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Una sucesión de historias de amor

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Por: Jaime Alberto Báez Peñuela*


La vida consiste en escoger qué voces sintonizar y qué voces no.



Vivimos inmersos en el ruido. Nos invaden los sonidos estridentes, los gritos de las personas y los rugidos de las máquinas. Hay muchos distractores externos, pero quienes definitivamente rompen nuestra paz son los sollozos internos; sollozos fruto de las penas eternas, las glorias perdidas o los momentos desperdiciados, que no vuelven nunca más.

Nuestro destino es fruto de nuestras decisiones. Casi siempre somos los responsables de lo que nos sucede, mas hay un momento que definitivamente no controlamos: nuestro nacimiento. Nacemos por decisión —o indecisión— de nuestros padres. Pero, ¿qué pasa si uno de ellos se arrepiente y decide dejarnos?

Esa fue la situación de J. R. Moehringer; su padre decidió abandonarlos a él y a su madre, y dejarlos a la deriva. J. R. creció sin su padre biológico, pero, por fortuna, contó con su incansable madre y encontró en el camino a muchos hombres que le ayudaron a forjar su carácter.

En la actualidad, J. R. es un prestigioso escritor y periodista, autor de obras renombradas y ganador de un Premio Pulitzer. Sin embargo, ha tenido que caminar descalzo sobre una senda empinada y pedregosa. Aunque siempre se apoyó en sus amigos del Dickens-el bar de las grandes esperanzas-, el miedo anduvo atado a él como una anémona fijada a las rocas del mar. Como suele suceder, aún hoy lo persigue, pero J. R. mantiene presentes las palabras de su antiguo jefe y mentor Bud:

“Decide ahora mismo cómo vas a enfrentarte al miedo, porque el miedo va a ser la gran cuestión de tu vida, eso te lo aseguro.
El miedo será el combustible de todos tus éxitos, y la raíz de todos tus fracasos. (…) ¿Y cuál es la única posibilidad que tienes de vencer al miedo? Ir con él.
Pilotar a su lado. No pienses en el miedo como en el malo de la película. Piensa en el miedo como en tu guía, en tu explorador de caminos”.




Caminos que todos recorremos, los cuales serían imposibles de sortear sin esos seres que aparecen por causalidad en cada una de las etapas de nuestras vidas. Un ejemplo es el padre Amtrak, cuya breve pero contundente charla con J. R. en el bar de un tren, quedó plasmada en el capítulo 24 del libro.

“La gente no entiende que se necesitan muchos hombres para crear a un hombre bueno. La próxima vez que vayas a Manhattan y veas que construyen uno de esos poderosos rascacielos, fíjate en cuántos hombres hay implicados en la operación. Pues el mismo número se necesita para construir un hombre sólido que para construir una torre”, así cierra magistralmente el clérigo su diálogo con el escritor.

La existencia es un constante crecimiento. Todos los días aprendemos y desaprendemos, nos esforzamos y cansamos; pero, al final, comprendemos que “la vida es una sucesión de historias de amor, y cada una de ellas es la respuesta a otra anterior”.



*Jaime Alberto Báez Peñuela. Periodista.

**Artículo publicado en la edición 93 de la Revista Libros & Letras: https://issuu.com/librosyletras/docs/lyl_93_web/1?e=1860579%2F39769913


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