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Los hijos de la fiesta. Una novela de Andrés Hoyos

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“Escribí Los hijos de la fiesta en parte para saldar mi vieja deuda con la Bogotá burguesa y presuntamente liberal de la segunda mitad del siglo XX, en la que nací, crecí y se me complicó la vida. Dicho esto, Los hijos de la fiesta no es una novela autobiográfica, salvo por el hecho de que los personajes y yo hacemos parte de un mismo espectáculo. Yo tal vez habría podido conocerlos de haberme movido con algo más de audacia. Protagonizada por Isabel Linares y Alejandro Salinas y sus respectivos entornos vitales, la novela no es una diatriba ni tampoco un elogio de Bogotá, sino que a su manera la convierte en un personaje escenario. La novela tampoco aspira a resolver el enigma multitudinario de la ciudad, aunque sí infiltra en sus laberintos una ficción que sirve para recorrerlos en compañía de un grupo inquietante”.

Andrés Hoyos.


Los rezagos de las épocas más violentas en la historia colombiana reciente están cobrando especial fuerza en medio de la esperanza y controversia generadas por las negociaciones de paz. La novela de Andrés Hoyos abre los cajones de la ficción, los recuerdos sepultados y las anécdotas familiares contadas hasta el cansancio para armar con los vidrios rotos una realidad que, ya sabemos, es compleja en su amplitud y sobrecogedora en sus detalles. Un libro que nos recuerda que el rumbo hacia nuestros ideales como país aún no está definido y que la historia tiene la mala costumbre de cobrar sus cuentas.

Los hijos de la fiesta dará mucho de que hablar en la Colombia de estos tiempos que aún hoy, después de tanta sangre, se pregunta si la violencia es una ruta sensata hacia sus sueños.


Sinopsis


Los hijos de la fiesta desanda la memoria de un país violento e inestable, acomodado en las estructuras más añejas de poder, familia y convenciones sociales. Nuestra idiosincrasia suele hacer que converjan los episodios más propicios para el llanto con la embriaguez eufórica de la celebración. Con una arriesgada estructura narrativa, este libro avanza a través de esos puntos de contacto y ahonda en una observación crítica de la historia, al tiempo que revela un amplio coro de personajes y desnuda con ironía el cinismo de unos y el esnobismo de otros.

Esa estructura superpone dos tiempos, en los que la muerte se pavonea con escalofriante serenidad: el primero avanza y retrocede durante la década que va de 1985 a 1995; el segundo echa raíces en los años cuarenta, pero recorre a saltos la segunda mitad del siglo xx hasta llegar a 1984. En ese trayecto el lector es testigo de la formación de un linaje y sus historias de amor, crecimiento y decepción. Más que familias, en este relato hay clanes, lo que nos recuerda un cierto fondo tribal aún vigente en la sociedad colombiana, factor determinante en sus mayores desgracias. En medio del entramado narrativo que propone Andrés Hoyos, las artes se pasean como personajes esenciales en los que se refugia una sociedad aporreada. Se destaca en especial la música, fondo de toda poesía, de toda fiesta y contrapunto constante de la invención y resistencia humana frente la fatalidad.




Andrés Hoyos Restrepo


Ha publicado diez libros: las novelas Por el sendero de los ángeles caídos (Valencia Editores, 1989), Conviene a los felices permanecer en casa (Altamir, 1992), La tumba del faraón (Seix-Barral, 2000), Vera (Norma, 2002); el libro de relatos Los viudos (y otros cuentos) (Tercer Mundo, 1994); antologías de poemas de Silvia Plath (Pequeña Venecia, 1993) y de Paul Verlaine (El Áncora, 1995); una versión del Sueño de una noche de verano de Shakespeare (Norma, 2000), Gotas cordiales, un libro de aforismos y textos cortos (2003), y Manual de escritura (Libros Malpensante, 2015). Su onceavo libro y quinta novela, Los hijos de la fiesta, será publicada por la editorial Libros Malpensante en 2016.

En cuanto al periodismo, ha venido publicando en diversos medios nacionales y extranjeros desde hace 25 años. Sin embargo, es conocido sobre todo por haber lanzado en 1996, junto a varios amigos y colaboradores, la revista El Malpensante, la cual dirigió durante doce años, para pasar luego a ser el fundador responsable. Desde mayo de 2008 escribe una columna semanal en El Espectador.


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