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Por una cultura de la tolerancia

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Por Antonio Acevedo Linares


La sociedad contemporánea debe estar fundada sobre una cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el respeto por la diferencia, la facultad de pensar distinto de los demás sin tener que asesinar al otro para imponer una idea, una causa o una razón. Una cultura de la tolerancia nos permitirá pensar una sociedad abierta, democrática, pluralista y participativa que realice los sueños y la imaginación de los hombres con todas sus potencialidades y audacias desde las diferentes perspectivas de pensar la sociedad, la realidad, el mundo y la vida. Desde las diferentes perspectivas de pensar la vida se hace más humana y sensible fundar una sociedad basada en la defensa de los derechos humanos como un proyecto político que permita consolidar en la sociedad la vida como el estado más natural y necesario para fundar la posibilidad de una utopía en la sociedad, construida desde un pluralismo político - ideológico para el consenso como un "nuevo discurso filosófico de la modernidad", en una acción orientada al entendimiento para la creación de espacios de consenso y participación.

Un diálogo para la tolerancia implica fundar una sociedad con capacidad de lenguaje y diálogo para que armonice en el mundo. La relación de los individuos en la sociedad tiene que darse sobre la base de que el mundo no se divide en blanco y negro, la vida tiene muchos matices y perspectivas sobre lo mismo y en donde quiera que cada individuo se sitúe, siempre es posible pensar dentro de una "racionalidad comunicativa" acaso no mediada por una "acción estratégica" para la búsqueda de un acuerdo con un mínimo de entendimiento para que la interacción de la sociedad y los individuos tenga sentido. La dictadura del pensamiento lleva a pensar la realidad y la sociedad desde una sola perspectiva que fomenta formas autoritarias y unilaterales que recortan los procesos de desarrollo y limitan la posibilidad de explorar otras formas para la convivencia y la creación de nuevos modelos para la economía y la política, creando la sociedad radical donde el ejercicio del poder está fundado sobre la perspectiva del partido o el primer ministro.

En Habermas, cultura es el acervo de saber del que los agentes, al extenderse en la acción comunicativa sobre algo en el mundo, se proveen de interpretaciones susceptibles de consenso y la sociedad, como componente del mundo de la vida, a los órdenes legítimos de donde los agentes al entablar relaciones interpersonales extraen una solidaridad apoyada en pertenencia a grupos.[1] Una cultura de la tolerancia en la sociedad garantiza el no surgimiento de la violencia de la intolerancia conformada por el sicariato y los escuadrones de la muerte, que niegan la posibilidad de pensar la vida y la realidad desde otras perspectivas que no sean las de la defensa de los valores tradicionales del establecimiento que son tenidos como valores sacrosantos y perpetuos para la existencia de su denominado "mundo libre". Ahora bien, una cultura de la tolerancia tendría sus propios límites en el marco de la existencia de la sociedad que desarrolla esta cultura de lo humano, porque en el ámbito de lo político o en lo económico pueden surgir formas autoritarias que no aseguran el ejercicio de la tolerancia. Las dictaduras políticas y económicas generan intolerancia hacia otras formas más humanas de orientar la sociedad. Si la humanidad hubiese sido tolerante con la maquinaria de muerte y terror que fue el Nacionalsocialismo, el mundo se hubiese convertido en un campo de concentración y una "raza" que se postulaba como "superior" hubiese generado los más atroces experimentos de laboratorio para su creación y la socialización dentro del nuevo orden del poder, como efectivamente se intentó realizar.

La legitimación de una cultura de la tolerancia tiene que pasar por ese entendimiento y diálogo de los individuos que conforman la sociedad en tanto el consenso garantice su ejercicio y la internalización en el corazón de la sociedad. Una sociedad sensibilizada en la cultura de la tolerancia hará que los individuos se sitúen en la perspectiva del otro, en la cosmovisión del "mundo de la vida" al que pertenece la cultura y la sociedad, en una nueva racionalidad que no vea el mundo en una sola dirección, en tanto que mi perspectiva, situada en la perspectiva del otro y a su vez la perspectiva del otro situada dentro de mi perspectiva, enriquecerá nuevas perspectivas del mundo y los individuos serán más consecuentes, porque racionalmente habrán desarrollado la facultad de pensar por cuenta propia, situarse en la perspectiva del otro enriquece su propia perspectiva en los términos de los principios de una racionalidad kantiana. La diferencia es el respeto por el otro, por su perspectiva, saber que podemos pensar la realidad y la sociedad desde perspectivas opuestas sin que por ello genere un conflicto por la diferencia de nuestras perspectivas. El respeto por la diferencia nos sitúa en el más alto grado de desarrollo de la cultura de una sociedad y nos proporciona el conocimiento, la sensibilidad y la madurez intelectual necesaria para alcanzar una mayoría de edad en el ámbito político y filosófico en la concepción de la vida.

La descentralización de las perspectivas de los individuos acerca de la manera de pensar la sociedad permitirá ir en la búsqueda de la verdad como la única posibilidad real de construir la sociedad donde la cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el respeto por la diferencia sean los aspectos naturales y esenciales de la existencia de una sociedad humana y solidaria. Un individuo capaz de lenguaje y acción comunicativa, estructura una personalidad que garantiza situarlo en condiciones de participación en procesos de entendimiento, para configurar una cultura de la tolerancia con un individuo de conciencia crítica que afirma su propia identidad en un proceso de interacción con los demás individuos y con la sociedad, generando la "reproducción cultural" que asegura una continuidad del ejercicio del saber y la tolerancia en la vida cotidiana, creando una "integración social" que consolida la legitimidad e identidad de los diferentes grupos sociales que interactúan en la sociedad como un proceso de "socialización" de los individuos que aseguran a otras generaciones la capacidad de una acción comunicativa.[2] La sociedad contemporánea tiene que educar al hombre desde su primer estadio de desarrollo para asumir la razón de la tolerancia y el respeto por las diferentes perspectivas que circulan en el mundo de la cultura, sobre el ordenamiento económico y político de una sociedad, sobre las múltiples concepciones del mundo y la vida, sobre la manera de asumir el deseo, la muerte o el amor. La utopía de una sociedad de entendimiento sólo es posible mediante la cultura. Ella será el cimiento sobre la que se construirá la tolerancia y el pluralismo con el respeto que las perspectivas ajenas nos merecen como una manera de que nos respeten nuestras propias perspectivas.

Si pisoteamos las perspectivas del otro, no tenemos derecho a exigir que se nos respete la nuestra, este principio básico debe guiar los presupuestos sobre los que se asuma la tolerancia. Si nuestra perspectiva es falsa debemos tener el suficiente coraje intelectual para abandonar y decantarla en la perspectiva del otro y en el mundo de la cultura. El conflicto que podría generar la confrontación de las perspectivas sólo puede ser atenuado también mediante la cultura. La cultura es el hombre, su manera de pensar no autoritaria sin agredir la perspectiva ganada por el otro, es esa realización y reconocimiento en el otro en tanto que el otro se realiza y se reconoce en mí. La cultura es el espacio mental y físico que permite el encuentro de las diferentes maneras de concebir la vida; es esa facultad de acercarnos lúcidamente a las múltiples concepciones de conocimiento y pensamiento humano que hace afirmar al hombre su propia identidad y afirmarse en la memoria de los hombres porque el hombre es el único animal que sabe que se va a morir y por ello se inventa la cultura como una manera de aprender a morir. Cultura es todo lo que nos acerca socialmente a la posibilidad de un encuentro para la tolerancia, el pluralismo y la libertad. Es todo lo aprendido socialmente y compartido por todos los hombres de la sociedad. El individuo recibe una cultura como parte de una herencia social y a su vez puede introducir cambios que luego forman parte de la herencia de las siguientes generaciones.[3] La tolerancia tiene que ser aprendida socialmente y compartida por el conjunto de la sociedad como un principio fundamental de la cultura. Una inmersión de la conciencia de los individuos en el mundo de la cultura anulará toda forma de dogmatismo que es falsa conciencia.[4]

Educar para la tolerancia es educar para la libertad. Educar para la libertad es educar para el pluralismo. Una educación para la tolerancia es una educación para la cultura. En los espacios construidos por la libertad es posible la cultura como realización humana y emancipación individual y social. La cultura es la salida del hombre de su estado de barbarie. El ejercicio de la tolerancia permite reconocer al otro como un igual haciendo posible el entendimiento racional con el otro. Este reconocimiento de la alteridad a su vez permite ir en la búsqueda de la verdad, saber que no está la verdad en el ámbito de mi perspectiva sino también en la perspectiva del otro y en ese sentido es posible un diálogo sobre la sociedad que vivimos y queremos construir. Reconocerse en los otros es salir de mí para afirmarme en tanto que los otros me dan plena existencia. La subjetividad u objetividad en las interpretaciones del mundo tiene que reconocerse en la cultura desde donde emergen las diferentes perspectivas que hace la diferencia. La pluralidad ideológica permitirá hacer una lectura del mundo desde diversas perspectivas que enriquecerá el espectro del conocimiento y el pensamiento humano y asegurará la libertad social para poner en tela de juicio las concepciones teóricas que no posibilitan el desarrollo del mismo conocimiento y el de la sociedad que se fundamente en una participación democrática, libre y autónoma.

La utopía de una sociedad tolerante tiene que resolverse en la distribución equitativa de sus bienes materiales y espirituales, porque mientras persista la desigualdad y la contradicción de la producción social y la apropiación privada, el conflicto que genera el no - acceso a la cultura y al disfrute de los bienes que produce la sociedad, se mantendrá socialmente y nunca será posible una "acción comunicativa" sobre la base del entendimiento o el consenso. Una solución política al conflicto tiene que fundarse sobre los presupuestos de una "ética argumentativa" donde las opciones políticas fuera del marco de la legalidad constitucional serán reconocidas como fuerzas políticas que también hacen parte del escenario del ejercicio de la política, entendiéndola como la facultad de pensar las soluciones económicas, sociales y culturales para la consolidación de la sociedad.

Negar el reconocimiento político al movimiento insurgente, por ejemplo, como fuerza política alternativa que también quiere acceder al poder y hacer parte de la sociedad como partido, es negar la posibilidad de la existencia del pluralismo como fuente de reflexión y participación, a las diversas opciones políticas a las que puede aspirar un país, una sociedad.El exterminio de fuerzas políticas alternativas por parte de oscuras y reconocidas fuerzas paramilitares es el más vivo ejemplo de intolerancia política que persiste sobre la sociedad. Del odio por opciones políticas diferentes, por la defensa de privilegios y dogmatismos, se ha pasado al odio por la alegría y la ternura que movimientos sociales asumen cuando asumen la defensa por la vida. Una cultura por la defensa de la vida son los valores humanos universales que ya no tendrá retroceso en la sociedad porque se habrá ganado una lucha contra la muerte que quieren imponer los que no se pueden imaginar la vida y el mundo de otra manera.


Referencias

[1]Habermas Jurgen. El discurso filosófico de la modernidad Taurus. Buenos Aires, 1989. Pág. 405

[2]Ibid. pág. 4

[3]Horton, Paul, Sociología. McGraw - Hill. México, 1989. Pág. 54

[4]Habermas Jurgen. Conocimiento e interés. Taurus. Buenos Aires, 1988.



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