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La misa no ha terminado

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal 


Cuando hace dos años publiqué mi novela “La misa ha terminado” hubo alboroto. No puedo negar que el libro se vendió muchísimo, y se sigue vendiendo, pero no creo que haya sido por el aspaviento que armaron los fariseos de siempre que negando la existencia de una inmensa cofradía maricona quieran tapar las mentiras de la Iglesia. 

Por estos días la W ha montado otro bochorno por las historias que se cuecen alrededor del cura Lopera de El Poblado en Medellín y quien dice fue su protegido y su amante, un señor de apellido Cardona. La historia es como para otra novela, pero ya llegó a los jueces y, por primera vez, la Arquidiócesis de Medellín se vió obligada a emitir un comunicado sobre la conducta del sacerdote. 

Ser homosexual y ser sacerdote no parece que hubiese sido incompatible, pero los mismos homófobos que tratan de convertir en peste gravísima los casos de mariconería que han resultado en la Policía, se les nota felices amplificando el tema del sacerdote de Medellín porque según ellos ningún policía ni cura puede ser homosexual. 

Como por siglos, desde cuando Cristo fundó el cristianismo, nos embutieron unas verdades de puño que no sucedieron tal como nos las hicieron creer, quienes batallamos escribiendo por mostrar la otra versión (como yo lo hago por estos días en mi novela El resucitado), nos encontramos con los buitres que dizque buscando la vigencia del machismo quieren acabar, no arreglar, las instituciones uniformadas buscando maricones hasta debajo de los escritorios. 

Esos buitres con su afán de carroña no permiten dejar ver las grandes mentiras de la Iglesia, como la resurrección, ni los grandes problemas de la Policía como la corrupción.




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