Otro nocturno
Por: Amílcar Bernal Calderón
Hay menos autos por la línea de fuga a esta hora
de la noche,
cuando
veo su estampida hacia el fondo de lo más
remotamente oscuro,
allá donde termina el parque, a muchos
ojos negros de distancia,
los autos,
los veo
desde la ventana de mi ausencia,
refugiado en mi nombre y mis señas,
escondido en mí mismo y hecho trizas
por el dolor del día,
desde este lado del gran mar de sombras,
nocturnamente gris, casi epitafio,
observo
-como el águila cuida su presa
antes del momento preciso
de ir por su muerte-
otra vez una noche que es la noche de siempre,
la de la calle que se obstina
en ser oscuramente igual, el lago negro
de las diez de la noche, noche
la que se escribe
con las palabras de las luces que viajan
por la línea de fuga, los puntos suspensivos
de los perros que pasan,
los ceros de los gatos sobre algodón de nube,
el celador como una tilde sobre el vocablo de la inseguridad,
seis gotas de llovizna sobre la ciudad como un pañuelo
que duerme sideral, desorbitada, torva,
de tul y azar de azul y plomo, ella,
inmensa,
vecina de mi sueño.