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Un café en Buenos Aires con Carlos Colla, ganador de la XV Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera

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No. 7518 Bogotá, Martes 30 de Agosto de 2016 


Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra


Por: Pablo Hernán Di Marco / Argentina / Especial para Libros & Letras.



La novela El final del cielo y de la tierra del escritor argentino Carlos Colla ha resultado ganadora de uno de los premios literarios más antiguos de Colombia: la Bienal Internacional de Novela “José Eustasio Rivera”.

Pese a que un escritor jamás debe ser valorado por los premios que ganó sino por la calidad de su trabajo, es innegable que obtener la Bienal —premio que incluye la publicación de la novela y también una generosa dotación de dinero— es tanto un reconocimiento como un aliciente para seguir escribiendo.

Mi conversación con Carlos Colla tuvo lugar en un momento de bienvenida felicidad en la vida de un escritor: apenas horas después de enterarse que su novela había sido elegida ganadora.

—Estás casado, tenés dos hijos y ocupás la mayor parte de tu día trabajando como ingeniero. ¿Cómo compatibilizás esa vida con la gran cantidad de horas que exige la escritura?

— C: ¿Y quién dijo que la compatibilizo? En ocasiones mi vida es un desmadre. Si a veces lo logro, no es fácil. Con mucha disciplina e insomnio, una buena cuota irrefrenable de frustración y sacrificando tiempos de descanso y familia pero, parafraseando la canción, es sólo literatura pero me gusta.

—En el año 2000 ganaste en Francia el Premio Internacional de Cuento “Juan Rulfo”. ¿Qué ganaste y qué perdiste como escritor desde aquel año a hoy?

—Gané un mayor sentido de la realidad y de mis vicios y defectos como escritor, y un disco de Bauhaus. Perdí ilusiones.

—Los años que pasaron entre un premio y el otro me hacen sospechar sobre el por qué de las ilusiones perdidas, pero así son los tiempos de la escritura. Estoy convencido de que el principal requisito de un escritor es la paciencia. Espero que obtener un premio como la Bienal resulte un aliciente. Decime, Carlos: ¿cómo te enteraste de que eras el ganador? ¿Cómo viviste los minutos posteriores?

—C: Me enteré por mail. Y lo viví desencajado; estaba en una reunión en el trabajo y tuve que seguir trabajando todo el día.

—¿Qué me podés adelantar de tu novela ganadora del premio?

— C: Son cuatro historias independientes e interconectadas con el telón de fondo del proceso de reorganización nacional y las obras de Pieter Brueghel el Viejo como hilo conductor, en donde coexisten la revolución hippie, el descubrimiento del Amazonas, la masacre de los mártires palotinos, los templarios en la Patagonia y otras obsesiones. Tarde unos tres años y medio en escribirla.

—Los organizadores de la Bienal te invitaron a viajar a Colombia a principios de diciembre para que estés presente en la ceremonia de premiación. ¿Qué expectativas te despierta el viaje?

—C: Lo que ya viene ocurriendo: conocer escritores y personas relacionadas con la literatura. Hasta ahora conocí muchos ingenieros, lo que no está mal porque varios están locos. Y por supuesto conocer esa nación, cuna de grandes escritores.

—Vamos con la última e inevitable pregunta de “Un café en Buenos Aires”: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

—C: A James Joyce, a La Cigale o a tomar absenta en Salvame María. No le preguntaría nada, me emborracharía con él y después le pegaría un trompazo por haber escrito una obra que la humanidad tardará siglos en superar… si es que lo logra alguna vez. Ah, y si está en el mismo bar trataría de levantarme a Assia Wevill aunque no creo que me dé bola.


Uno de los jurados de la reciente edición de la Bienal es nada menos que el reconocido poeta colombiano radicado en Estados Unidos Manuel Cortés Castañeda. Llamé a la Eastern Kentucky University, en donde Cortés Castañeda trabaja como profesor de español y literatura de los siglos XX y XXI, para saber algo más acerca de la novela ganadora.


—¿Qué motivó al jurado a premiar la novela de Carlos Colla por encima de las otras participantes?

—M.C.C: Desde el primer párrafo El final del cielo y de la tierra es una promesa inquietante que genera interés por la lectura, que logra que el lector se comprometa, sienta empatía con el texto y se convierta inmediatamente en cómplice tanto del proceso narrativo como de las situaciones y los personajes.

—¿Qué puede adelantarme en relación al uso del lenguaje?

—M.C.C.: La novela en su totalidad está bien escrita y lograda y, a pesar de ser extensa, consigue que todo su entramado se mantenga vivo, fresco, y genera en el lector la necesidad de continuar la lectura. La intensidad y el ritmo, que no decaen por ningún motivo, logran que el interés del lector se mantenga durante todo el proceso narrativo. Y la búsqueda por lograr nuevas formas de expresión es tal que la intensidad y la transparencia del lenguaje se vuelve de manera progresiva y sutil uno de los personajes del texto.

—¿Quiénes fueron tus compañeros jurados?

—M.C.C.: La escritora cubana Lourdes González y el escritor colombiano radicado en París Eduardo García Aguilar.

—Muchas gracias, Manuel. Ahora solo nos queda disfrutar de la lectura de la novela.

Pablo Hernán Di Marco

* Pablo Hernán Di Marco.

Autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora del XXI Certamen Literario Ategua 2010, España), Tríptico del desamparo (ganadora de la I Bienal Internacional de Novela «José Eustasio Rivera» 2012, Colombia), y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.

Sígalo en Facebook: pablohernan.dimarco


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