Flash
Amilcar Bernal (Colombia)
Miramos la pera, que nada espera,
como si nada fuera.
Y sin dejar de ser quien fuimos cuando la vimos
recorremos,
a la velocidad del pensamiento
-que evoca accidentes de tránsito entre panes y esquinas,
entre flechas y dianas que huyen-,
armados de la forma vista, todavía precisa
en un ojo interior,
a través de un Ahora que sigue siendo un Ya condenado
a la monotonía de la razón,
alfabéticamente
-aunque la equis esté en la mitad del abecedario y zapato
se escriba con huellas y tropiezos disfrazados de mocasín
al comienzo de todos los viajes-
la lista de las cosas
hasta dar con una palabra que cabe exactamente
en la forma del recuerdo. Nada
sobra por este lado ni falta
un gramo de pulpa que extrañe el mordisco
que un labio locuaz ha descrito
en otra ecuación.
Entonces alguien
-en un Ya que no quiere convertirse en el instante siguiente
para seguir creyendo en la eternidad-
que no sabemos si es nosotros o somos él
“porque dos no es igual que uno más uno” (Sabina, sabio)
-o algún diccionario con tacto y cabeza-
bosteza
ansioso de devorar lo que ha entendido como pera,
porque el hambre
no da espera.