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Las letras latinoamericanas que enamoraron a Jorge Consuegra

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No. 7573 Bogotá, Lunes 24 de Octubre de 2016 


Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra

Las letras latinoamericanas que enamoraron a Jorge Consuegra

Por: Juan Camilo Rincón*


Para aquellos que lo conocimos, siempre será el Quijote que luchó sin tregua por darle un merecido reconocimiento a los libros y a la cultura en general en este mundo “moderno”, globalizado y digital que se entrega sin contemplaciones a lo fútil.
Ser maestro no es un título con el que se nace o que se otorga a una persona de la noche a la mañana. Por eso, cuando le decimos maestro a Jorge Consuegra, no lo dudamos por un segundo, y tenemos claro a qué nos referimos. Pensamos en él como el gran periodista o el extraordinario profesor que muchos leímos, escuchamos y seguimos durante años, quizás décadas. Sin embargo, es indiscutible su aporte a la cultura nacional como uno de los más grandes y valiosos legados que dejó tras su partida.

En el inicio de su oficio como periodista, llevando su grabadora y una libreta de apuntes, emprendió junto con un amigo del barrio un viaje por Latinoamérica, y envió a las revistas Cromos y Vea sus crónicas sobre los paisajes y personajes que iba encontrando a su paso. Sus páginas se deleitaron con una entrevista que hizo al escritor argentino Jorge Luis Borges o con la historia de la visita a la tumba de Víctor Jara, como símbolo del abuso de poder y el enorme daño que han hecho las dictaduras a los pueblos latinoamericanos.

A sus 14 años, trabajando como mensajero del diario La República, se dio cuenta que quería dedicarse al periodismo por el resto de sus días. Años más tarde creó un pequeño diario llamado Maclaba, en el que se registraban las noticias de lo que ocurría en su barrio. 53 años después de aquel inicio y a pesar de haberse graduado como publicista, puede afirmarse sin exageraciones que con su labor como periodista cultural logró hacer visible la obra de muchos escritores, algunos de ellos desconocidos, que buscaron en él el apoyo que necesitaban para difundir sus letras. Con ellos forjó relaciones significativas de las que también hizo parte su familia; como gran anfitrión que era, llevó de paseo por la ciudad y sus alrededores a más de una figura de la literatura de nuestro continente.

Una de las amistades más hermosas fue la que entabló con Eduardo Galeano; la historia nace gracias a Orlando Fals Borda, sociólogo colombiano. Este había hecho contacto con el escritor uruguayo en sus recorridos por Centroamérica como investigador y periodista; gracias a ello, el montevideano vino en 1986 para hacer parte de la presentación del cuarto tomo de Historia doble de la Costa. Retorno a la tierra de Fals Borda. El evento tuvo lugar en el portón de los libros de la biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. Siglo XXI, que recientemente había publicado en nuestro país Memoria del fuego, decidió usar esta visita para promocionar al autor. Consuegra trabajaba para la editorial y debió recibirlo en el aeropuerto; la conexión fue inmediata y tan fuerte, que terminó siendo uno de sus anfitriones en posteriores visitas. Para la presentación del libro del sociólogo costeño, a cargo de Galeano, a Jorge le correspondía llevar los libros desde la editorial, pero la policía lo retuvo al verlos, creyendo que eran material subversivo. Gracias al buen uso de palabra del periodista el asunto no pasó a mayores y pudo llevar los textos, aunque con cierta demora.

Tres años después el escritor uruguayo publicó Nosotros decimos no y vino a presentar el libro en la Feria Internacional del Libro; aquí se encontró con Jorge y recorrieron juntos la capital. En aquella ocasión Galeano también se cruzó con el caricaturista argentino Roberto “el negro” Fontanarrosa. Como grandes amigos que eran, se veían con frecuencia en Rosario o en Montevideo para hablar sobre política y literatura; esta vez la vida los hizo coincidir en la capital colombiana. Consuegra, que lo estaba acompañando, tomó una foto de este encuentro, que guardaba en sus archivos personales.

Casi una década después Jorge Consuegra viajó a Montevideo con su esposa Beatriz y su hija Natalia, y allí se encontraron con el escritor. Galeano dedicó a Natalia estas palabras en un libro que firmó para ella: “Las palabras andantes van en busca de Chiquita. Ojalá la encuentren. Un abrazo. Eduardo”. En aquella hermosa velada recorrieron la rambla y cenaron en un restaurante de la ciudad vieja que al escritor le encantaba. Al pasar por la avenida que separaba el cementerio de una famosa discoteca de la ciudad, Galeano dijo: “Los fantasmas de este cementerio la pasan lo más de bien, pues salen todas las noches a bailar”.

Un año más tarde, en 1998, Galeano regresó a Bogotá como jurado de los premios de Colcultura. En esa ocasión fue entrevistado por Gloria Valencia de Castaño para el programa “Esta noche sí”. El periodista recuerda que cenó con su familia y el uruguayo en un restaurante del parque de la 93, para luego asistir a un partido de Millonarios en el estadio Nemesio Camacho “El Campín”. La afición de Galeano por este deporte era bastante conocida, tanto que creó los magníficos Su majestad el fútbol y Fútbol a sol y sombra.

Consuegra recuerda otra mágica noche con su familia, Galeano, su mujer Elena y David Sánchez Juliao en el apartamento del escritor cordobés ubicado sobre la calle 19, en pleno centro de Bogotá. Entre las muchas anécdotas de esa velada maravillosa, el periodista destaca la que narró el loriquero sobre su estancia en India como embajador de Colombia: ante la presencia de una terradora boa en el enorme patio de su casa, los mayordomos decidieron llamar a un experto para sacarla de allí. Juliao esperaba a un funcionario de overol y con herramientas de control de plagas, olvidando que se encontraba en el país de los encantadores de serpientes. Tras un par de horas de espera, a su puerta llegó un profesional de turbante; flauta en mano, interpretó una melodía que, ante la sorpresa del escritor y su familia, condujo mágicamente a la serpiente hasta una canastilla. Galeano, impresionado y con la dulce ironía que lo caracterizaba, hizo algunos apuntes que produjeron carcajadas en los invitados. Fue una velada de vinos e historias de hombres geniales cuyas letras son el mejor de los recuerdos.

El escritor Eduardo Galeano en diálogo con Jorge Consuegra. Fotografía de Lope Medina para Revista Semana
El escritor Eduardo Galeano en diálogo con Jorge Consuegra.
Fotografía de Lope Medina para Revista Semana



Cuatro años después el montevideano retornó a la capital colombiana para presentar sus libros Patas arriba: escuela del mundo al revés y El fútbol a sol y sombra. En aquella ocasión tuvo un encuentro informal con el escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis y, de nuevo, con su gran amigo Jorge Consuegra. En una hermosa muestra de afecto, Galeano escribió unas palabras para él, su esposa y su hija: “Jorge y yo viajando en escoba-jet, por gentileza de las brujas. Quede constancia de mi gratitud eterna, y adviértase mi alegría cuando me cruzo a mi amigo en lo alto de la noche. Abrazos, E. G.”. La dedicatoria iba acompañada con un dibujo de las dos brujitas, él como un chanchito —su sello personal en cada firma— y Consuegra como un búho.

Otro uruguayo que tuvo amistad con Jorge Consuegra fue Napoleón Baccino Ponce de León, ganador del Premio Casa de la Américas de Novela, quien le dedicó estas palabras: “Mi querido amigo y audaz editor colombiano, a quien debo la posibilidad de que se me lea en tantos países hermanos y la emoción de conocer lo más típico de su dulce tierra: el afecto y la inteligencia de su gente. Con sentimiento y profundo reconocimiento”.

En su primera visita a Bogotá, Isabel Allende no fue recibida de manera fastuosa como se pensaría. Para 1983, la escritora chilena de cuarenta años había publicado tres libros (dos infantiles y uno en el que se recopilaban sus columnas en la revista Paula) además de su primera novela, que había logrado muy poco del reconocimiento que merece: La casa de los espíritus. Se hospedó en el hotel Continental donde presentó su libro sin mayor fortuna. Luego se sentó en el lobby del hotel a descansar un poco. Entonces llegó Consuegra para entrevistarla; antes de entrar en materia hablaron de literatura por largo rato. Al finalizar el encuentro ella le regaló su obra con esta dedicatoria: “Para Jorge, con el deseo de que estos espíritus salgan del libro y ocupen su casa y, con suerte, también su corazón. Gracias por una charla cálida, educada y entretenida, aunque demasiado breve. Isabel, 1983”.


Jorge Consuegra con el compositor Leandro Díaz, ícono de la música vallenata
Jorge Consuegra con el compositor Leandro Díaz, ícono de la música vallenata

De una u otra manera los grandes representantes de la cultura colombiana de las décadas recientes tuvieron algún contacto con él.


Otro interesante recuerdo es el de su encuentro con el premio Cervantes, Fernando del Paso. Luego de entrevistar al mexicano, el periodista le pidió que firmara su libro Noticia del imperio en una de las hojas interiores. Sorprendido, el escritor le preguntó por qué no quería que le dedicara el libro en la primera página como es costumbre; Jorge respondió que quería su rúbrica allí, pues correspondía al capítulo que más lo había conmovido.

Del Paso no fue el único escritor manito que tuvo contacto con Consuegra. Con Paco Ignacio Taibo II sostuvo una afable discusión sobre la importancia de la lectura y su influencia en las sociedades. Luego, escribió para él: “Se supone que autores y lectores somos una minoría. Pero, ¿quién quiere ser mayoría? Se construye poco a poco un planeta de minorías. Y en el caos, que nos quiten lo bailado, las miles de horas leyendo y escribiendo”. Los halagos provenientes de ese país no terminaron ahí; Sergio Pitol firmó para él, afirmando que lo hizo enorgullecerse “al oírlo hablar con tanto entusiasmo y conocimiento de México”.

En Perú Consuegra también dejó algunos amigos. El limeño Alfredo Bryce Echenique escribió al periodista: “A mi querido Jorge, en recuerdo de una charla realmente viva, tan viva y llena de amor y de vida, que ya resulta crocante, burbujeante, sumamente constructiva y a `joy for ever´. Fraternalmente”. Desde España, Manuel Vázquez Montalbán le escribió: “Para Jorge Consuegra que no ha conseguido cansarme ni que me convirtiera en profeta”.

Podría seguir citando a otros grandes escritores de Hispanoamérica que conocieron a Jorge Consuegra como Manuel Puig, Pablo Hernán Di Marco o Nélida Piñon, pero no quiero pasar por alto a los autores nacionales. De una u otra manera los grandes representantes de la literatura colombiana de las décadas recientes tuvieron algún contacto con él. En su incansable tarea de impulsar la cultura hizo lo posible por apoyar y acompañar la obra de aquellos jóvenes que comenzaban a escribir. Muestra de ello son Jorge Franco, quien le dedicó estas palabras: “Más que haber ganado a un compañero para esta bella causa, me alegra el alma haber conseguido a un nuevo gran amigo. Espero que esta labor que estamos haciendo nos dure muchísimos años”, y Mario Mendoza: “Admirado siempre, Jorge, su potencia de afirmación de la vida y de la cultura, porque en usted están dos sinónimas. Creo que ahí radica su juventud, su talento para no envejecer”.


Las letras latinoamericanas que enamoraron a Jorge Consuegra



También están los amigos que estuvieron siempre con él; el poeta Jairo Aníbal Niño escribió: “A la luz de tus sueños, a la magia de la palabra que vuela, canta y vive en los espacios y en los tiempos del corazón humano”, y el escritor José Luis Díaz Granados: “Nuestras vidas se cruzan y se entrecruzan felizmente gracias a los libros y a los amigos comunes, pero el privilegio es mío por disfrutar de tu amistad y por ello me felicito y espero que siga creciendo el afecto y el calor humano”.

Quienes estamos apenas empezando en estas lides, hemos tenido en su caballo de Troya, Libros y Letras, un espacio para transitar por el difícil camino de la cultura en un país donde esta es casi una cenicienta. Su incansable labor, admirable y genuina como pocas, nos permitió amar los libros y las letras, y es algo que le agradeceré toda la vida. Para aquellos que lo conocimos, siempre

será el Quijote que luchó sin tregua por darle un merecido reconocimiento a los libros y a la cultura en general en este mundo “moderno”, globalizado y digital que se entrega sin contemplaciones a lo fútil. Muchos libros se quedarán a la espera de ese gran lector que ahora nos acompaña desde una dimensión en la que seguramente estará leyendo poemas con Borges y disfrutando de un exquisito jazz con Cortázar.

JUAN CAMILO RINCÓN

*JUAN CAMILO RINCÓN.

Periodista y escritor. Publicó Manuales, métodos y regresos (2007, Arango Editores). Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia (2014, Libros & Letras), Viaje al corazón de Cortázar. El cronopio, sus amigos y otras pachangas espasmódicas (2015, Libros & Letras). Leer más AQUÍ
Sígalo en Twitter: @JuanCamiloRinc2 Facebook: JuanCamiloRinconBInstagram: cronopio49





**Artículo publicado en la edición 93 de la Revista Libros & Letras: https://issuu.com/librosyletras/docs/lyl_93_web/1?e=1860579%2F39769913


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