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Uganda: cuando un libro cuesta el sueldo de un mes

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Por: Alejandro Gamero / Tomado de El Porta(L)Voz


En el país africano resulta más barato pedir a un familiar o a un amigo que envíe un libro desde el extranjero

A aquellos que valoramos los libros no es necesario convencernos de que estos tienen un valor incalculable. Pero dejando a un lado el idealismo bibliófilo, hay que reconocer que a todo ejemplar se le puede poner un precio que va desde unas cantidades irrisorias hasta sumas astronómicas. Basta con visitar cualquier librería de viejos ejemplares. Dejando a un lado el mundo del coleccionismo, como en cualquier otro mercado, el precio exacto de un libro se establece en función de la oferta y de la demanda. Un modelo económico que a veces puede llevar a situaciones curiosas, como que un libro cualquiera pueda costar el equivalente a un mes de sueldo.

Esto es lo que ocurre en Uganda, donde a pesar de tener como forma de gobierno una república presidencialista hay -a todos los efectos- un totalitarismo, dirigido con mano férrea por Yoweri Museveni desde el año 1986. Y si los libros son un bien prohibido en sociedades distópicas del estilo de 1984 o de Fahrenheit 451, parece que en Uganda han encontrado una forma más astuta de restringirlos: establecer unos precios tan prohibitivos para los libros que nadie en su sano juicio se atrevería a comprar uno.

Según una noticia aparecida en la BBC, un libro cualquiera puede llegar a costar unos 140.000 chelines ugandeses, lo que al cambio serían 42 dólares, una cantidad de dinero con la que se puede comprar comida para una semana para toda una familia. Hay libros que pueden llegar hasta los 60 dólares que, en algunos casos, es la totalidad de un sueldo mensual.

Frente a esta situación, las alternativas tampoco pintan demasiado bien. Comprar ese mismo libro por Internet puede suponer rebajar hasta dos tercios ese precio, pero los envíos dentro del país no funcionan de forma adecuada. La opción más efectiva parece ser pedirle a algún familiar, amigo o conocido que tenga que viajar al extranjero que lo compre fuera del país, como si de un mercado negro se tratara.

Con estos precios, el mercado editorial apenas se mueve. El mayor grueso de ventas se encuentra en los libros académicos, exigidos en muchos casos por los planes de estudio, lo que hace que los estudiantes que son, sobre todo los grandes compradores de libros, sean reacios a comprar otro tipo de libros.

Ante esta situación, son dignas de admirar iniciativas como las de Rosey Sembatya, que ha puesto en marcha una Biblioteca Móvil Infantil para permitir que los niños tengan un mayor acceso a la literatura. Por una cuota anual de 30 dólares un niño puede sacar prestados tres libros a la semana. O como la de Christina Kakeeto, que abrió una librería, Bookpoint, donde intenta mantener los precios cercanos al que tienen los libros fuera del país.

Salir del círculo vicioso parece complicado. Si el ungandés medio no puede acceder a libros no podrá formarse ni podrá aspirar a más, con lo cual, tampoco tendrá una economía que le permita conseguir esos libros. Conscientes de esta situación, muchos padres hacen verdaderos sacrificios comprando libros para sus hijos. Porque saben que invertir en libros es invertir en su futuro. Y que una sociedad sin libros, como dijo Mario Vargas Llosa, «está condenada a barbarizarse espiritualmente y a comprometer su libertad».


Alejando Gamero es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla (España). Desde 2006 ejerce como profesor de Lengua Castellana y Literatura. Desde 2004 redacta 'La piedra de Sísifo', un blog de divulgación de contenidos literarios y culturales.


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