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Zejo Cortez: Se va más a una mesa de novelistas que a un recital poético

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Por: Luis Condori / Tomado de La República / Perú.


Si recuerda a Nicomedes Santa Cruz, de inmediato se encontrará con un mundo de octosílabos. Todo envuelto en música. Y ese constante movimiento, vamos hurgando en sentimientos ajenos y propios.

Aunque quisiéramos llamarlo poesía a secas, es posible que solo se caiga en el error. La décima tiene todo un significado tradicional, donde hay que ir relacionando líneas y versos.

Siguiendo con esta tradición, el escritor Zejo Cortez ha publicado "Tiempo propio", un libro que se ha construido a través de un ritmo dulce y sátiro. Esta entrevista parte de la duda, de lo que a veces uno cree que es pero termina siendo lo contrario.



-El poemario de pronto se convierte en música. Y aunque digas que son décimas, se lee como verso libre. ¿Cómo diferenciarlo?

-"Tiempo propio" ha sido tratado, tanto en letra como en música, para que la estructura de la décima (en sus variantes) no se sienta forzada. Eso le otorga libertad. La estructura desafió a los cantautores; las temáticas y variantes otorgaron dinamismo. Esa era la idea. Cuando uno va a un salsódromo y escucha “No hay cama pa’ tanta gente” de El gran combo de Puerto Rico, no sabe que son décimas.

-Claro. Pero alguien que sabe diferenciarlo, lo identificará inmediatamente. ¿Cómo crear décimas sin pensar en versos? ¿Hay una guía?

-"Tiempo propio" es un libro íntegro de décimas en variantes que he podido investigar: pecho quebrado (8-4 sílabas, en su continuidad hasta llegar a diez versos), décimas puras sin estructura fija, coplas reales, décimas espinelas, décimas en pareados, décimas espinelas con licencia, etcétera. Pensar en el verso es importante en la construcción de cada estrofa: hay que encontrar por cada línea una luz que encienda al verso siguiente, que a su vez esté dispuesta al servicio de la música. Los recursos estéticos y lingüísticos varían de las décimas escritas u orales. Así aprendí en La Habana en mayo del 2014, cuando estuve de visita como jurado del III Campeonato de Improvisación Poética. En ese contexto, surgió la idea de realizar el proyecto, que se vio materializado en septiembre de 2015.

-Y se vuelven manejables, como dice Benjamín Edwards. Las décimas resultan siendo un objeto.

-Se hacen manejables desde su concepción. Más que objeto, las describiría como un instrumento multiconceptual que intenta dejar un mensaje en épocas de modernidad líquida baumaneana. Son multitemáticas: intentan congregar conflictos íntimos (como el amor, la muerte, la soledad) hasta conflictos globales como en la canción Réquiem para nuestro mundo (en la que se habla de Siria, por ejemplo).

-Justamente, el amor, la muerte, la soledad, entre otros, se van turnando para contar algo, para resaltar algún sentimiento. ¿Todos estos puntos han sido experiencias tuyas?

-Cuando uno escribe los primeros poemarios parte del clima íntimo y personal. "Tiempo propio" fue el tercer poemario e intentaba alejarse de esa perspectiva individualista. Vivir el mundo también es observarlo. En Réquiem para nuestro mundo, por ejemplo, se lee (y escucha): Que el APEC, que Siria, Irán, / que los del Estado Islámico, / que Xi Jinping y el dinámico lío de India y Pakistán. / Que la Biblia, que el Corán, / que el plebiscito español, / que Brasil, que el descontrol / de Putin. ¡Que ya perdí! / ¿Qué diablos quieren de mí? /…Solo quiero ver el sol. // En definitiva, no he vivido concretamente todo, aunque he estado influenciado por las historias encontradas en el periodismo y de otros artistas que he conocido. Existen otras composiciones como “La papilla de Matías” donde, en efecto, está dedicada para mi hijo. El carácter universal de "Tiempo propio", además, se da en la entrega de las letras a cantautores de cinco países diferentes. Imposible no escribir las letras, también, teniendo en cuenta sus contextos sonoros, sus personalidades, sus culturas.

-La vez pasada hablábamos de lo poético y lo prosaico. ¿La narrativa para ti qué desafío resulta? ¿Se puede migrar fácilmente?

-Toda literatura en distintas expresiones requiere esfuerzo y constancia. Este año, justamente, publicaré Todas las noches, otros diluvios, el cuarto poemario, que marca el desafío del retiro de las publicaciones de poemarios para saltar a la novela. Entré al curso de narrativa con Iván Thays para encontrar herramientas. Además, sospecho, mi editorial estará agradecida: cuatro poemarios en los últimos cuatro años y por azar de la vida no han ido a la quiebra.

¿Ser poeta en el Perú es un desafío más grande que escribir novelas?

-No me considero poeta, sospecho que debo andar en algún rumbo que me lleve a ese ideal que han intentado abrazar Stefan George o Nicanor Parra. Cierto es, que en nuestro país cultivar arte es difícil e intentar vivir de ello resulta quimérico. En otros países existe un trato justo al artista, y se le mide por su real dimensión estética y su trascendencia social. Eso sí, se venden más novelas que libros de poemas. Se va más a una mesa de novelistas que a un recital poético, aunque por los recitales que organizo junto al fotógrafo Miguelcha Gutiérrez y al poeta Milton López, parece que la situación se revierte. El desafío está en innovar y alcanzar la poesía a más personas a través de los nuevos canales y formas de comunicación planteadas en esta era milennialista.

-Publicar un poemario de por sí es ya una transformación, ¿no?

-No sé qué pensarán otros, pero sospecho que es un intento.

-¿Qué significado tiene para ti escribir poesía?

-Escribir poesía significa estirar el lenguaje hasta donde no alcance más. Significa poder graficar más allá la perspectiva de la vida y el mundo, donde el lenguaje cotidiano no ha podido llegar. En el sentido personal, la poesía ha sido la forma que he encontrado para comunicarme y para intentar transformar el mundo, en ese ideal utópico que no renuncia

-Para terminar, ¿le hace falta algo a la literatura en el Perú? ¿Cuál piensas que es el camino?

-Los juicios son complejos para temas globales, decía Steiner. La sociedad global produce enlatados que son aclamados por los grandes públicos. Perú no está eximido a esta realidad. Incluso nuestro sentido de búsqueda está predeterminado. Romper con el sistema es necesario, asentarnos en el llano y empezar a construir sin la soberbia de la lozanía ni el prejuicio de la vejez es fundamental. Renovación constante. Entender que solo estamos de paso y que tenemos la oportunidad de cambiar algo desde nuestra posición. El arte no debe ser para regodeo personal.


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