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Spotlight o En primera plana, una reivindicación del periodismo investigativo

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Por: Reinaldo Spitaletta 


Cuando la prensa era el “cuarto poder”, que fiscalizaba y ponía en la cuerda floja a los otros poderes, la investigación, en el sentido de sacar a flote o revelar asuntos que alguien quería que no se supieran, era un mecanismo de defensa de lo público y de los intereses del ciudadano, sobre todo de aquel en condición de oprimido y sitiado por aquellos a los que solo les interesan los de “abajo” para que sufraguen o se mantengan como un rebaño. 

En los Estados Unidos, lo mismo que en otras partes del mundo, el periodismo investigativo (aquel al que Teddy Roosevelt calificaba con desdén de “buscador de estiércol”) se erigió como un portaestandarte de la denuncia y el desenmascaramiento de los abusos. Desde fines del siglo XIX, por ejemplo, hubo muestras de reportería en profundidad, como la de Nellie Bly y sus Diez días en un manicomio, o las pesquisas y escritos de Upton Sinclair sobre las malas prácticas de la industria alimentaria y la explotación de los inmigrantes que trabajaban en los frigoríficos de Chicago. 

Aquí y allá, en Europa y América Latina, el periodismo de investigación jugó un rol de remover las costras y miserias de la sociedad, de poner en vilo los poderes, sobre todo aquellos que ejercitaban la arbitrariedad y los desmanes. Con el tiempo, y con la cooptación de la prensa de parte de magnates y emporios financieros, de políticos y mafiosos, el periodismo investigativo se hizo cada vez menos notorio, casi convertido en una rara avis, en una mosca en la leche. Un exiliado. El caso Watergate, destapado y reporteado por Carl Bernstein y Bob Woodward, del Washington Post, en los días en que los Estados Unidos estaban ya perdiendo la guerra de Vietnam (según los Documentos del Pentágono), y su política exterior promovía golpes de estado y dictaduras en América Latina, digo que aquel episodio en que el Partido Republicano y Richard Nixon espiaron a los demócratas y desviaron fondos para reelegir al presidente, fue una de las muestras más relevantes de una investigación periodística. 

Todo lo que giró en torno a la reelección de Nixon y su posterior renuncia, las pistas y pesquisas de los dos reporteros, apoyados o cuestionados por su editor Ben Bradlee, se convirtieron en paradigma de la investigación de prensa. El libro que los dos periodistas publicaron después, a modo de reportaje de suspense (o thriller), Todos los hombres del presidente, le servirá al director de cine Alan J. Pakula para adaptar aquella suerte de electrizante aventura periodística a un filme en el que los dos reporteros tienen aires de héroes, o de detectives de novela negra. 

Con una música adecuada a las circunstancias y la iluminación de buena parte del filme en penumbra, o, de otro modo, en un claroscuro que aumenta la tensión, el informante Garganta Profunda será el complemento imprescindible para el éxito de la investigación que hizo renunciar al presidente de la primera superpotencia mundial. Con las actuaciones magnificas de Robert Redford (Woodward) y Dustin Hoffman (Bernstein), Todos los hombres del presidente despierta y provoca en muchos estudiantes de periodismo y en reporteros de distintas latitudes, las ganas por la investigación y el periodismo en profundidad. 

Hoy, cuando el periodismo investigativo en muchos medios de información es una rareza, el cine vuelve a poner en boga la investigación periodística, con una de ellas, realizada por el Boston Globe, en 2003, ganadora del Pulitzer, que denuncia los abusos sexuales a menores, o la pedofilia, de curas de la Diócesis de Boston. Con el nombre en inglés de Spotlight (el largometraje en español se titula En primera plana), que es, además, el de la unidad investigativa del mencionado diario, el filme dirigido por Tom McCarthy, en una impecable pieza cinematográfica, ganó el Oscar a “Mejor película”, 2016. 

Ahora, cuando ya el periodismo no vigila ni es el sirirí de los poderosos, sino más bien su caja de resonancia, el que una película reviva los modos de hacer investigación de prensa, en la que, por lo demás, los reporteros son gente corriente (y no como lo muestran en Todos los hombres del presidente, que mitifica a los dos “sabuesos”), pone en la palestra la discusión sobre si sigue siendo pertinente o no (porque necesario sí es) que los diarios y otros medios vuelvan a fiscalizar a los poderes públicos y privados, y a defender la dignidad y derechos de los humillados y ofendidos. 

En Spotlight los reporteros son comunes y silvestres, sin ínfulas de héroes, apropiados de su papel de descubrir a los culpables de los desafueros y empeñados en dejar una constancia pública sobre los delitos de los victimarios y la tragedia de las víctimas. Así, revisan documentos, anuarios, antiguos recortes de prensa, examinan listas, siguen pistas diversas y toman notas en libretas. A veces, como es normal por la intensidad de la reportería, no tienen tiempo de comer, duermen poco, y están obsesionados por atar cabos y dar cuenta con precisión de los acontecimientos y sus consecuencias. 

La película tiene momentos dolorosos, en que el espectador puede soltar madrazos contra los abusadores, o compungirse por el desdoro, traumas y desgracias que las violaciones de los sacerdotes han dejado en las víctimas. Las pesquisas del Boston Globe, con más de seiscientos informes publicados, dieron como resultado que 249 sacerdotes fueran acusados del delito de pederastia contra casi mil quinientos afectados, y evidenciaron la complicidad y actitud blandengue del cardenal Bernard Law, que no solo ocultó los atropellos sino que trasladó a los violadores a otras iglesias, en las que continuaron con sus tropelías. 

En la redacción del Boston Globe, por los días de la investigación sobre pederastia, el subdirector era Ben Bradlee Jr., hijo del gran periodista y director del Washington Post al que le correspondió el caso Watergate. Y también por esas mismas fechas llegó como editor Marty Baron, con el propósito de “abrirles los ojos” y mostrar nuevos caminos en la investigación a los reporteros de tal periódico. Hoy es el director de The Washington Post

El Boston Globe patrocinó a los reporteros de la unidad de investigación Spotlight para que se dedicaran de lleno, durante meses, a las averiguaciones pertinentes. Hoy, en muchos diarios, (sobre todo en Colombia) más dedicados a la superficialidad y el sensacionalismo, a banalizar la información y a servir de propagandistas a los poderosos, la investigación periodística está cada vez más lejos de sus salas de redacción. Los síntomas son los de un periodismo prostituido, que olvidó las raíces de la razón ilustrada y la capacidad para cuestionar a los mandamases y explotadores. 

El cine sobre temas periodísticos ha tenido muestras de calidad, que siguen siendo referentes del oficio, como el Ciudadano Kane, de Orson Welles (1941); El gran carnaval, de Billy Wilder (1951), JFK, de Oliver Stone (1991), Veredicto final, de Sidney Lumet (1982); Nixon-Frost, de Ron Howard (2008) y la ya mencionada Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula (1976). Ahora, se suma con honores Spotlight o En primera plana (2015), una reivindicación del periodismo investigativo, una película con un tema muy difícil y bien tratado, que hace que el espectador no parpadee y al final quiera que el filme continúe.


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