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Crítica. Jardines sin flores y otros relatos

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Por: Juan Pablo Plata / Bogotá.


De las múltiples maneras de encontrar y atesorar personas, colores, vida y lucidez en donde menos se espera: los resquicios decaídos de una megaciudad: Bogotá y sus vagabundos. De eso va Jardines sin flores de Alfonso Carvajal. Relatos acogidos por Panamericana Editorial en la adecuada colección de Jóvenes adultos, en una obra que despliega una Bogotá inédita donde algunos personajes lo han echado todo a perder por el vicio, un trauma y / o un regusto por el eremitismo urbano, las drogas alucinógenas, la pesquisa de cierta iluminación, libertad, y hasta una cura para males nunca alcanzada.

Hay en esta publicación una seductora voz poética y narrativa en primera persona que inventa- ¿O invoca hechos pasados reales acaecidos al autor?- a partir del deambular por la capital de un país que se percibe renovada, robada de artificios y hasta más chica que antes. Nos dice Carvajal en varias frases: en el recuerdo la ciudad y sus cosas eran magnas. Pero ya no son así. Porque si algo denota este libro es el constante cambio que sufre la ciudad de Bogotá en su mobiliario, paisaje (Donde autor / voz narrativa no encuentran piedra sobre piedra, porque todo lo han cambiado los progresistas como en el soneto Hoy he vuelto a la ciudad enamorada de Antonio Gala) y la inmensa cantidad de seres apartados de la sociedad; seres en el ostracismo callejero por causas externas y también autodeterminación para poder hacer una vida distinta después de haber sufrido algo inconmensurable como el desamor, la migración forzada del campo a la ciudad por causa del conflicto armado colombiano, además de violencia física y psicológica.

La maleza, los restos del ultraje urbano bogotano los describe el escritor con amplio saber de la flora y de los botines reducidos de la vida que se hallan en los rincones viejos, arrasados por la intemperie y el incesante trasiego humano en medio de la argamasa y la naranja estampa que da la arcilla recocida mezclada con una ciudad con mucho verde, es decir, mucha naturaleza andina y foránea como los ubicuos urapanes, pinos, eucaliptos y pasto kikuyo.

El consumo de alucinógenos (marihuana, hongos psilocybe, etc.) y sus efectos son tratados con igual capacidad y elegancia que la recuperación por una tarde del que fuera el espacio de juego y estudio en la infancia o una sala de cine rojo, XXX, donde se logró una primera develación de los tabúes y el deseo carnal.

Es Jardines sin flores, hasta ahora, la mejor síntesis del poeta y prosista hábil que es Alfonso Carvajal.

El libro, prologado por Jorge Volpi, es un vergel impreso perdido y quimérico con mucho amor por Bogotá, pero más amor manifiesta la voz narrativa por la humanidad en general y hacia aquellas personas que habitan en la calle incomprendidas, a quienes no se juzga ni se despacha en la narración como insignificantes por estar alejadas, idas, entristecidas, tercas, furiosas con un mundo donde la sanidad mental y la decencia no son lo que eran ni las tienen ya los que aparentan poseerlas.


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