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Channel: Libros y Letras
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El alma de los libros

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¿Puede un título torpe torcer un destino de gloria? Para unos escritores es la piedra sobre la que construyen; otros llegan a él de manera tortuosa. 

A veces está allí desde el principio y, entonces, funciona como una guía, como un faro en la niebla, como un antídoto contra la oscuridad. Pero eso es a veces, sólo a veces. 

A veces llega al final, como una epifanía o una calamidad, reclamando el derecho de bautismo, bajando al reino para decir he aquí el nombre con que mentarás tu obra: he aquí el nombre de lo que has escrito. Pero eso es a veces. Sólo a veces. Porque en el camino de un libro hacia su título —perfecto o no— suelen intervenir la inspiración propia y las ocurrencias de los amigos, las sugerencias de los colegas y las frases oídas al pasar, la conversación con una novia y la contemplación extática de la biblioteca, todo eso durante un periodo —más o menos agónico— en el que todo puede ser un título en potencia —una marca, el eslogan de una fábrica de sillas— hasta que un día ese magma caótico se ordena y el escritor despierta a un mundo en el que, al fin, su obra comparte, con las demás criaturas de la tierra, eso que todas tienen: un nombre. Y siente, entonces, algo parecido a la felicidad, porque el título de un libro no es una sucesión de palabras ingeniosas, sino un estambre soldado al corazón de una historia de la que ya no podrá volver a separarse. En busca del tiempo perdido no puede leerse sin sentir, sobre cada una de sus páginas, el influjo triste, decadente y celeste, que emana de su título. Y Guerra y paz no es una frase, sino parte de la patria que ese libro —y ese título— fundaron y habitan. 

*** 

—El título es un dibujo al carbón de lo que hay dentro —dice Juan Cruz Ruiz, escritor, periodista y editor español al frente de Alfaguara en los años noventa—. Cuando chicos, rayábamos con lápiz sobre una moneda hasta que salía la efigie de la moneda en el papel en blanco. A la mitad ya podías intuir qué salía. Pues el título es como la mínima parte de un borrador. Por eso Crónica de una muerte anunciada es un gran título: dice de qué va la cosa, pero creando misterio. 

—El título tiene que ser un espejo diminuto de lo que es el libro —dice la escritora mexicana Carmen Boullosa—. No tengo un código para encontrarlo, pero hay un flujo de placer casi corporal cuando es el título correcto. Casi como encontrarse a un posible enamorado en un elevador.

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