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De poetas, viajes y tumbas

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Por: Fernando Gutiérrez / Bogotá. 


Una excusa para hablar de Cees Nooteboom, el eterno viajero, a propósito de su charla en la franja “Leer los viajes”, que se realizará el sábado 23 de abril a las 2 de la tarde en el auditorio José Asunción Silva de Corferias. 

¿Cuántas millas habrá recorrido Cees Nooteboom? A los 17 años salió de su casa en Holanda para recorrer Europa en autostop y desde entonces no ha parado. Durante más de sesenta años ha viajado por todas partes del mundo. 

Una de las cosas que no hago, casi desde los 17 años, es visitar cementerios. No me gusta, sin embargo, por Cees Noteeboom y Federico Díaz Granados, el año pasado rompí esa tradición; como cierre del taller de poesía del Fondo de Cultura Económica, visitamos tres cementerios y siete tumbas[i]. En el cementerio Central a José Asunción Silva, Rafael Pombo, José María Vargas Vila y León de Greif; en Jardines de Paz a Aurelio Arturo y en el cementerio de Sopo a Eduardo Carranza y su hija María Mercedes. 

Al pie de cada tumba leíamos alguno de sus poemas más significativo. Juan Felipe Robledo leyó “Balada del mar no visto” al pie de la tumba de León de Greif,[ii] Federico Díaz Granados leyó “Galope súbito” en la de Eduardo Carranza[iii] y yo leí el texto de alguien que está muy vivo y que nos visita en el presente Filbo, Cees Nooteboom: 

“¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. Con alguien cuyas palabras siguen estando presentes para nosotros mantenemos una relación, del tipo que sea. Por esa razón, nos es imprescindible visitar su tumba. Cuando se trata de tumbas, todo es irracional.” 


Y es que precisamente aquí es donde entra este escritor e incansable viajero. Uno de sus libros, “Tumbas de poetas y pensadores”, recoge su visita a la tumba de ochenta escritores del mundo. En la tumba de Antonio Machado, en Collier, sur de Francia, Nooteboom escribe: 

“Ya sé que, para quien no ve ni oye, aquí no hay nada, un arenero, un desierto, los albergues oscuros, la comida mezquina, una tierra que se extiende alrededor sin ser invitada, perezosa y gris, ensimismada, irresistible. Siempre pienso que yo habría debido nacer aquí, o que un antepasado lejano mío procedía de aquí, pero tal vez sea al revés y yo tuve que nacer precisamente en las pantanosas y verdes tierras inundadas para ser tan sensible a la seducción de la dureza y de la piedra. Sin embrago, lo que se puede escribir sobre ello ya se ha escrito: 

Encinares castellanos 
En laderas y altozanos, 
Serrijones y colinas 
Llenos de obscura maleza, 
Encinas, pardas encinas; 
¡humildad y fortaleza!” 


Su compañera afectiva, Simone Sassen, tomó las fotografías de las tumbas. El epígrafe que se lee en la tumba de Antonio machado dice: “Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos del mar”. Y así, el libro recorre las tumbas que los pies de Cees Nooteboom recorrieron a lo largo del mundo: Honoré de Balzac, Samuel Beckett, Adolfo Bioy Cásares, Italo Calvino, Julio Cortázar, Robert Graves, Franz Kafka, Susan Sontag, César Vallejo, Virginia Woolf, sólo para nombrar algunos de los escritores muertos que Nooteboom revive en su libro, justo al pie de sus tumbas. 

Empecé a leer a Cees Nooteboom por Isaías Peña, ya que fue uno de los autores invitados de Noche de Narradores evento que realizaba el Departamento de Humanidades y Letras de la Universidad Central. Leí “El día de todas las almas” me enamoré de Elik, como Arthur Daane, el protagonista de la novela, se enamoró de ella, y desde ahí empecé a admirar a este escritor holandés, al que el premio Nobel de literatura le ha sido esquivo. 

Holanda, Reino de los Países Bajos, es el invitado de honor en la actual Feria del Libro de Bogotá, y Cees Nooteboom estará con nosotros en la Gala de Poesía que se realizará el viernes 22 de abril, a las 6:00 p.m., en el pabellón de Holanda, por supuesto. Su obra literaria es muy profusa y ha publicado de todo, poesía, cuentos, novelas, ensayos, libros de viaje. Según la crítica, su novela más reconocida es “La historia siguiente”, una narración donde el protagonista, un profesor de lenguas muertas, reconstruye la identidad a través de la perspectiva de sus dos grandes amores del pasado. Otro libro muy nombrado es “El Desvío a Santiago”, también con fotografías de Simone Sassen, donde refleja toda su capacidad de maravillarse e interpretar el mundo con esa basta cultura que lo acompaña. El secreto de los viajes está en desviarse del camino, quizás su mayor lección como viajero. 

Sobre sus viajes, en 2014 la revista Semana publicó una entrevista, a propósito de sus 81 años, hoy 83, y él respondió: 

“De vez en cuando (risas). Recién en Mompós, a mi edad, con el miedo permanente que uno tiene de caerse, tener que subirme a una chalupa… Pero mientras pueda seguiré viajando. Me gusta el movimiento. En uno de mis libros digo que “el origen de la existencia es el movimiento”. Y en una obra de teatro que publiqué hace más de 50 años, escribí: “Sentarse es quedarse sentado”. He escrito nueve libros de viajes, el último de ellos que hice con mi esposa Simone Sassen, quien es fotógrafa, es sobre una visita a los 33 templos del Japón, un peregrinaje.” 


Nooteboom dice que quien viaja aprende a conocerse a sí mismo, pero también explica que los viajes hay que decantarlos. Son muchos sus libros de viajes y en cada uno hay cientos de experiencias que le permiten al lector mirar el mundo de manera diferente. Fue a través de su libro de viajes por las tumbas de los grandes escritores del mundo que me animé a mi pequeño periplo por las tumbas de los poetas colombianos en aquel recorrido de cierre de taller y entendí ese extraño secreto de visitar tumbas de seres conocidos entrañablemente queridos y vivos. No se cómo se hará en el futuro, donde la incineración de la muerte y la exparción de sus cenizas se está convirtiendo en una costumbre, quizás ya no haya que visitar las tumbas del futuro, pero los escritos de los poetas seguirá vivo, acompañándonos en el aire que respiramos.




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