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Ediciones Bohodón publica la edición bilingüe de Colección de Epifanías de Cláudio Guimarães dos Santos

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La obra recoge lo último en poesía del escritor, artista plástico y diplomático brasileiro. Edición bilingüe (portugués/castellano).


Gracias a la Agencia de Servicios Editoriales "Creaturasliterarias", a continuación publicamos las palabras del traductor, Manuel Moya.

Alguien dijo que el oficio de traductor es parecido al del contrabandista. No quisiera frivolizar sobre el particular, pero algo de razón tiene. Traducir entre dos lenguas hermanas como son el portugués y el español parece una cosa fácil, pero no lo es. Uno corre el riesgo de dar un traspié por la barranca y romperse el espinazo o desparramar parte del matute por esas breñas, eso sin contar con la presencia siempre inconsciente, siempre cierta de la pareja de civiles bajo el chaparro. En todo caso, y sorteando los peligros del oficio, no deja de ser hermoso echarse al hombro la carga en las noches claras y, un ojo en el camino, otro en la luna, pasar el contrabando. Pero no nos pongamos dramáticos: en el caso del traductor su carga es sólo de palabras. ¿Sólo? Bueno, digamos que a veces las palabras las carga el diablo y cuando llegan hasta nosotros vienen maleadas, cuando no rebozadas del polvo del camino. Pero, como diría uno de nuestros viejos contrabandistas, no hay más remedio que echarse al monte, ver qué pasa y dejar que se encuentren las lenguas.

Digamos cuanto antes que Cláudio Guimarães dos Santos es un poeta riguroso, culto, claro, con un discurso muy bien definido, lo que convierte a su poesía en un espejo claro y vibrante, cruzado de vivencias personales que, como un puzle espiritual, van determinando una identidad clara y distinta.

Todo en su poesía tiene la precisión de un muro de ladrillos que, lenta, parsimoniosamente, va creando un rico y claro espacio personal, muy marcado por una educación y una infancia llena de ensoñaciones y de lecturas (y no me circunscribo sólo a lecturas literarias). Es la suya una poesía, pues, autorreferencial, humanística, en la que los posos religiosos recibidos de la niñez, las improntas vivenciales recibidas de un musculoso ambiente cultural y toda esa arraigada trama de retornos personales y sociales a sus orígenes, consiguen un armonioso efecto calidoscópico, casi warholiano, lo que convierte su lectura en una extraordinaria experiencia de riqueza poética y personal, pero que trasciende a mi modo de ver lo personal, para converger en un espacio común que tiene mucho de generacional. Sus poemas, de una dicción suave y apacible, suelen abrirse como abanicos de colores brillantes y cálidos, con frecuentes y ajustadas enumeraciones que consiguen expandir el espacio de la mirada (que es el de la introspección), para mostrarnos un campo visual abierto, extensible, plácido, acogedor y, ya digo, de una sutil raigambre, que de igual modo interpela a lo mundano como a lo sagrado. Cláudio Guimarães apela y se busca en la tradición, dejando que su palabra se deje fluir en ese magma en el que entrevemos con igual colorido y sustancia a los mitos nórdicos, como a los hindúes, a los griegos como a los judaicos, a los amerindios como a los lusitanos, sin olvidar las referencias musicales, las teogonías de distintas procedencias, los mitos clásicos y los mitos de la modernidad, pero todo de una manera natural, aprehendida, exacta, creando una malla identitaria —digamos que en la poesía de Cláudio el tema de la identidad es axial— en la que todo queda minuciosamente anudado a través de un tejido personal y transferible. 




Los poemas de Cláudio Guimarães, que tanto deben a la literatura religiosa, no siendo estrictamente la suya una veta religiosa, se muestran al fin como letanías escuchadas en el interior de una habitación o en el remanso de una montaña

Vale la pena transcribir por completo este bellísimo poema titulado Jardín Japonés, que tiene la virtud de resumir de forma bella y eficaz la (cosmo) visión de Cláudio Guimarães dos Santos:



Siento en este jardín japonés
El presente de toda vida,
El pasado de toda edad.

El adormecido silencio de los estanques
Acunando la transparencia de las piedras,
Ocultando el secreto de los mitos,
De las cosas,
De los momentos.

Rehaciendo, en la verde carne
De las hojas que envejecen,
Los olvidados atajos de mi propia historia.



Presente y pasado se hacen uno en este jardín que es a la vez espacio exterior y espacio interior, y donde se respira un aire adormecido y trémulo, vivísimo. Y todo desde un estricto sentido armónico que convierte la lectura de sus poemas en una suerte de experiencia mental, en una oración que no ahorra ni lo cósmico, ni lo moral. Los poemas de Cláudio Guimarães, que tanto deben a la literatura religiosa, no siendo estrictamente la suya una veta religiosa, se muestran al fin como letanías escuchadas en el interior de una habitación o en el remanso de una montaña. Y eso convierte su voz en única, y su espacio mental y moral en un espacio compartido, abierto a la experiencia del lector, que así se une no sólo a la lectura, sino también a la escritura.

Como traductor he de confesar que a veces me he dejado llevar por los versos haciéndolos míos, sin casi darme cuenta he ido comunicándome con ellos a través de puertas secretas y ventanucos donde quedaban expuestas partes de mí y de mis distintas tradiciones. Y es esta curiosa e íntima comunión que el poeta consigue establecer entre autor y lector —en este caso también traductor— lo que confiere a estos poemas, a este libro, un espacio habitable y hospitalario. He aquí su mayor aval. Uno se siente habitado por estos poemas porque al fin se siente inserto en ellos, comunicado con uno mismo por estas puertas y ventanucos a los que hacía referencia más arriba. Un libro, al fin, para leer sosegadamente sin que las garras de la hosca realidad y sin que los sombríos ecos de la desazón nos nublen el placer de visitarnos a través de otros ojos, de una mirada que tiene mucho de nosotros mismos.

Miré al cielo, que azuleaba como si estuviera a punto de explotar,
Despidiéndose del Sur,
Hacia los vientos tormentosos del futuro,
Que ya barrían la Rambla,
Y concluí que todo era verdad.

Para los dioses cualquier suelo es sagrado.




Y bueno, como cualquier contrabandista —como cualquier traductor— tras el largo viaje dejo el matute en el suelo. Miro hacia atrás y veo un hermoso paisaje, una bonita experiencia. Descanso. Me reflejo en los versos, me siento acompañado. Sean otros los que a partir de aquí, disfruten de estos versos.

Fuenteheridos, febrero de 2017



Título: Coleção de Epifanias - Colección de Epifanías

Género: Poesía

Editorial: Bohodón Ediciones

Idioma: Español- Portugues

Fecha de Publicación: 2017

Páginas: 278

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Nota: Manuel Moya nació en Fuenteheridos (Huelva). Estudió filología hispánica en la Universidad de Sevilla. Como poeta ha obtenido prestigiosos premios, como el Ciudad de Córdoba (1997), Leonor (2001), Fray Luis de León (2010) o HH. Machado (2014). Su antología HABITACIÓN CON ISLAS ha sido traducida al francés y al portugués. El libro de su heterónima Violeta C. Rangel, LA POSESIÓN DEL HUMO, es estudiado en universidades españolas y norteamericanas. Ha editado tres libros de cuentos ―LA SOMBRA DEL CAIMÁN (2006), CIELO MUNICIPAL (2009) y CAZA MAYOR (2014)―, así como las novelas LA MANO EN EL FUEGO (2006), LA TIERRA NEGRA (2008), MAJARÓN (2009) y LAS CENIZAS DE ABRIL (2011) ―esta última ha recibido el premio Fernando Quiñones y ha sido traducida al portugués y al italiano―. Su libro de relatos ZORROS PLATEADOS ha obtenido el premio Tiflos (2017). Ha traducido a distintos poetas y narradores ―los italianos Gianni Rodari y Sandro Penna; los portugueses Saramago, Cardoso Pires, Lídia Jorge, Miguel Torga; el mozambiqueño Mia Couto; la santotomense Conceição Lima; el brasileño Cláudio Guimarães dos Santos―. Ha traducido también gran parte de la obra de Fernando Pessoa, de la que es considerado como uno de sus mayores especialistas: LIBRO DEL DESASOSIEGO y FICCIONES DEL INTERLUDIO (ambas para Alianza, 2016), las ediciones de Álvaro de Campos y de Ricardo Reis (Visor, 2015-16), la de Alberto Caeiro (Baile del Sol, 2016), y los CUENTOS de Pessoa (Ed. Páginas de Espuma, 2016).

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