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El cine colombiano del siglo XXI: Una deseable diversidad

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Tomado de Retina Latina*


En los últimos tres años, el cine colombiano ha tomado una visibilidad en el panorama internacional que resulta tan asombrosa como indesmentible.

Los méritos de “El abrazo de la serpiente” no se circunscriben a sus múltiples premios y el reconocimiento del público de diversas latitudes; menos todavía habría que asociar su importancia a la nominación en los premios Oscar. En su tercera película, Ciro Guerra se consolidó como cineasta, el más importante de su generación, debido a que encontró una forma de relato que no prescindió de la apuesta formal e incluso de la experimentación y a un tópico poco explorado.

Otro autor indiscutible del cine colombiano como Luis Ospina, el artista rebelde por antonomasia, batió el récord de público para su propio estándar con “Todo comenzó por el fin”, película que retoma la épica contracultural de los miembros de una generación de directores y escritores de Cali que fueron paradigmáticos de un cine latinoamericano independiente y estaban a contramano de una cierta tendencia en la región ligada a una forma de vincular el cine con la política.

Títulos como “La tierra y la sombra”, “Alias María” y “La sirga” pasaron por el Festival de Cannes en ediciones precedentes, mientras que “Los hongos” y “Siembra”, por citar otros casos, arrancaron en el prestigioso (y radical) Festival de Locarno. Se puede (o debe) discutir el rol de los festivales europeos en la canonización del cine latinoamericano, pero más allá de ese análisis pendiente, las películas citadas y otras tienen un cierto nivel estético que resulta innegable.

En este nuevo contexto del cine colombiano, el ciclo que reúne a cinco películas recientes sirve para completar un poco más el panorama de la cinematografía de mayor progreso de los últimos tres años. Alguien dirá entonces que la inclusión de films como Días de vinilo y Presos es injustificada, dado que una transcurre en Argentina y la otra en Costa Rica, pero una mirada más atenta descubrirá de inmediato que se trata de coproducciones con el país de Lucrecia Martel y Leonardo Favio. Si estuviera el citado film de Guerra, que transcurre en la Amazonia, alguien podría objetar que es también un film argentino, debido a que la producción es de naturaleza mixta. Esto lleva a otro debate pendiente: ¿Qué significa hoy una cinematografía nacional? ¿Qué determina, en las coordenadas simbólicas y económicas actuales, la nacionalidad de un film?

En los tres casos restantes no habrá duda alguna de que se tratan de películas colombianas centradas en temáticas muy propias del país: las consecuencias de los enfrentamientos armados entre ejércitos independientes del estado colombiano, el deseo de emigrar a los Estados Unidos y la decadencia institucional del país atraviesan los relatos de Ruido rosa, Un asunto de tierras y Antes del fuego, films muy distintos entre sí, ya que se tratan, respectivamente, de un drama intimista, un documental observacional y un thriller político.

Así, las cinco películas suman para ir reuniendo evidencias sobre la evolución del cine colombiano actual e ir constituyendo paulatinamente un mapa conceptual de su presente. Las perspectivas son promisorias.

*Por Roger Koza, de OtrosCines.com.


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