviembre 04, 2021)


Una vez más acepté un viaje que me llevaría a un lugar mágico, porque siempre hay que ir a ese lugar desconocido al que perteneces, o volver a donde fuiste. Desde los rascacielos del medio oeste norteamericano hasta a las orillas del alto río Sinú…Chicago-Miami-Bogotá-Montería y luego cuarenta y cinco minutos en carro hasta Lorica, Córdoba, en Colombia. Un día que empezó a las dos de la madrugada, cuando el despertador interrumpió mi sueño para poder llegar a tiempo al aeropuerto. Fue un día sin complicaciones y que terminó con la llegada al hotel en mi destino final… fue un día largo, lleno de expectativas, emociones y una especial disposición para vivir un nuevo capítulo de mi vida. No quería defraudar a nadie, empezando por mí.

La invitación me llegó del Observatorio Cultural Manuel Zapata Olivella dirigido por el maestro Antonio Dumetz Sahér, y cuyo objetivo era dictar un taller de escritura creativa para el colectivo La subienda y participar en un recital musical-poético organizado y dirigido por La Fundación Palábrosis a la cabeza del escritor José H. Palomo Zurique. El recital combinó diferentes voces y miradas como la del maestro Dumetz, Luis Gabriel Galeano, Santi Arteaga, Carlos Brunal y la mía. ¡Quién hubiera podido imaginar que todo fue más que un taller, que un recital! El universo confabuló una experiencia llena de cultura, de Sinú, de gente bella.

Con el colectivo La subienda nos llenamos de metáforas que salían de los sustantivos y adjetivos que llevé escritos en papelitos y que los muchachos interpretaron a la medida.  Después de eso nada fue igual, las metáforas nos perseguían, nos abrazaban, nos besaban, nos llenaban de oportunidades para disfrutar la belleza de lo poético, de la prosa, de una fracción de la creación literaria.


La escritora Fermina Ponce con los  muchachos del colectivo La Subienda.


El recital – gracias al Observatorio Cultural Manuel Zapata Olivella, al Parlamento Internacional de Escritores y a Palábrosis – fue mucho más que eso, fue la conjunción de la sensibilidad de quienes estuvieron allí, de creadores de la palabra cuyos comentarios, apreciaciones, sentires, ahondaban en la recreación de lo que se decía y de lo que quedaba escrito en silencio; fue la crítica puntual del historiador y escritor Carlos Zapata Carrascal sobre la voz pluricultural de la poesía de Dumetz, del trabajo de Brunal y del mío.  Y es que leer poesía acompañado de las cuerdas de una guitarra mientras el vecino de la biblioteca no le baja el volumen a su vallenato, tiene una connotación garcíamarquiana…eso me llenó el pecho de mariposas de amarillas.

El sitio de Lorica, cuya fundación hispánica se dio el 24 de noviembre de 1776 por el teniente bachiller Don Antonio de la Torre y Miranda, se considera el primer asentamiento árabe de Colombia; las costumbres de sus antepasados se ven, por ejemplo, en el mercado de las especias, lleno de color con su caléndula, canela, flor de Jamaica, anís estrellado, linaza y todos esos habitantes con sus nombres marcados en unos palitos mientras esperan en su costal. El mercado, ese lugar en el que te venden pasta de ajonjolí en un tarrito blanco, junto a las cocadas en bolita. Ese espacio en el que el bocachico se pasea de un extremo al otro en la orilla del río Sinú. “Seño, le ofrezco bocachico, mojarra frita, patacón…” “Doctorcita, venga que aquí la atendemos como una reina…” “ Doña, aquí le tengo el ñame, la butifarra y el suero costeño…”, era la competencia perfecta de las voces de estas mujeres y hombres trabajadores en el mercado, y eso que aún no les cuento sobre las sandalias, las mochilas Wayúu, los pajaritos en las jaulas listos para ser llevados a la casa de algún niño, el gatico café como de tres meses de edad ronroneando mientras se paseaba por mis pantorrillas; la hamaca de aquí que está mejor que la de allá. En la mitad del colorido y la variedad de olores, no me pude negar al fresco del abanico tejido al que le dicen “el uno y dos” (me sonrío).

Desde que llegué a Lorica, quedé sorprendida por la cantidad de motocicletas de tres, cinco personas más lo que llevaban encima. No he estado en Bangladesh, pero lo que he visto y viví se le debe parecer mucho. Yo también me volví parte de esa población que se transporta en moto… el escritor Carlos Brunal se convirtió en equilibrista, en mi mano derecha, en el hombre de la vía cuidadosa para no chocar con los peatones que han perdido el miedo a las motos y a las otras motos que parecían querer hacerse invisibles.

Como mi visita precedió al día de las brujas. Un grupo de muchachos practicaba una coreografía frente al mural del Manuel Zapata Olivella, en plena plaza, con la canción ochentera Thriller, … no sé quién volvía a morir cada vez que sonaba la canción, si Jackson o Zapata Olivella, el caso es que a Manuel ni siquiera le sirvió Changó, el gran putas(1)  para hacerlos callar por un rato.

Y caminé por el malecón, y me dejé encantar por las garzas que parecían desfilando frente a mí, y descubrí al pensador de Lorica, como si se tratara de una réplica de El pensador de Rodin, pero éste tenía los pies en el río y los años marcados en su cabellera. Me encontré con el mural que recrea la microhistoria del siglo XX de Lorica hecho por el maestro Adriano Ríos Sossa en 2006. Y me devolví al mercado por la orilla del río, queriendo ser ave.


El pensador de Lorica


“Todo pasa y todo queda/ pero lo nuestro es pasar/ pasar haciendo caminos/caminos sobre la mar…”(2) , decía Machado. Y todo pasó. El día de mi regreso, llegué a desayunar como todos los otros días a Donde Arelys y por última vez me llené de Sinú desde mi silla, me tomé el café amargo en la taza de la florecita, me dejé mojar por la llovizna tímida de las seis y media de la mañana. La garza volaba hasta el “firme” para preparar su pesca y entonces me llené de un aire inolvidable, de un lugar que me invitó a regresar.

Anotaciones desde una silla del mercado

Una moto
una mujer en vilo
el agua-charco se mece en las calles
   espejo de pajaritos mojados
la catedral llora con sus paredes amarillas
los fieles de rodillas piden perdón por las lágrimas
y yo me hinco
                               el Sinú se mueve
como todo en Lorica.



Agradecimientos:
Gracias al profesor José H. Palomo Zurique; a Luis Gabriel Galeano, Harold Blanco Viellard, Boris Arrieta Rodríguez y al profesor Luis Miguel Pico Román, entre otros. Ellos hicieron que el recital se expandiera desde Las voces desde mi exilio(3)  de Dumetz, un inédito en Re menor (4de Brunal y de mi último poemario Se llamara piedra(5); hasta las intertextualidades con Los heraldos negros, Las odas elementales y la anti poesía de Parra. Mientras el recital sucedía, una nota televisiva desde el Instituto Técnico Agrícola de Lorica invitaba a los loriqueros a acompañarnos www.facebook.com/ITALorica/videos/315196783769849. ¡Gracias profesor Manuel Arteaga R.!


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 1 Changó, el gran putas. Manuel Zapata Olivella. Editorial Oveja Negra. Enero 1, 1983. 
 2 Poema Caminante no hay camino de Miguel Hernández, incluido en Proverbios y cantares XXIX.
 3 Voces desde mi exilio. Yehudah Abraham Dumetz. 2021
 4 Re menor, poema inédito. Carlos Brunal. 2021
 5 Se llamará piedra. Fermina Ponce. Sudaquia Editores. 2021



*Fermina Ponce. Poeta y periodista.

📷 Fotos por Fermina Ponce.



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