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Tolerancia, cultura y democracia

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No. 7581 Bogotá, Martes 1 de Noviembre de 2016 



Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra



Por: Ramiro Lagos Castro


Nunca, desde el Repertorio Colombiano, vocero de ideas, dirigido hace más de un siglo por la ilustre pluma santandereana de Carlos Martínez Silva, el ensayo primigenio, había registrado su trascendencia nacional fuera de nuestros riscos comarcales. Trascurrieron largos ciclos de periodismo ensayístico, después del hito precursor, adviniendo luego en la primera mitad del siglo XX el discurso hablado y escrito en la época dorada de un Barrera Parra, un Serrano Blanco, un Camacho Carreño, un Tomas Vargas Osorio y un maestro de la crítica como Fulgencio Gutiérrez. Santander entonces se dio el lujo de contar con una galería de exponentes del humanismo y de nuestra cultura racial en apogeo. Algunos de ellos y otros mas de reconocido brillo como Jaime Duarte French y Jorge Sánchez Camacho, están en las bibliotecas en espera de que la Universidad los estudie o las entidades culturales los antologue en un despertar de la santandereanidad orgullosa de sus hombres de letras.

Así se podrían apreciar ante la crítica universitaria las características de nuestra idiosincrasia pensante con su libertad expresiva, su lenguaje de roca y cascada, su claridad contundente, su temple temperamental y su impacto verbal traducido a la escritura diserta. Un estudio a fondo del ensayo santandereano marca la diferencia que hay entre lo clásico y lo barroco, entre la ruptura y la cerrazón, entre lo santandereano y lo no santandereano. Han de admirarse así los relieves de nuestra entidad cultural remarcados en el ensayo y en la tribuna, proveniente luego del campus universitario, su trascendencia se nos presenta basada en fuentes eruditas. Este es el perfil del nuevo ensayismo del siglo XXI, representado entre otros escritores docentes por el profesor, escritor y poeta Antonio Acevedo Linares. Quede claro que el ensayo erudito procedente de la academia universitaria, tuvo en el siglo XX dos paradigmas santandereanos de fama internacional. Me refiero a Carlos García Prada y a Gustavo Correa, ex-catedráticos el uno de la Universidad del Estado de Washington y el otro de la prestigiosa Universidad de Yale en los Estados Unidos. Ambos se destacaron en lo que podría llamarse el “ensayo-scholar”, especializado en la crítica analítica y en la investigación. Sus ensayos de simposios nacionales e internacionales tuvieron su acogida unánime en revistas de la categoría de Hispania y en otras importantes páginas del mundo hispánico. Es entonces digno de celebrarse que este modelo de ensayo erudito brille ahora en las plumas surgentes de la Universidad santandereana, como la del escritor Acevedo Linares. Profesor universitario y por lo tanto académico de la erudición sociológica, no nos sorprende que sus lecturas e investigaciones hayan logrado culminar en este epitome de pensamientos suyos y prohijados de los pensadores, que el ensayista ha titulado “Tolerancia, Cultura y Democracia.”

Al glosar su obra a vuela pluma, para este proemio, que llamo “Apertura”, valga resaltar que su obra es un reto al debate y una avenida de luz difusiva que permite recorrer con el inquieto escritor la historia de la humanidad y del humanismo desde la época clásica hasta la época moderna. Su recorrido parte desde la época griega y romana pasando luego por el Renacimiento, la Ilustración, el Enciclopedismo y posteriores tendencias liberales y socializantes. Llama la atención que el ensayista, como pórtico poético de sus ensayos transcribiera unos versos de Jorge Luis Borges, para iniciar sus ensayos con el tema de la tolerancia. Y no se explica cómo este gran escritor, Borges, tan genial pero tan intolerante y tan enceguecido de pasión política en favor de las monstruosas dictaduras de Chile y Argentina, pueda ser tomado como referente para abrir el primer debate de esta obra. Obviamente todo se explica porque Acevedo Linares además de persona tolerante es un poeta, y es el discurso de la tolerancia y el diálogo sin acaloramientos vehementes lo que predican sus escritos ampliamente fundamentados en fuentes sapienciales.

Por eso se observa en los enfoques de Acevedo Linares un amplio conocimiento de esas ciencias que lo fundamentan hacia el ensayo erudito diferente a la de otros escritores, algunos diletantes posudos, de pantalla narcisista parroquial. No, Acevedo Linares sabe mirarse más en el espejo de sus modelos paradigmáticos del libre pensar ilustrado. El inspira la confianza de ser un escritor de estilo sereno, discursivo, clarividente y profesoral. Sin embargo no posa con el dogmatismo del “magister dixit” sino con las luces de sus fuentes bibliográficas que en sus ensayos marcan un guarismo de más de treinta citas y otras que iluminan su obra como Platón, Aristóteles, Erasmo de Rotterdan, Voltaire, Hegel, Locke, Fukuyama, Leopoldo Zea y otros nombres del humanismo universal, que surgen como faros de sus ensayos. Basados en ellos, el ensayista se asocia a conceptuar que el gran problema de las confrontaciones humanas se patentiza en ese choque continuo de la tolerancia frente a la intolerancia causantes de conflictos bélicos, de represiones y malestares sociales.

Punto del debate a que nos expone el ensayista es señalar que la intolerancia gubernamental de los déspotas y de las castas, genera la tiranía sobre las masas o sobre las minorías esclavizadas por el poder político y económico. Y no se descarta la complicidad del poder religioso. Queda claro que el poder teocrático de origen feudal proviene de la edad media y se perpetúa en Latinoamérica entre las castas o familias privilegiadas que constituyen hoy la oligarquía. Se colige de la visión retrospectiva del ensayista sobre las diferencias que marcan la intolerancia de dominio feudal en que la iglesia juega su papel preponderante en un mundo teocrático e intolerante opuesto al mundo antropocéntrico del Renacimiento en que el hombre asume su papel razonador bajo un total signo de libertad. Un mundo, desde luego, más tolerante, a pesar de que el individualismo pueda asumir también una intransigente intolerancia egocentrista. Ante la intolerancia semifeudal aun vigente en las democracias de influencia despótica, el cambio radical anhelado por el ensayista promete ser a través de una labor educativa de base, un programa de culturización pedagógica en que el profesor transformista se pronuncia por una revolución pacifica cultural que cumpla su cometido. Es lo que el ensayista Acevedo Linares, asumo yo, trata de liderar a través de sus escritos y acaso de su poesía como poeta utópico. Es que en su empeño culturalista, de por sí ya nos mete en su dialéctica desplegada al tema polémico en el que surgen muchos interrogantes. En este asunto el ensayista se ha dado el lujo de adelantarnos acertadas respuestas.

Y ante la intolerancia, difícil de acabar, de los gobiernos despóticos y de las culturas dominantes, el ensayista acude a los textos de Voltaire y de otros pensadores, para debatir el problema de las diferencias en forma más positiva a través de formulas para el cambio mental de los retrógrados entre las clases altas carentes de ética y de luz cristiana para el dialogo fraterno. El ensayista no predica, pero apela a una cita que hace Voltaire de Jesucristo, predicador de la tolerancia y de la fraternidad. EL, “nunca tuvo ningún acto de intolerancia: sus actos predicaban la dulzura, la paciencia, la indulgencia”. En tanto que la llamada cristiandad en cabeza del mando político atenta contra el pueblo cristiano por su intolerancia e injusticia social. La intolerancia, tema debatido por Hegel, por Locke y Leopoldo Zea, entre otros pensadores, entran en el debate del ensayista para contrarrestarlo con el pensamiento de un Voltaire que, aboga, como el ensayista Acevedo Linares, por el ideal de la tolerancia universal. En Latinoamérica es apremiante la tolerancia como medio para el reconocimiento de las diferencias sociales y culturales y sobre todo para el logro de una verdadera democracia de equilibrio pluralista. El ensayista parece insistir en que se difunda por todos los medios la necesidad de aceptar el pluralismo ideológico para construir esa autentica democracia anhelada por las mayorías, basada en el desarme de conocidos enfrentamientos nacionales, pero muy optimista el escritor, confía en los medios informativos y formativos en época en que el poder mediático político domina el mundo. En el campo latinoamericano, hay un enorme temor entre los de arriba de que sus castillos se derrumben y por lo tanto mantienen fogueadas y fogueantes sus baterías contrarrevolucionarias.

El ensayista se libera deliberadamente de entrar apasionadamente en las fogatas de los contendientes, pero el tema es colindante con el problema de América Latina y hay que propiciar la batalla al menos con la ética de la verdad justiciera. Sí, hay que propiciar la batalla, y el ensayista la fomenta, porque las ideas del pluralismo y el multiculturalismo, contribuyen a integrar un continente definido por Haya de la Torre como Indo-americano. En la mente proyectada del ensayista las desigualdades de Indo- América se presentan como puntos prioritarios de su debate en marcha frente al lector culto. Entonces se plantean interrogantes, se arman las premisas y se ponen en claro las conclusiones para proponer la tolerancia para una nueva democracia justiciera, pluralista y humanizada. Ello requiere, según el ensayista desarmarnos frente al otro, mediante el diálogo bajo la ética de la verdad. Insiste el ensayista y es insistente a lo largo de su discurso en promover el diálogo en todos los campos políticos y culturales, pero recalca que “el diálogo es imposible si no se dan las condiciones de igualdad entre quienes dialogan”. Desde luego que las ya curtidas y aferradas desigualdades culturales y sociales hacen más difícil el problema. Lo ideal sería, en mi opinión, sin consultarle al ensayista, que el mundo virara hacia un socialismo justiciero, verdaderamente cristiano, dando entrada al pluralismo ideológico y multicultural con el voto unánime de las mayorías. Sueño este de poetas y el ensayista es uno de ellos aunque en sus planteamientos prima la voz del sociólogo y del educador, divulgador de ideas. El, con tesón, avanza en sus discursos compartiendo con pensadores egregios, navegando por su mar de conocimientos donde los vaivenes del pensamiento afloran reiterativamente para que sus ideales no se queden en mera utopía y coronen su meta de esperanzas.



Referencia


*Prólogo a Tolerancia, cultura, democracia y otros ensayos. Antonio Acevedo Linares. Ediciones Hojas de Hierba, B/manga, Pág. 152.



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