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Reseña de Primera persona de Margarita García Robayo

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No conozco el mar, pero me traga vivo


“Somos el rayo que vino a buscarte”
Platone - Nathy Peluso 


Mer Ourageuse (Mar Borrascoso) (1870) de Gustave Courbet
Mer Ourageuse (Mar Borrascoso) (1870) de Gustave Courbet



Primera persona fue publicado antes en Perú por la editorial Pesopluma y cada uno de sus textos fue, a su vez, publicado en revistas como Orsai o Casquivana. Así, estamos frente un libro compilatorio en el cual, explica su autora en un podcast de 070 que lleva el mismo nombre, se trataron de amalgamar sensaciones, presentes, pasadas y futuras.


Por: Mateo Ortiz Giraldo*



El oleaje vomita sobre la playa. Deja rastros y leves cicatrices instantáneas en forma de montículos de arena. Este mar, como aquel de Un mundo huérfano de Giuseppe Caputo (Random House, 2016), deja ofrendas para quien quiera verlas: muebles, radios viejos y zapatos, abandona memorias y edifica el “mapa emocional” como lo denomina su propia autora, Margarita García Robayo (Cartagena, 1980). El mar es Primera persona (Laguna Libros, 2018) y sus aguas, turbulentas o apacibles, me engullen vivo.

En términos estructurales, este libro está compuesto por siete relatos, todos, afirma García Robayo, autoficcionales. Primera persona fue publicado antes en Perú por la editorial Pesopluma y cada uno de sus textos fue, a su vez, publicado en revistas como Orsai o Casquivana. Así, estamos frente un libro compilatorio en el cual, explica su autora en un podcast de 070 que lleva el mismo nombre, se trataron de amalgamar sensaciones, presentes, pasadas y futuras. El mar revolviéndose en sí mismo.

Esa es la sensación que arroja al cuerpo al abordar la obra: la necesidad de dar brazadas, de sumergirse como un niño costero, sin antiparras, a mirar ese mundo 3D que afirma la autora existe en los abismos del mar. Las corrientes internas de Primera Persona poseen la fuerza para derrumbar el mundo terrestre y lo logran por medio del flujo constante de palabras precisas afiladas como corales, que penetran en los poros de la piel.

La compilación que se logró en este libro no fue arbitraria. García Robayo dice, en algunas entrevistas, que la elección de los textos se basó en un orden, aunque este, quizás, “no sea tan evidente”. A pesar de la poca evidencia, es posible plantear hipótesis: los amalgama la experiencia vital, sería la salida fácil; los une la visión de una persona que no encaja en los moldes, es una lectura aventurada; los comunica (o los desemboca, como el río en el mar), la sensación de incomodidad, es la posibilidad más cercana. 


El mar me pica en la piel

De estos siete relatos, siete hablan sobre la incomodidad en sus múltiples dilataciones y desplazamientos. Tratan de darle número y sentido, como dice Barba Jacob, a una de las sensaciones más humanas: creerse dislocado, sobrepuesto y transportado a un espacio no-propio, como la carne que se tuesta al sol con la sal pegachenta metida hasta el tuétano.

Así, el mar de García Robayo revuelca al lector con el constante repliegue de las olas. Movimientos que permiten no solo la contemplación de la falacia del horizonte y el límite, evidente en el paisaje marino, sino que también expone, al bestiario marino sin ser esta la intención primaria de la autora.

Como decía, el eje comunicador del libro es la incomodidad. En “El Mar”, el primer texto, se echa un vistazo a ese “primer recuerdo molesto”, de sumergirse en el mar. Esta parte del libro está llena de agua: salada, ensangrentada, tranquila o tempestuosa. El mar que propicia el “pensamiento ocioso y cíclico” (p. 8) o el que se tragó al novio de juventud de su madre, que casi fagocita a unas amigas suyas o que fue el último paisaje que contempló uno de sus amigos antes de lanzarse del piso 17 donde vivía. Un mar, en últimas, que se derrama por las páginas. Vívido como el que destila Courbet en su pintura Mar borrascoso, que María Gaínza en Nervio óptico (Laguna Libros, 2018) relata con tan desfachatada precisión. El mar que quiera o no, Mar-garita lleva tallado en su nombre.

La incomodidad está en “Amar al padre”, el segundo texto. La ruptura protocolaria del himen, el fastidio a esos adolescentes sin experiencia que se acercaban y con los cuales ella no podía hallar relación; la incomodidad en los demás al verla con hombres mayores que ella; y el placer, también el placer, en medio de toda la necesidad de incomodar o incomodarse.

En otros textos como “Rapto de locura”, “Mudanza” e “Historia general de tu vida”, la incomodidad nace en espacios cotidianos. La casa y sus rincones empolvados son el escenario donde se viven las mayores dislocaciones: la locura que habita anaqueles o los despuebla, el hábitat que se lleva a cuestas y que es uno mismo metiéndose en diferentes casas, y una madre que resume el arquetipo de la monotonía. Todos paisajes con naturaleza muerta y de fondo, el mar rugiendo… entreverándose en las páginas.

En “Educación sexual” y “Leche” el cuerpo es lo incómodo: crecer en el primero, o no poder alimentar de manera “eficaz” a tu hijo con la leche que emanas, en el segundo. Incómoda es la vida, en general con sus matices y esa “sensación que me quedaba en el cuerpo: una mezcla de felicidad y repulsión muy jodida de procesar” (p. 121) que manifiesta la autora en el último texto del libro y que es la que persigue al lector hasta la última página.

En medio de todo esto, quedo sumergido al terminar de leer el libro y aun después de cerrarlo, el mar de Margarita García Robayo que me pregunta o se pregunta: ¿estás bien?



 

Primera persona


Autor
Margarita García Robayo



Género:
Autoficción


Editorial
Laguna Libros


Páginas
165


_______________________________________________

Sobre el autor: *MATEO ORTIZ GIRALDO.

Leedor. Presunto escribidor.
Estudia periodismo y filosofía. 

Síguelo en 

Twitter: @plumasinave

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