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Darío Jaramillo publica libro de relatos para jóvenes

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Se trata de Veinte historias de fantasmas, un libro que narra historias de miedo, humor y  misterio


Darío Jaramillo Agudelo es considerado uno de los mejores poetas no sólo de la "generación desencantada", sino el principal renovador de la poesía amorosa y uno de los mejores poetas colombianos de la segunda mitad del siglo XX.

Por: Camila Melo.

¿Conoces la historia del policía que encuentra a una niña jugando en una calle solitaria, en medio de la más oscura noche? ¿Sabes qué horrible sorpresa se lleva al confrontarla? ¿O la leyenda urbana de la mujer que lleva a un hombre a su “casa”, en medio de la más espantosa noche?

¿Imaginas cómo sería si un día despertaras y descubrieras que eres un fantasma? Estos y otros relatos se compendian en estos veinte cuentos breves que narran historias de fantasmas desde diferentes perspectivas: de miedo, de humor, de misterio, en los que prima, sobre todo, la experimentación escritural que invita al lector a imaginar y crear su propia historia de fantasmas.

No es obligatorio, pero sí es usual. Los fantasmas se visten de ciertas maneras para aparecer en público. Es una forma fácil de volverse legendario. Me explico: si me pongo en una casaca verde y siempre me aparezco en el mismo lugar, un siglo después se recordarán toda clase de cosas sobre mí.

Al respecto, puedo contar de fantasmas estrafalarios para disfrazarse: nadie sabe el nombre de “el descabezado”, un estrambótico fantasma que se aparece en varias partes. Pocos han logrado provocar tanto terror. 

Algún fantasma ocurrente le añadió un toque  genial: aparecía sin cabeza, pero la cabeza era llevada como un paquete, como una bolsa del mercado, agarrada por el pelo con su mano derecha; el que veía aquello, se imaginaba los añadidos: que la cabeza goteaba sangre, que salió un grito de la cabeza, que iba con los ojos desorbitados.


María, una fantasma que mezclaba la ingenuidad con el terror, se presentaba como una niña. Luis, un fantasma algo festivo, siempre se mostraba como un enano vestido con colores chillones, camisa amarilla como un girasol; pantalón rojo como un pimiento; gorro verde loro: parecía dibujado con una caja de colores.

A Zulma, una fantasma algo extravagante, le encantaban las monstruosidades humanas; un día era el fantasma de dos cabezas; otro día, aparecía con tres ojos; más tarde, era una hermosa y perfecta mujer, perfecta salvo por un detalle: en su frente, encima de los ojos, le salía un cuerno de toro. En un supermercado abierto veinticuatro horas, desfilaba Zulma ciertas noches de sábado siempre con la misma apariencia: la mujer de cuatro manos. Se decía que los sustos que provocaban las apariciones de Zulma habían producido paros cardíacos, desmayos, gritos e histerias. Un fantasma llamado Aristarco presumía de clásico y solo salía a asustar en forma de calavera. La gente quedaba aterrorizada. Sobre todo cuando se dejaba ver de los perros. Lo que las horrorizadas víctimas veían era una calavera suspendida en el aire rodeada de una jauría de perros saltando infructuosamente tratando de apoderarse de los huesos del burlesco Aristarco.
Tomado del Protocolo fantasmal. 

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