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Un café en Buenos Aires con Orietta Lozano

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Orietta Lozano
Orietta Lozano


Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros & Letras/ Buenos Aires, Argentina.




Me esfuerzo por ser equilibrado a la hora de entrevistar a los escritores que me conmueven. Pero en este caso le daré rienda suelta a mi subjetividad. La entrevistada de hoy es mi admirada Orietta Lozano, una de las mayores poetas de su tierra.



—Cali tuvo en los años 70’ un boom artístico en el cine y en las artes plásticas que dio origen a lo que hoy conocemos como “Caliwood” y “Ciudad solar”. Pese a que en aquel tiempo eras muy joven, ¿qué influencia tuvieron esos movimientos en tu vida y obra?

O: Aprender a ver cine. Me legó la fascinación de la vida, como si viviera el día a día dentro de una película. Me devolvió al cine como creencia en este mundo, aquí y ahora, creer en lo que estamos haciendo a todo color, y al mismo tiempo ver la vida en blanco y negro.


—¿Volverán aquellos tiempos? Supongo que no tenemos modo de saberlo, así que mejor cambiemos de tema, Orietta: Ya antes de cumplir veinte años tenías un nombre ganado en las letras caleñas. ¿Qué desafíos debiste enfrentar por ser una mujer así de joven en un mundo dominado por hombres?

O: Uno de mis desafíos era continuar escribiendo por sobre todas las cosas, ya que desde el primer momento escribir me fue tan necesario como respirar, o contemplar el bosque. Y como siempre he amado la soledad y el silencio, sentí y experimenté desde allí el dolor, las contradicciones y perplejidades del mundo como un bello y terrible poema en una especie de exilio voluntario. Después, cuando conocí a Emily Dickinson, confirmé esa suerte de retiro, aun estando rodeada de amigos. Creo que el desafío de todo escritor, en cualquier época, ha de ser el mismo; ante la imposibilidad de escribir, seguir escribiendo. En mi caso, me salvó la legión de escritoras que fui encontrando en mi camino, ellas me permitieron sortear la adversidad.


—Es tristemente llamativo que el mundo de los libros sea tan machista como el resto de los mundos; por lo visto los libros no nos mejoran todo lo que pretendemos e imaginamos. Tomemos como ejemplo a una poeta de Cali de veintitantos años como Alejandra Lerma. ¿Debe Alejandra enfrentar las mismas barreras que enfrentaste vos, o tiene el camino algo más allanado? En suma, ¿cambió algo de aquel tiempo a hoy?

O: Creo que los retos son los mismos en diferente contexto. Cada poeta lleva su sino y elige su arma, padece su propia enfermedad y la temperatura de su fiebre, y ha de construir su muro de resistencia y su estrategia para sobrevolar los muros. En ciertos momentos, como escritores, somos un águila volando hacia lo más alto, y en otras somos un topo cavando su agujero más profundo. La escritura ha sido mi salvación, no podría verme de otra manera en la vida, no sabría hacer nada más que escribir, no me imagino haciendo otra cosa que escribir. Después de todo, escribir es como cultivar un jardín, como descifrar el silencio.




Tengo esa sensación cuando se me esconden las palabras, cuando se marchitan y me lleva toda la noche revivirlas o encontrarlas… De todas maneras, me parece muy extraño, confuso y fascinante esta época de tanta información. Parecería que desde antes de escribir, el texto está condenado al olvido



Orietta Lozano





—Ese es un tema interesante: la dificultad de muchos escritores para desarrollar tareas por fuera de la escritura. Decime, ¿qué hubieras sido de no ser escritora?

O: Jardinera. Tengo esa sensación cuando se me esconden las palabras, cuando se marchitan y me lleva toda la noche revivirlas o encontrarlas… De todas maneras, me parece muy extraño, confuso y fascinante esta época de tanta información. Parecería que desde antes de escribir, el texto está condenado al olvido. La brevedad, lo fugaz, hace que nos comuniquemos desde el mismo instante, cara a cara con el olvido.


—¿Quiénes son las poetas que más te influyeron?

O: Me iluminaron muchas poetas. Tuve el privilegio de ser la directora de una Biblioteca y en ese Luminar, tuve mágicos encuentros con muchos espíritus. Cuando conocí a Alejandra Pizarnik, quedé impresionada con su entrañable tristeza, con su palabra tan visceral, tan física, tan enigmática, y a la vez tan obvia. Algo así como una pesadilla en fantásticos jardines. Desde ese momento, me interesó la poesía hecha por mujeres y seguí buscando y encontrando voces que nacen de las regiones del alma, tan cercanas, tan lejanas a la vida y a la muerte. Empecé a comer literalmente poemas, a leer a las poetas que aún me estremecen con su dolorosa belleza, con su mirada de caballo herido, como Emily Dickinson, Olga Orozco, Silvia Plath, Clarice Lispector, Teresa Wilms Montt, Patti Smith, Alfonsina Storni, Alda Marini, Laura Victoria, también están Alejandra de Sabato, Emma Bovary, Frieda de Conrad, Emily de Faulkner, Zelda, Camille Claudel, y tantas más, todas estas guerreras entonando su grito de poder en una suerte de deslumbramiento. Esta legión de escritoras se me volvió un solo y gran poema. Y desde entonces, hubo la escritura y la huella de mujeres.


—¿Qué me podés adelantar de tu próxima publicación?

O: Suelo no planear nada, y menos la publicación de un libro. Dejo que al camino lo vaya trazando el azar. El azar es fascinante cuando se pone de tu lado, cuando te sitúa sobre un certero río de palabras, para construir un puente con palabras, lo que vendría a ser el libro, el libro de la vida también. No hay prisa, ni exigencia. Escribo pensando en el lugar donde sueña y despierta el poema. Escribo para encontrar la simpleza de la vida y la escritura.


—Te propongo un juego de preguntas breves-respuestas breves: ¿Sos feliz escribiendo?

O: Tristemente feliz.


—¿Cuál es tu librería preferida de Colombia?

O: Las bibliotecas de mis amigos.


—¿Cuál fue el último libro que te hizo llorar?

O: María de Jorge Isaacs. Me arrancó las tiernas y románticas lágrimas de los diez años. Luego me estremecieron muchos libros.


—¿A qué personaje literario invitarías a una librería?

O: A Bartleby el escribiente, a la librería Shakespeare and Company, para oír leer a Joyce, Gide o Valery.


—¿Con qué escritor quisieras caminar las calles de qué ciudad?

O: Robert Walser, en Cali, mientras me habla de su última caminata por la niebla.


—Vamos con la última, Orietta: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

O: César Vallejo, lo invitaría al bar de la montaña mágica, y le preguntaría por su andina y dulce Rita, y si alguna vez pensó que sus poemas se leerían con tanta devoción.



Esta entrevista hubiese sido imposible sin la intercesión y colaboración de Carolina Urbano. Muchas gracias, Carolina.





Pablo Hernán Di Marco

* Pablo Hernán Di Marco.

Autor de las novelas Las horas derramadas, Tríptico del desamparo y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.
Sígalo en Facebook: pablohernan.dimarco


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