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La ruptura en el universo de Eduardo Halfon

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El autor nacido en Guatemala y ciudadano de todos los territorios nos entrega una nueva versión de su trabajo en El boxeador polaco.


Por: Juan Camilo Rincón*

Aunque se formó como ingeniero, el escritor guatemalteco Eduardo Halfon ha hecho un interesante recorrido creativo en la literatura, tanto como lo ha hecho en su propia vida. Creció en Estados Unidos, vivió en España y hoy reside en Francia. Conectados y en constante diálogo, sus libros conforman una especie de mapa por la que sería su propia vida, errante y desvinculada de una patria a la que pueda llamar suya. Cada obra es una especie de impresión de diferentes momentos de su existencia, con un elemento en común: la búsqueda de comprender y rastrear la identidad, las raíces, el origen, a veces a través de la música, otras, a través de la escritura.

El boxeador polaco nos lleva por la historia de cómo un número tatuado en el antebrazo de su abuelo dejó de ser un guarismo cualquiera para convertirse en el testimonio de la barbarie, las nubes de humo que dejan todos los cigarros que se fuma en cada página, su impuntualidad, su apodo “Dudú” y la transformación del pianista Milan Rakić. Todos terminan por darle forma a una metaliteratura con varias versiones de una vida en papel y, quién sabe, en la realidad. Halfon nos demuestra entonces que “así, exactamente, es la literatura. Al escribir sabemos que hay algo muy importante que decir con respecto a la realidad, y que tenemos ese algo al alcance, allí nomas, muy cerca, en la punta de la lengua, y que no debemos olvidarlo. Pero siempre, sin falta, lo olvidamos”. Son la literatura y la vida de los finales abiertos.


¿Cómo desarrolla el proceso literario de lle­var su his­to­ria per­so­nal a algo uni­versal?

Eso es un misterio. Nadie sabe cómo es que sucede ese salto inductivo importantísimo de lo individual a lo universal. En lo particular, desde que empecé a escribir en 2003, lo hice escribiendo cosas muy mías; empecé de esa manera, con historias muy personales pero que a la vez son ficción. Creo que quizás una posible respuesta a tu pregunta es que lo que hace que una historia muy personal luego vuele -por decirlo de alguna manera- es la ficción, es la literatura. No te estoy contando una anécdota mía, porque entonces se quedaría en eso. Lo que hace que esa anécdota se convierta en otra cosa es pasarla por el tamiz de la literatura. Ahora, qué es, cómo funciona y cómo se hace eso, nadie lo sabe.

 

Usted afirmó alguna vez que su manera de escri­bir es invi­tar al lec­tor a ser cóm­plice, a escri­bir y reflexionar con usted, y eso a algunos lectores no les gusta. ¿Por qué cree que hay esa resistencia? ¿Por qué la necesidad de una literatura que, de alguna manera, cierre historias y dé respuestas?

Yo vengo del mundo de la ciencia. Soy muy matemático, muy ingeniero, o sea que estoy haciendo una literatura que va en contra de mi naturaleza: no planificada, no cerrada, no resuelta. Yo empiezo a escribir uno de estos cuentos y no sé qué va a pasar, no sé a dónde va, si va a ser corto o largo, y generalmente termina mucho antes de lo que yo esperaba. Pero creo que es algo muy cuentístico lo que estás preguntando. Ser cuentista, más que un novelista, funciona, creo yo, bajo ese parámetro de espontaneidad, de dejar que el lector participe más en el final o en resolver el cuento. Es decir, una resolución que sea más tácita o esté entre líneas. No hay una resolución explícita en los cuentos. Lo único que sé es que va en contra de mi naturaleza científica, pero es el tipo de literatura que me gusta y la que siento que empata más con el lector. Casi que tenemos que ser socios en un tipo de texto así. Tenemos que resolverlo juntos. No se trata de que yo lo resuelva y le imponga esa resolución al lector.

 

¿Cómo ha logrado crear un universo narrativo y mantener a los lectores conectados con el mismo personaje, ciertas atmósferas e historias durante tanto tiempo? Es que, además, los lectores también ven los lazos y todo ese universo conectado…

Yo creo que los lectores lo entienden más que yo. Mi trabajo, cuando ya están escritos estos textos -y aquí vuelvo a mis raíces de ingeniero-, es el de una ingeniería lingüística, estructural, gramatical, porque soy muy meticuloso con el lenguaje. Mis textos son cortos pero los trabajo durante mucho tiempo, y también para hacer lo que tú dices: tender puentes o lazos hacia cuentos anteriores o cuentos futuros. Entonces hay un trabajo de ingeniería que se da entre los diferentes cuentos, de todas estas piezas que están sobre la mesa. Y, para complicártelo más, en las traducciones, dependiendo de qué piezas se incluyen, tengo que modificarlas: cambiar el título de algunos, agregar un párrafo o quitarlo porque ya está dicho en aquel, y todo esto en lenguajes que no hablo, se lo tengo que decir al traductor para que él lo haga. Entonces mis traducciones se vuelven absolutamente originales.


"Ser cuentista, más que un novelista, funciona, creo yo, bajo ese parámetro de espontaneidad, de dejar que el lector participe más en el final o en resolver el cuento. Es decir, una resolución que sea más tácita o esté entre líneas." 


Con tantos ires y venires, ¿dónde está su arraigo? ¿Hay algo a lo que se sienta enraizado?

No. Sería muy lindo que te dijera que me siento enraizado en la literatura y que para mí los libros se volvieron mi patria, pero tampoco es cierto. En la literatura y en los libros me siento igual de extranjero. Recuerda que llego tarde a la literatura; yo no vengo de ella. Mi entrada a esta fiesta es tardía y casi colada, como decimos en Guatemala cuando llegas a una fiesta sin invitación. Entonces no tengo ninguna sensación de pertenencia ni a Guatemala, ni a Estados Unidos, ni a España (soy español por matrimonio, viví un tiempo allá y me nacionalicé). No tengo una patria nacional, ni una patria religiosa, ni de profesión, y esto es algo que no me preocupa a un nivel consciente. Probablemente a nivel inconsciente hay algo más ahí, y un psicoanálisis lograría resolverlo, pero quizás, si lo resuelvo, dejo de escribir. Quizás el motor que me lleva a buscar expresar mi historia personal es esa sensación de incomodidad, de no pertenecer, de no tener raíces, de estar siempre como un nómada, esté donde esté.

¿Cómo continúa ese universo de El boxeador polaco?

No sé qué está pasando, no sé qué viene, puede que esté dejando migas en todos para luego volver a ellas más adelante. Un cuento de aquí crece allá, un personaje de aquí se habla con un personaje de allá, pero todo esto ha sido sin planificación alguna. No sé cuándo va a terminar. Probablemente tendré que matar a ese tipo o él me tiene que matar a mí (risas). Uno de los dos tiene que morir para que esto termine. Entonces, en realidad, estoy escribiendo un solo libro por entregas. Sin saberlo y sin darme cuenta, he ido haciendo un solo proyecto de estos pequeños libros. La evidencia de que tengo razón es que, en traducciones, ya los agrupan. La idea de meter La pirueta en esta nueva versión de El boxeador polaco surgió de los norteamericanos. Cuando estaba por salir la edición en inglés les pareció que sería un libro muy corto para el público estadounidense, con solo seis cuentos y cien páginas, y entonces decidimos incluir La pirueta. Yo armé ese conjunto de manera que pareciese un solo viaje. La versión japonesa incluye, además de La pirueta, a Monasterio; o sea, ya son tres libros en uno y, de nuevo, yo armé el índice del orden en que van los cuentos. Y los holandeses hicieron lo mismo. Solo estoy esperando que venga el momento de juntarlos todos los pequeños libros y armar un solo libro, un gran libro de quinientas páginas. Mientras tanto, sigo creando estas historias cortas, muy espontáneas y muy independientes, pero que a la vez son parte de un todo.

 

¿Ha pensado cerrar ya el proyecto, todo este mundo Halfon?


Ni idea. No sé qué viene, si luego vendrá un séptimo libro de este proyecto. Me encantaría tener un plano arquitectónico sobre la mesa y solo ir siguiéndolo. Pero no existe planos arquitectónicos en la literatura. Ya veremos qué pasa después de Canción.




El boxeador polaco

Libros del Asteroide

PVP Colombia: $82.000

 


* Escritor, periodista e investigador cultural. Autor de los libros Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia y Viaje al corazón de Cortázar.


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