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Nuestro pequeño papel en los ritos de la especie: "Zoológico humano" de Ricardo Silva Romero

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Por: Juan Camilo Rincón*

En tiempos de nuevas normalidades, cuando pretendemos que la vida sigue siendo como antes, Ricardo Silva Romero presenta Zoológico humano (Penguin Random House, 2021), su novela más reciente. En ella el escritor bogotano explora la humanidad en sus versiones más extraordinarias y en las menos gratas, en su relación con la vida y con la muerte y, sobre todo, en su paso por los periodos de una historia que, a su manera y de variadas formas, nos ha tocado a todos.

De la mano de Simón Hernández, un hombre que muere en la sala de cirugía y luego vuelve a la vida, y a partir de esta experiencia decide ahondar en los relatos de otros que han pasado por algo similar, Silva reflexiona sobre las colonizaciones y las guerras, los cataclismos y las plagas, los ritos de la especie, la puesta en escena de las biografías que representamos, y el hecho de ser y de encontrarnos con “todos los cuerpos y todas las voces” que buscamos.

— En el libro hay una insistencia en la farsa, el drama, la representación y la puesta en escena que es la vida. ¿Alguna vez se ha sentido como un personaje de ficción?

Yo creo en todo. Pero tendría que decir que, como dudo tanto, como me dedico a narrar justamente porque me cuesta más de la cuenta jugármela por una idea o por la otra, en este caso es más confiable pensar que no yo, sino Zoológico humano, la novela, cree firmemente que a cada quien le es dado un personaje a interpretar en el drama del mundo –y de paso el talento y el libre albedrío para interpretarlo– desde la cuna hasta la tumba. Por otra parte, quizás la mayor ficción de la vida, o sea la más conmovedora manera de darle forma al misterio, sea el destino. Y yo debo decir que sí he sentido que me han pasado las cosas por algo y para algo.


— Me llama la atención la continua explicación de los nombres de los personajes, que uno siente como un recurso narrativo sencillo que enriquece mucho el relato. ¿De dónde nace esa idea?

Yo creo que aparece, primero, en el colegio, en el taller de letras del poeta Ángel Marcel: hasta hoy me da vueltas la revelación de que Gustave von Aschenbach, el personaje de Muerte en Venecia, se llama así porque su apellido significa “río de ceniza”. Luego viene, si no estoy mal, el momento de El palacio de la Luna de Paul Auster en el que se explica sin ninguna vergüenza que el protagonista se llama Marco Stanley Fogg en nombre de tres grandes viajeros de la historia de la cultura. Pero la verdad es que últimamente, de tanto leerles libros infantiles a mis hijos, valoro cada vez más la libertad que tiene la literatura a la hora de presentar sus personajes: en ciertos talleres literarios, llenos de manías de los talleres de guion cinematográfico, insisten en que los personajes no pueden ser definidos por sus autores, sino por sus actos. ¿Por qué?: vaya usted saber qué artículo del Código Penal lo dice. Pero en los libros supuestamente infantiles se les habla a los lectores de “brujas malas” y de “niños furiosos”, y es un retrato más que suficiente. Y, como la ficción no es la realidad, sino su recreación, su propósito, me pareció que tenía gracia que el nombre definiera a los personajes de Zoológico humano de esa manera.  



También es interesante la invención de los nombres: Sparky Cook, la revista Vocales salvajes, e incluso letras de canciones punk ochenteras, textos escritos por una monja del siglo XVII. ¿Cuáles fueron sus insumos?

Jajajajajá. Como decía antes, los significados de los nombres revelan las personalidades de los personajes, pero mi criterio, aprendido cuando escribí El hombre de los mil nombres por allá en 2004, es inventar apellidos extranjeros que no me cueste pronunciar en mi español bogotano: Morgan, Foster, Chen. Credimensión, por otro lado, me ha servido desde las primeras novelas como a las caricaturas de la Warner les ha servido Acme: es mi pulpo empresarial. Y, quizás porque escribir a la larga es parodiar la realidad, para mí fue una felicidad escribir letras de canciones ochenteras o poemas del siglo XVII o cartas agónicas o reseñas de revistas literarias que le quitan a la gente las ganas de leer. ¿De dónde habré sacado eso? Creo que de varios lugares: de los diarios de la madre Josefa del Castillo a las canciones de Joan Jett.

— Simón, el narrador, dice que “El mundo está repleto de gente que cree que es el escritor pero en realidad es el personaje”. ¿Cuál escritor es, para usted, alguno de sus propios personajes?

Supongo que, más que en algún escritor, estaba pensando en un tipo de persona: me conmueven especialmente los artistas malogrados que no tienen el talento suficiente, pero sí son intérpretes brillantes de las obras ajenas. Claro: hoy en día todo el mundo se narra a sí mismo, y podría uno ponerse en la tarea de dar con autores cuyas vidas son más fascinantes que sus obras y con narradores que son hermanos gemelos de sus personajes –de James Barrie a Charles Bukowski–, pero creería que mientras escribía esa frase estaba pensando en lo fascinantes que son las mujeres y los hombres que, como protagonistas de novelas de iniciación, se lanzan a “vivir para escribir” como si antes no estuvieran viviendo.




Zoológico humano
Ricardo Silva Romero
Penguin Random House, 2021
609 págs.

📷Foto Ricardo Silva Romero: Carolina López.


* Periodista, escritor e investigador cultural. Autor de Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia, y Viaje al corazón de Cortázar.

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