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La huella dactilar de Dios. La literatura neerlandesa moderna Parte II

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No. 7385 Bogotá, Martes 19 de Abril de 2016 


Parte II 


Por: Onno Blom 


Traducción: Nathalie Schwan y Nathalie Gallardo 


Las joyas de la corona 


Aún hay otro tema importante que determina fuertemente la literatura neerlandesa y que tiene sus orígenes profundamente enraizados en la historia. A partir del momento en que las naves de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC por sus siglas en neerlandés) navegaron los océanos del mundo, volvían a casa no sólo con especias, oro y plata –y con esclavos, una muy discutida y oscura página de nuestra historia– sino también con historias. Los lugares exóticos empezaron a desempeñar un papel importante en la imaginación nacional, ya sea porque los comerciantes se marchaban a las colonias por largos periodos, a Surinam, Curaçao y las Indias Orientales Neerlandesas, o por su riqueza natural, cultura y belleza; eran consideradas las joyas de la corona neerlandesa. 

El libro clave para la visión neerlandesa sobre “nuestras Indias” es el Max Havelaar (1860). El escritor Multatuli (literalmente: “He sufrido mucho”, pseudónimo de Eduard Douwes Dekker), empleando un abanico de géneros y con un estilo muy afilado, denuncia las condiciones en las entonces llamadas Indias Neerlandesas. Max Havelaar ha sido traducido a más de cuarenta idiomas y es parte de la memoria colectiva nacional. En aquel entonces, la novela no sólo se consideraba un panfleto de compromiso político, sino también una autojustificación del autor. El propio Douwes Dekker había trabajado como funcionario de gobierno en el departamento de Lebak en donde entró en un profundo conflicto. Como escritor supo extraer oro del declive social que sufrió como persona. 

Multatuli era el héroe literario del antes mencionado E. du Perron, quien como hijo de padres adinerados nació en las Indias, pero de joven tuvo que salir de allí. De la voluminosa novela Het land van herkomst (El país de origen) (1935) surge la imagen de una personalidad, que se fue fragmentando a causa del curso que había tomado su vida. Esa imagen de desgarramiento vuelve en las novelas de Hella S. Haasse, la grand old lady de la literatura neerlandesa, cuyo nombre con frecuencia se añade al de “Los Tres Grandes”. 

Haasse nació en 1918 en Weltevreden, un sector en las afueras de Batavia. Poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, volvió de forma definitiva a su país. Pasó la mayor parte de su juventud en la isla de Java, tomando las impresiones alls﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽s r no existían como ecio o s hablan papiamento, las monedas de 1, 2, 5, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburí adquiridas como fuente principal de su imaginación. Al igual que Multatuli y E. du Perron, el amor por el país, la cultura y la naturaleza de las Indias la llenaban de melancolía. Aún así, la nostalgia no llegó a predominar en su obra. Más bien son la autenticidad y el estilo matizado y preciso de sus novelas históricas los que determinaron su éxito. De Heren van de thee (Los señores del té) (1992), que comprende la historia de una familia neerlandesa que al final del siglo XIX se establece en Java, se vendieron cientos de miles de ejemplares. Tanto en Oeroeg, breve novela sobre la amistad entre un chico indonesio y uno blanco occidental con la que debutó en 1948, como en Sleuteloog (El ojo de la cerradura), su última novela de 2002, se percibe un inconfundible matiz de compromiso político. Los protagonistas, al final se dan cuenta que no pertenecen a ningún lugar. Hella S. Haasse murió el 29 de septiembre de 2011, tenía 93 años de edad. 

El sentimiento de encontrarse atrapado entre dos culturas determina también en gran medida los populares libros de Adriaan van Dis, hijo de una madre neerlandesa y un lugarteniente del Real Ejército Neerlandés de las Indias Orientales (KNIL por sus siglas en neerlandés). Su novela Indische duinen (Las dunas de Indonesia) (1994) inicia con una escena clásica de arribo de un navío. Las hermanas del niño pequeño que protagoniza el libro presionan sus narices contra el vidrio de la escotilla del barco en el cual navegaron desde las Indias hacia los Países Bajos. “Las Indias” mantienen en el resto de la novela de Van Dis una connotación mágica. “Nathan nunca había estado allí, pero había sido concebido allí. Las Indias estaban presentes en todas partes en su hogar”. 

Van Dis, en el siglo pasado reconocido más que nada como el talentoso, políglota y elocuente presentador de su propio programa literario de televisión, Hier is… Adriaan van Dis (Aquí está… Adriaan van Dis), se ha establecido como un escritor famoso y querido. En la mayoría de sus novelas, su familia y su juventud siguen desempeñando un papel crucial. Las dunas de Indonesia, sobre todo centrada en el miedo por su traumatizado y severo padre, y luego en Ik kom terug (Vuelvo), su última novela, brinda una dolorosa imagen de la relación con su madre, una mujer con carácter. Van Dis no tiene escrúpulos para con su madre, pero tampoco consigo mismo. Ik kom terug fue galardonada con el Libris Literatuur Prijs 2015 (Premio Libris de Literatura). 

A algunos escritores “Las Indias” les hacen recordar la crueldad de los campos que los japoneses establecieron allí para encarcelar a los gobernantes blancos. En la obra de Rudy Kousbroek y en la de Jeroen Brouwers, los recuerdos de los campos japoneses son de importancia decisiva, aunque para cada uno de distinta manera: los dos se debatieron en los años ochenta del siglo pasado –décadas después de que Indonesia se había independizado de los Países Bajos– en la penosa polémica sobre el uso del trauma de guerra en Las Indias como recurso en la imaginación. Kousbroek, en Het Oostindisch kampsyndroom (El síndrome de campo de las Indias orientales) se erigió como defensor de la verdad histórica, mientras que Brouwers aportó con las novelas Het verzonkene (Lo hundido), Bezonken rood (Sedimento rojo) y De zondvloed (El diluvio) una trágica oda a la imaginación. 

Brouwers sigue siendo considerando como uno de los escritores neerlandeses más importantes. En 2015 publicó Het hout (El garrote), en esta novela Brouwers convierte en auténtica literatura el escándalo que surgió en diferentes partes del mundo sobre la actuación perversa de muchos clérigos en los años cincuenta. La lectura de la novela de Brouwers es una experiencia ambigua: uno admira su estilo, mientras que siente también cómo le pican las hebras de un sayal y duele el apaleamiento de “el garrote”. 

País de origen 


El tema de la fragmentación como resultado de haber crecido en un país distinto también constituye la base para la obra de autores que migraron o se refugiaron en los Países Bajos, así como para el creciente grupo de escritores que se criaron en una familia de inmigrantes. En 1988, el escritor Kader Abdolah huyó de Irán a los Países Bajos y aprendió el idioma leyendo los libros de Los inseparables Mila y Yaco, de Annie M.G. Schmidt, la autora más famosa y querida de libros infantiles del país. En las novelas De reis van de lege flessen (La travesía de las botellas vacías) (1997) y Spijkerschrift (El reflejo de las palabras) (2000), que transcurren de forma alternante en Persia y en un barrio moderno de Zwolle, Abdolah confronta dos mundos. 

Su novela más exitosa, Het huis van de moskee (La casa de la mezquita), tiene lugar en el Irán del último shá, la revolución que llevó al poder a Khomeiny, la guerra con Irak y el periodo posterior a estos acontecimientos. La obra maestra de Abdolah (un pseudónimo formado a partir de los nombres de dos amigos que no sobrevivieron el régimen en su patria) describe cómo se introduce la modernidad en la islámica ortodoxa “casa de la mezquita” . 

Abdelkader Benali es un hijo de un obrero marroquí que emigró en los años setenta a los Países Bajos. Creció con la lengua neerlandesa, pero vivía en casa una cultura “extranjera”. Este jóven autor disfruta de un gran reconocimiento, no sólo por ser un elocuente representante de una comunidad generalmente problemática y pobre, sino sobre todo por su cualidad estilística. 

En su debut Bruiloft aan zee (Boda junto al mar) (1996), Abdelkader Benali deja danzar sus frases alegremente, igual que el taxi del protagonista de la novela, Lamarat Minar, quien conduce un viejo Mercedes en su tierra natal al Norte de Marruecos. El éxito de su primera novela sorprendió tanto a Benali que se tardó seis años en escribir la siguiente, no por nada intitulado De langverwachte (El largamente esperado) (2002). La espera fue recompensada: la novela, en la que rimas holandesas y la lengua de Las mil y una noches se combinan con la historia de amor entre un joven marroquí y una chica de Róterdam, fue galardonada con el Premio Libris de Literatura de 2003. 

Que no podamos agrupar las novelas de los hijos e hijas de inmigrantes sólo por esa razón –la de ser hijo o hija de inmigrantes– y mucho menos equipararlas, lo dejó claro con mucha valentía Öskan Akyol, criado en Deventer e hijo de inmigrantes turcos. En una entrevista para la televisión arrasó con el trabajo de Kader Abdolah, que redujo a “una montaña, una oveja parlante y una higuera”. El debut de Akyols, Eus, es una cruda novela picaresca sobre la vida de un joven y revoltoso hijo de migrantes. Aykol no quiere saber nada del exotismo fantástico. 

Entretanto, no sólo es posible identificar muchas influencias externas en la literatura nacional, sino cabe señalar también que hay una significativa movilidad en la dirección opuesta: muchos autores neerlandeses buscaron refugio en el extranjero. W.F. Hermans y Gerard Reve vivieron la última parte de sus vidas en Francia y Bélgica respectivamente. Komrij se marchó a Portugal (su mejor novela se titula Over de bergen [Más allá de las montañas], aludiendo a la inhóspita región de Trás-os-Montes) y Cees Nooteboom pasa cada año largos períodos en sus casas de Berlín y Madeira. Las historias de viaje de Nooteboom –un trotamundos de pura cepa– fueron, primero en Alemania y después en los Países Bajos, recopilados bajo el acertado título Nootebooms Hotel (El Hotel de Nooteboom). 

De una generación más reciente es Ilja Leonard Pfeijffer, quien en los Países Bajos se hizo famoso como poeta, despiadado crítico de poesía y escritor de ingeniosas novelas, quien se ha desplazado a Génova. Hizo el viaje en una bicicleta vieja, sin haber entrenado y describió su travesía en De filosofie van de heuvel (La filosofía de la colina). Sobre Génova escribió la novela La Superba (La soberbia), en la que la ciudad misma es en realidad la protagonista. En su laberinto medieval de calles y callejones alberga refugiados de todo tipo: un borrachín británico, un vendedor de rosas de África del Norte que cruzó el mar en una barca como los miles de refugiados y un escritor neerlandés, quien buscaba y encontró un nuevo horizonte: el propio Pfeijffer. La Superba fue reconocida con el Premio Libris de literatura de 2014.


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