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Un café en Buenos Aires con Silvia Arazi

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No. 7429 Bogotá, Jueves 2 de Junio de 2016 


Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra

Silvia Arazi
Silvia Arazi, fotografía de Mariela Cirer Lesta


Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros & Letras / Buenos Aires, Argentina.


El temor a no ser de capaz de volver a contar una historia que enamore a los lectores, la experiencia de dictar talleres literarios en un pueblo de encanto, los libros y las películas que nos acompañaron y decepcionaron, el amor por la obra y la figura de Chéjov… apenas algunos de los temas que conversamos con la escritora, actriz y cantante Silvia Arazi durante una tarde de otoño. En Buenos Aires y con un siempre bienvenido café de por medio, por supuesto.

—Más allá de escritora, también sos cantante y actriz. ¿De qué manera la Silvia cantante y actriz enriquece a la Silvia que escribe?

S: Creo que la literatura, más que ninguna otra, es una disciplina que se nutre de todas las experiencias de un escritor. El teatro me permitió sentir las palabras vivas en el cuerpo. En cuanto al canto, creo que la música y la literatura son hermanas. El ritmo y el silencio respiran en la prosa y la poesía.

—Dictás talleres literarios en Colonia del Sacramento. ¿Qué le aporta un pueblo así de melancólico y encantador a tus talleres?

S: Colonia es una ciudad lenta, pequeña y algo irreal. Dar taller de escritura allí es una experiencia muy rica. Algo ocurre allí. Como si en ese silencio los textos y las palabras adquirieran más cuerpo, más hondura, un relieve mayor.

—En 2013 tu novela La maestra de canto fue llevada al cine por Daniel Broitman. Contame la experiencia de ver a tus personajes en la pantalla grande. Imagino una gran felicidad, pero también un fuerte desprendimiento.

S: Me provocó emociones muy contradictorias, siempre intensas. Por un lado, incredulidad, enorme alegría. Por otro lado, es difícil ver que tus personajes cambian, y que esa historia se transforma al pasar por el tamiz de la mirada de un otro. Me dio mucha felicidad que fuera llevada al cine pero fue también un arduo ejercicio de desprendimiento. Dejar ir a tu niño, nunca es fácil.

—Esa misma novela está a punto de ser reeditada por Letras del sur. Toda reedición, más allá de ser un homenaje, es para el autor un inevitable reencuentro con el escritor que años atrás escribió aquella novela. ¿Cómo vivís ese reencuentro?

S: Lo vivo con mucho placer. Es una novela que siento muy cerca. Sin ser autobiográfica, está impregnada de vivencias personales y creo que todos los personajes tienen algo propio. La escribí durante varios años y recuerdo que cuando le puse el punto final, sentí una gran soledad. Extrañaba a mis personajes como se extraña a los seres queridos.

—Pocas figuras me resultan más atractivas que la del escritor que duda sobre su capacidad para volver a contar una historia que enamore a sus lectores. Vos, como casi todos los escritores, sufriste esa crisis. Contame cómo la atravesaste.

S: Una pausa –de siete años en este caso- es algo doloroso para alguien que escribe ya que tiembla en el aire el temor de no volver a escribir. Sería muy largo explicar las razones que lo produjeron, pero agradezco haber aceptado ese silencio. Fue necesaria esa pausa para repensarme. Al volver, entré por una ventana. Y yo no era la misma.

—Lo que decís me recuerda a algo que le oí decir a Liliana Heker: que los períodos (a veces prolongados) que atravesó sin escribir siempre le provocaron gran angustia, ya que ella solo se siente escritora cuando escribe. Que la obra ya escrita es el pasado y poco importa, ella solo se siente escritora cuando escribe. Cambiemos de tema, Silvia. ¿A qué escritor te gustaría besar con pasión?

S: A Chejov. A Erri de Luca.

— ¿Alguna vez lloraste leyendo un libro? ¿Con cuál?

S: Con varios. También con los propios. Pero nunca como en el cuento “Tristeza” de Chéjov. Si lo leo en voz alta, sé que no puedo llegar al final.

—Nombrame un libro que te haya enamorado. Y también un clásico de la literatura que consideres sobrevaluado.

S: Me enamoré de muchos y son los únicos que conservo. Me enamoró Pedro Páramo de Rulfo, La acompañante de Nina Berberova, Los adioses de Onetti. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, hay muchos libros que me aburren pero tal vez sea mi culpa.

—Y ahora una pregunta a la Silvia actriz: nombrame una peli que te haya enamorado y un clásico del cine que consideres sobrevaluado.

S: Peli que me enamoró: Desde ahora y para siempre de J. Houston. Film sobrevaluado: Carol y tantos otros.

—Vamos con la última pregunta de Un Café en Buenos Aires, Silvia: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

S: A Chéjov, sin duda. Lo llevaría a Las Violetas y lo invitaría a tomar un té con masas. Hablaría de todo con él, durante horas. De todo, menos de literatura.


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