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Entrevista a Mercedes Corbillón

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No. 7382 Bogotá, Sábado 16 de Abril de 2016 



Entrevista a Mercedes Corbillón, una de las jurados del último premio Alfaguara de novela 


Por: Pablo Di Marco, Buenos Aires / Argentna. Especial para Libros & Letras 


Días atrás se celebró una nueva edición del premio Alfaguara de novela. Y sucedió lo que suele ocurrir en premios de ese tenor: el ganador resultó un escritor que tiene un contrato firmado con la editorial que organiza el premio. ¿Es ilegal? No lo creo. Pero de seguro es poco ético. Para reflexionar acerca del asunto me comuniqué con Mercedes Corbillón (una de las jurados de la última edición del premio) que se prestó a conversar conmigo de modo muy amable. Aquí mi conversación con ella: 

—Tengo pensado escribir una nota para una revista de Bogotá que gire en torno a los premios literarios. ¿No te parece demasiado casual que la mayoría de los ganadores del premio de novela Alfaguara sean escritores con libros publicados en esa misma editorial? O sea: escritores que tienen un contrato firmado con esa editorial. 

- M: Sí, Pablo, no me extraña que lo pienses. Cuando abrimos la plica eso fue exactamente lo que pensó la directora editorial: Vaya, autor de la casa. Pero no hay trampa ni cartón. Es cierto que no sé cómo escogen los finalistas, pero creo que al menos dos de ellos no eran del Alfaguara, uno porque, una vez decidido el ganador, esa noche alguien le chivó a un miembro del jurado quién creía que supuestamente iba a ganar (no lo hizo) y no era novelista de Alfaguara, aunque sí alguien con mucho talento. El otro porque creo saber quién puede ser, elucubraciones sin poder confirmar y no se trata de nadie de la casa. Es más, yo creo que les hubiera gustado esa persona y ese ganador. Por cierto, había un colombiano/a buenísimo entre los finalistas, cuyo nombre desconozco, claro. Ah, por otro lado no me extraña tanto porque se trataba en todos los casos de buena literatura y del estilo que le suele gustar a Alfaguara. Y bueno, la discusión fue totalmente libre y la votación también. 

—Te agradezco tu respuesta, Mercedes. Pero creo que el premio está sucio, no hay modo de que sea transparente. Basta con revisar wikipedia para comprobar que siempre (o casi siempre) lo gana un escritor de la casa. Y se le falta el respeto a cientos de escritores (en general anónimos, inéditos) que gastan fortunas en imprimir sus tres juegos de fotocopias y después enviarlas por correo a Barcelona. Y ni que hablar de las ilusiones rotas. Tal vez la falla (o la trampa) radique en el trabajo que realiza el jurado de preselección. Porque de seguro que a vos no te llegaron más de diez novelas para calificar. Y Alfaguara utiliza a esos cientos de escritores para prestigiar su premio. Porque en las notas de prensa siempre se preocupan por recalcar que “la novela ganadora fue elegida entre más de setecientas novelas participantes”. 

-M: Claro, yo no puedo hablar de lo que está fuera de mi mano, y cómo hacen esa selección, no lo sé. Sinceramente me parecen limpios, pero ¿cómo puedo saberlo a ciencia cierta? Es un debate interesante, pero debe ser, de los importantes, el premio más limpio. Impoluto, quizás no. En cualquier caso había mucho nivel en esos finalistas, es difícil que llegue alguien muy novel. 

—Es obvio que el premio no es limpio, Mercedes. Por la sencilla razón de que (al igual que el Planeta) siempre lo gana un escritor que tiene un contrato firmado vigente con la editorial que organiza el premio. Es mucho más redituable publicar a un escritor de renombre cuya obra anterior pertenece a Alfaguara que a un muchacho inédito y desconocido que vive en un pueblo de Bolivia. Y en relación a que es difícil que llegue alguien muy novel: hay escritores inéditos que escriben muy bien, mientras hay otros consagrados que ya hacen mucho que no hacen más que repetirse (así como hay otros que son maravillosos). 

-M: Pero no compares. ¡El Planeta se sabe de antemano y el jurado es siempre el mismo! 

—Vos pertenecés al mundo de los libros. ¿Nunca te hizo ruido que estos grandes premios sean siempre ganados por escritores de la casa? 

-M: ¿Y te acuerdas de un año que lo ganaron dos chicas argentinas, no las conocía nadie, y creo que les fue fatal de ventas. 

—Eso fue hace demasiados años. 

-M: No, no hace tanto. Seis o siete. (nota del autor de la nota: fue hace once años, en 2005

—Y desde ahí lo ganaron siempre escritores de la casa. Y tal vez ahí esté la cuestión: no quisieron volver a fracasar en ventas premiando a escritores desconocidos. Por lo tanto un escritor desconocido no compite con las mismas herramientas que un consagrado. Apostaría a que la trampa está en el jurado de preselección. Es una cuestión de probabilidades: no puede ganar el 95% de las veces un escritor de la casa si participan más de setecientas novelas. 

-M: Ahí yo no tengo la menor idea de cómo lo hacen, supuestamente escogen a ciegas, pero igual eso es como creer en los Reyes Magos, jaja. 

-—¿Sabés qué creo? Y quisiera que me veas la cara para que sepas que no quiero ofenderte. Creo que te utilizaron. Y que vos te dejaste utilizar. Yo fui jurado de un premio literario (a años luz del reconocimiento del Alfaguara) y creo que sí, se puede hacer las cosas bien. Vos sabés, Mercedes: escribir una novela es muy duro. Quienes participan de un concurso merecen respeto. Todos debieran competir en igualdad de condiciones. Y es obvio que no ocurre. 

-M: No, en donde yo participé no hubo trampa. Y si la hubo antes, no lo sé. Y que Sacheri (nota del autor de la nota: Eduardo Sacheri es el ganador de la reciente edición del premio) se enteró un par de minutos después que yo, también. Y tengo una teoría de quién querían que ganase, no era de Alfaguara, pero sí un nombre muy famoso. 

—Una última pregunta. 

-M: Dime. 

—Ya sé que no sabés la respuesta, pero decime qué intuís: ¿vos pensás que Sacheri fue a un kiosco a imprimir tres juegos de su novela y después fue al correo para enviarla a Barcelona? Porque de no ser así, Alfaguara tiene dos puertas de entrada a la hora de recibir las novelas participantes. 

-M: No, las novelas llegaban a la delegación de España, de Argentina, de México y de varios países latinoamericanos. Vi los listados y los títulos y de qué país venía cada uno. Y te digo más: ni siquiera la mujer de Sacheri sabía que se había presentado y él no tenía ni idea de que era el ganador. Y una reflexión que tal vez no te hayas planteado: tú crees que autores potentes y muy conocidos se presentan a un concurso admitiéndolo y sabiendo que pueden quedar en evidencia por perder… No sé… Pero sí, tal vez entreguen sus novelas en mano y se perviertan las bases, no digo que no. 

—Yo creo que Sacheri (a quien no conozco) no compitió contra setecientos participantes sino contra diez escritores de Alfaguara, y tal vez alguno más. Y eso no es lo que indican las bases del concurso. 

-M: Pronto voy a ser jurado de otro premio menos importante. ¿Cómo sabré yo cómo hacen la selección previa? 

—Bien, Mercedes. Fuiste muy amable. 

-M: Encantada, un saludo. 

No es mucho lo que tengo para agregar. Lo que tenía para decir se lo dije a Mercedes Corbillón en el transcurso de nuestra conversación. Tal vez solo una cosa me haya quedado pendiente: en algún momento de la charla recordé aquella frase de Paul Éluard que decía que “Hay otros mundos pero están en éste”. Y lamenté (y lamento) mucho que el tantas veces adorado e idealizado mundo de los libros esté igual de podrido que el resto de los mundos. 

Permítanme cometer la cursilería de cerrar con un dejo de esperanza: quiero creer que, de un modo u otro, siempre habrá un espacio para el escritor anónimo capaz de escribir una historia que nos enamore. A fin de cuentas la literatura nada tiene que ver con grandes corporaciones, premios millonarios y celebraciones en hoteles de lujo, sino con algo tan sencillo como el amor a la palabra.


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