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El escritor peruano Francisco Ángeles presentará un nuevo libro en la Feria Internacional del Libro de Lima.

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Por: Luis Condori / La República / Perú.


Francisco Ángeles: "El concepto “autoficción” me parece que no tiene sentido"

El punto clave de esta entrevista ha virado hacia lo no establecido. De la misma manera en que Francisco Ángeles se ha alejado de sus contemporáneos para estar cerca de lo contemporáneo. Si bien han pasado semanas para que esta entrevista se concrete, Ángeles ha sido paciente, como cuando te enfrentas al documento de Word en blanco. Él acaba de publicar "Plagio", su tercera novela. Previo a ello, "Austin, Texas 1979" se había convertido en una historia muy comentada en los círculos literarios. Una novela atípica, llena de preguntas que generan más preguntas. Conversar con el escritor peruano ha sido mirar a la literatura desde otro ángulo, un poco más real, sin ficciones.

-Quiero arrancar con una pregunta que me ha ido rondando en la cabeza: ¿qué es ser original en literatura? Se habla mucho de “matar al padre”, como dice Mario Vargas Llosa, pero con tantísimos modelos, ¿qué es lo que se puede crear sin ser algo parecido a otro autor?

-Es curioso empezar con esa pregunta porque la novela que presentaré en la próxima FIL se titula precisamente Plagio. Y una de las preguntas que me planteo con ese libro es la siguiente: ¿es posible proponer algo radicalmente nuevo? Pero ya no en la literatura, que finalmente no es tan importante, sino en la vida. O, si se quiere poner en esos términos, en la historia. Todo en la historia es repetido, diría Borges, que como sabemos creía en el tiempo circular. Pero no hay nada metafísico en eso, las cosas no se repiten por pura circularidad inexplicable sino porque existe una tradición. En eso sí creo totalmente: hay tradiciones literarias, pero también tradiciones históricas. Tradiciones revolucionarias, tradiciones de represión. Todo lo escrito queda como un depósito de memoria, no para que las cosas no vuelvan a ocurrir, como dice el lugar común, sino todo lo contrario: para que sí se repitan.

-Creo que la fórmula de Borges, la de no confesarse totalmente, tiene mucho sentido en estos tiempos, ¿no crees? Ahora se dice todo en un libro.

-No sé qué decía Borges sobre la confesión, no creo que mucho, tomando en cuenta que era agnóstico y toda confesión es en el fondo un acto religioso. Pero en todo caso no es importante. Las coincidencias entre la vida de un escritor y lo que aparece en sus libros me parecen absolutamente irrelevantes. Yo quiero leer buenos libros, me importa muy poco si eso le ocurrió o no al autor. Esa es una de las razones por las cuales no le encuentro sentido al término “autoficción”.

Te he escuchado haciendo críticas sobre la autoficción. Y es lo que ahora está más presente, creo, en las librerías. ¿Tan malos libros se puede encontrar en esa manera de hacer literatura? Pongo el ejemplo de Karl Ove Knausgård.

-Tres cosas breves. Primero, no he criticado los libros que son considerados de autoficción, que pueden ser buenos o malos, como cualquier otro tipo de libro. Digo que el concepto “autoficción” me parece que no tiene sentido. Segundo, libros malos hay en todo tipo de temas. Si vamos a comparar, creo que peores son muchos sobre Sendero Luminoso. Tercero, Knausgård me parece malísimo, sí, un desastre, no lo volvería a leer ni aunque me pagaran. Pero no porque haga “autoficción” sino porque sus libros me parecen malos, que es muy distinto.

-En la mayoría de las entrevistas que he hecho a escritores peruanos, terminaba preguntando sobre qué panorama ven en la literatura peruana. ¿Hay algo que no esté funcionando de la manera que todos creen para que haya muchos más escritores, más lectores, más librerías?

-La crítica es un desastre absoluto. Una calamidad, una desgracia. Es para llorar. La crítica, digo, no solo los críticos o no necesariamente los críticos: me refiero a una forma de valorar las obras literarias, antigua, desgastada, previsible y cancelativa. Como usualmente la crítica no tiene mucho que decir, lo que es normal, la mediocridad es normal en todas las disciplinas, buscan la metáfora de la nación o de la identidad peruana en las obras. Entonces si un libro hace una “metáfora de la identidad nacional” o representa “la división que define al Perú” o el “desencuentro cultural” o cualquiera de esas cosas mil veces repetidas consideran que el libro es valioso. Yo pienso todo lo contrario: que no necesitamos un solo libro más para volver a decir que existe diferencia cultural o que el Perú se divide entre “dos mundos”; que es otro tema que le encanta a la crítica, ese viejo identitarismo que termina “canonizando” obras que para mí no tienen mayor valor.

- ¿Piensas que Vargas Llosa sea un modelo literario ya desgastado?

-No puedo hablar por otras personas. A mí no me interesa en absoluto seguir el tipo de literatura de Vargas Llosa ni lo tengo como modelo ni ha sido nunca el tipo de escritor en que quisiera convertirme. En mi opinión, ese tipo de novelas realistas con intención totalizadora, en el que una sola persona, un escritor, además, es decir alguien que no es especialista en nada fuera del lenguaje, va a venir a contarte la historia completa no me lo creo y en esta época me parece insostenible. Hay mucho trabajo en diversas disciplinas, historia, sociología, antropología, además de las ciencias naturales, como para que yo pueda creerle a un escritor, Vargas Llosa o quien sea, de que es posible obtener la versión final de una historia cualquiera. Mucho menos lo de representar una época o una sociedad. No veo ninguna luz por ese lado, y creo que lo mejor que vendrá no tendrá vínculo con ese tipo de literatura. Pero si otros piensan que es buena idea escribir en su línea me parece bien. Cada uno elige su propio camino. El mío no va por ahí.

Urgidos por una necesidad, como diría Borges. ¿Ese es el comienzo de una línea?

-No creo que dependa de una necesidad literaria. En todo caso sería una necesidad vital: observar el mundo contemporáneo de la manera más profunda posible, y arrancarle unas cuantas verdades que no podríamos alcanzar desde el periodismo ni desde la sociología. Con eso basta para empezar a construir la obra que quisiera encontrar.

-Canonizar. Esa palabra es recurrente en el ámbito literario. Es como ser ortodoxo. Te veo alejadísimo de esos círculos. Casi como Cioran lo hizo con sus contemporáneos.

-Quizá hay que estar literariamente lejos de los contemporáneos para estar cerca de lo contemporáneo.

-Sí. Leí tu novela Texas 1979. Y aunque es atípico en mis entrevistas no tocar el libro del autor, quisiera saber si la novela te costó mucho construirla. Terminé cuestionando muchas cosas que no solo me pasaban, sino también de lo que me rodeaba.

-Gracias por eso, que es el mejor comentario que un escritor puede recibir, al menos para mí. En cuanto a la estructura, no, no me costó, fue un libro que salió muy natural, muy rápido. Pero eso tampoco creo que sea una virtud ni un defecto por sí mismo

-Tienes un libro que presentarás pronto. ¿Va a ser tan bueno como Texas 1979? (risas)

-(Risas) Es distinto, muy distinto, porque es una versión de mi primera novela. Por eso está dedicado a Ricardo Piglia, que es mi verdadero padre literario. Si existe algo como lo que algunos llaman “parricidio” sería contra él. Pero vengo trabajando una novela nueva, la cuarta, que sí será mucho más parecida a Austin, Texas, pero bastante más larga y creo que mucho mejor


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