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Héctor Manuel Castro: Mis ficciones son una mezcla de recuerdos y desahogos de una realidad propia

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Por: Pablo Concha*

Tarde de Golondrinas es la segunda novela del escritor, profesor y periodista Héctor Manuel Castro. Previamente, en 2014, había publicado La iglesia del diablo (Penguin Random House), novela que causó polémica por su título, contenido y l que muchos interpretaron o quisieron ver como ataques contra la iglesia católica y el Vaticano. Ahora, de la mano de la editorial independiente colombiana Palabra Libre (radicada en Miami), nos presenta Tarde de Golondrinas, un juego de dos historias dentro de una. La historia de un escritor que ha escrito una novela y de repente queda en estado de coma. Su esposa encuentra el manuscrito y, mientras lo visita en el hospital, lo va leyendo. Curiosamente, la mujer descubre, con el correr de las páginas, que esa ficción, esa historia, se parece mucho a la suya propia. La estructura narrativa de Tarde de Golondrinas alterna las entradas del diario de la esposa con capítulos de la novela inédita del escritor, brindando fluidez a la narración y haciéndola amena.  

Héctor Manuel Castro reside en los Estados Unidos, es reportero y productor de CNN y profesor de periodismo en el Miami Dade College. 


−¿Cómo surgió la idea para esta novela?

Yo comencé a escribir Tarde de Golondrinas en una villa perdida en las montañas de Eslovaquia, sitio al que viajo frecuentemente a visitar a mi familia política. Allí me di cuenta de lo similar que es el mundo, independientemente de las distancias geográficas y culturales, pero en muchos aspectos somos muy parecidos. Estando en la última casa de esa villa, pude entender que no había mucha diferencia con cualquiera de nuestros pueblos latinoamericanos, donde siempre encontraremos conflictos similares y personajes que encarnan los arquetipos conocidos. Los personajes coloridos fueron naciendo del contacto con la realidad y del recuerdo de memorias colectivas. 

−Su anterior obra, La iglesia del diablo, es un thriller en la onda de Dan Brown, algo diametralmente opuesto a Tarde de golondrinas.¿A qué obedece este cambio de género o esta diversidad narrativa? 

Por lo general escribo ficciones basadas en vivencias propias que luego comienzan a desarrollarse a su antojo, sin imagen o semejanza propia. La iglesia del diablo surgió en mi mente muchos años antes de ser escrita, debido a experiencias de carácter paranormal que me sucedieron estando muy joven. Luego al decidir escribirla, la historia se transformó en algo más y dio origen a la novela, que por cierto dio mucho de qué hablar por su título y contenido. Con Tarde de golondrinas fue un proceso similar. Mis ficciones son una mezcla de recuerdos conjuntos –incluyendo los míos– y desahogos de una realidad propia que a veces es difícil mantener intacta. Hasta ahora no considero que mi escritura esté enmarcada bajo un género particular, quizás esa es la forma en que quiero seguir escribiendo, sintiéndome libre de poder abarcar temas diversos, sin limitar ese universo paralelo que se crea con cada proyecto literario. 

−¿Cómo ha enriquecido o influenciado su labor como periodista a la ficción que escribe? ¿Hay alguna relación entre ambas facetas?

Definitivamente el oficio periodístico es una herramienta fundamental en mi técnica narrativa, pero intento desasociar los estilos al momento de escribir mis ficciones. El periodismo me ha fortalecido como narrador, me ha ayudado a enfocarme en los objetivos que quiero lograr como escritor, además de fortalecerme como una voz que puede llevar un mensaje. Ahora bien, la fiereza que caracteriza a las noticias es una de las razones por las que escribo ficción, porque allí encuentro un mundo menos radical, igual de cruel, pero por lo menos con mayor apertura mental. Cuando creo mundos en mis libros es como si fuera un dios para esos personajes, los que tienen que correr con suertes diversas a expensas de mi pluma creadora o de la manera en que me sienta al desarrollarlos. Luego esos personajes adquieren vida propia y a veces siento que son ellos los que me moldean a mí y no de la otra forma.

−En Tarde de golondrinas se expresa o se mide el tiempo del amor por la cantidad de libros compartidos en pareja (leídos y releídos). Una idea muy romántica, pero triste al final. Inevitablemente, ya sea por la muerte u otras circunstancias, la pareja se disolverá…

Pablo, al final no hay nada eterno más que el recuerdo generacional, ese que a la vez se va difuminando con la adherencia de otros recuerdos no certeros y que crean un tercer recuerdo que resulta muy diferente al original. Los libros leídos y releídos por la pareja son una analogía para hablar de sus vivencias, de sus viajes, de sus dolores y de sus alegrías también; usé los libros porque consideré que para ellos (la pareja) era mucho más fácil lidiar con su triste historia a través del placer y el dolor acérrimo de otros autores y no martirizarse a diario por la pérdida de su única hija con recuerdos vanos, algo que no logré, porque a la final el dolor de esa pérdida fue más fuerte y me ganó la batalla.

−La esposa del personaje escritor dice en cierto punto: “¿Para qué quiero todos estos libros si no estás? ¿Con quién compartirlos?”. Es casi como si los libros fueran el sustituto de los hijos. ¿Fue así como lo pensó?

Lo que sucede es que quedaron tan solos que su única compañía eran los libros, o esos recuerdos contraproducentes que les daba vida, pero los hacía saborear la muerte. La pérdida de su hija fue un detonante en sus vidas. A veces la tristeza más profunda es la única arma con la que se puede batallar para lograr la tranquilidad, hay que enfrentarla. Eso fue precisamente lo que hace esta mujer y lo que sucede en su historia. Ella tiene que enfrentar un mundo inimaginable para lograr su paz interna. 



−La ficción que deja el autor de Tarde de golondrinas es lo único que mantiene vivo el vínculo con su esposa –aparte de los recuerdos compartidos–, ese poder de la ficción vendría a ser uno de los temas centrales del libro. ¿Es correcta esta interpretación?

Así es. En cierta forma, el manuscrito que le deja su esposo antes de morir es el mayor tesoro que aquella mujer conserva. La promesa que hizo a su amado viejo de terminar aquella historia la mantiene con vida. El desenlace, no imaginado por ella, es el que le brinda un presente que le permite ver su realidad de una forma muy distinta. 

−En Tarde de golondrinas se mezclan las entradas del diario de la esposa del escritor con la ficción escrita por su esposo, dando fluidez y una simbiosis muy interesante al libro. ¿Qué tan compleja fue la creación de esta estructura? Es como si hubiera escrito dos libros dentro de uno…

A pesar de ser dos historias muy diversas, confluyen en una misma con el paso del tiempo. ¿Hasta qué punto las ficciones se hacen realidades? A veces me pregunto yo mismo. La mezcla de historias es un estilo propio, ya pasó en La iglesia del diablo, y aunque no lo busqué en esta ocasión, terminó dándose un fenómeno parecido. Como escritor encuentro mayor motivación generando varias ideas diferentes a la vez e hilando situaciones para que encuentren un cauce común. Creo que así funcionan los cables en mi cabeza. Me aburre escribir historias muy planas, sin demeritarlas porque a veces son fantásticas. Me gusta saber que hay escenarios opuestos en una misma historia, esto me da mayor versatilidad al momento de mover mis fichas.

 −Hubo un largo intervalo entre La iglesia del diablo y Tarde de golondrinas. ¿A qué obedeció ese “silencio narrativo”?

Pablo, nunca hubo un silencio en mis hojas, yo siempre seguí escribiendo, es la única forma de sobrevivir. Siempre he dicho que yo no escribo para otros sino para mí, porque es la catarsis que me mantiene en pie. Ahora bien, soy un tipo con suerte que puedo compartir lo que escribo con mucha gente. Lo que sucede es que no publiqué inmediatamente porque estaba esperando darle el final perfecto a la novela y no quería apresurarme, por más ofertas que tuviera. En este momento tengo otros dos libros casi terminados, pero siento que se publicarán en su debido momento. También escribo un blog personal sobre mis puntos de vista que intento mantener vigente con frecuencia (La visión al desnudo).

 −¿Cuáles son los autores que más han influenciado su narrativa?

Siempre nuestro Gabo ha sido un referente y, aunque inalcanzable, sigue siendo un modelo literario que me reafirma que soy más un lector que un escritor. El estilo simple y profundo de Mario Benedetti es otro referente en mi escritura, al igual que la narrativa original e hipnotizante de Julio Cortázar. También me siento influenciado por las historias de Alfred Hitchcock, las que leía con mi madre desde que era un niño.

Pablo, gracias por la buena entrevista y por la oportunidad de estar en Libros & Letras. Un fuerte abrazo para vos y todos los lectores de la revista.



*Pablo Concha es un escritor colombiano, autor del libro de cuentos Otra Luz y colaborador literario en Libros & Letras y varios medios culturales.






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