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Un café en Buenos Aires con Pedro Martínez Domene

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No. 7266 Bogotá, Viernes 4 de Diciembre del 2015



Un café en Buenos Aires con Pedro Martínez Domene




Por: Pablo Di Marco / Argentina. 

Correrse del centro, diluir el ego en beneficio del otro y salir del nido para descubrir lo que ocurre alrededor son algunas de las razones por la cuales todo novelista debiera ejercer el periodismo. Pedro Martínez Domene es un buen ejemplo de ello. A pesar de ser un reconocido novelista jamás ha dejado de lado su labor como periodista, tanto es así que sus reseñas, columnas y entrevistas en Cuadernos del Sur (el Suplemento Cultura del Diario Córdoba) lo han vuelto un referente del periodismo cultural del sur de España. 

—Tu experiencia tal vez te ayude a responderme lo siguiente, Pedro: ¿En qué varió el vínculo entre escritores y periodistas? Te lo pregunto porque a veces pareciera ser más sencillo contactarse con el Papa Francisco que con cualquier autor de mediano éxito. Es como si hubiesen pasado siglos desde aquellos días en que Borges se dejaba entrevistar en su propia casa por cualquier adolescente aspirante a periodista. 

Pedro: Lamentablemente vivimos en la era de la individualización. Lo que antes hacíamos en comunidad, con gestos generosos y amables, hoy lo hacemos más aisladamente. Las posibilidades audiovisuales de la comunicación son muy variadas, deberían acercarnos, pero lamentablemente las personas se convierten en “islitas” a las que es imposible llegar; no obstante, yo tengo una opinión positiva al respecto, herramientas como el facebook o el mail me hacen llegar a gente interesante. En estos últimos meses entrevisté a algunas jóvenes promesas del mundo literario tanto español como argentino, por citar algunos ejemplos, casos de Irene Gracia, Raquel Taranilla, Marina Perezagua que viven en lugares tan alejados como Madrid, Qatar, Nueva York, o Ariana Harwicz y Selva Almada que viven en París y Buenos Aires, respectivamente. También es verdad que las prisas provocan un periodismo más light, con gente menos informada; yo voy un poco por libre, y preparo temas y entrevistas en profundidad, con lo que la perspectiva de aquello sobre lo que escribo es mayor, y el acercamiento al entrevistado resulta más interesante.

—¿Y qué me podés decir en relación a cómo evolucionó —o involucionó— la escritura y las temáticas en estos treinta años?

Pedro: A lo largo de treinta años los cambios en literatura son necesarios, las generaciones se enfrentan a retos distintos, y sus intereses varían. Si en mi generación luchábamos por implantar la democracia en mi país, España, la literatura se hacía eco de esa problemática sobre la libertad, que además presuponía un amplio campo para la experimentación, y así surgen voces que claman aspectos nuevos en los distintos géneros, poesía, teatro y narrativa. Hoy los nombres de Mendoza, Vila-Matas, Marías o Muñoz Molina recuerdan que su literatura se convirtió en ese cambio necesario, y bastante después una generación más joven, con técnicas basadas en los medio audiovisuales, lo que se califica como “tendencia mediática”, irrumpen con una escritura distinta y más concreta o automática, caracterizada por la urgencia, la brevedad, la simplicidad, la frivolidad, la espectacularidad, la inmediatez y la superficialidad, aunque repitan temas como la soledad, la alienación, el paso del tiempo, casos de Fernández Mallo o Isaac Rosa, entre otros. 

—¿Qué te llama la atención de la actual literatura latinoamericana?

Pedro: Curiosamente, también yo me he beneficiado de las nuevas tecnologías, ahora tengo un acceso mucho más rápido para ensanchar mi visión de la literatura en el mundo. Recientemente he podido contactar con jóvenes latinoamericanos, por ejemplo la cubana Wendy Guerra y su visión de la infancia en una maravillosa ciudad, La Habana; la colombiana Margarita García Robayo y su extraña relación paternal, o las argentinas Selva Almada y su visión del paisaje, Ariana Harwicz que narra la desolación humana y una insistente pulsión sexual en sus textos, y también Andrea Stefanoni y su mirada crítica de la emigración española en Argentina. Como verá una amplia visión del género humano y sus características más intrínsecas, que si no son nuevas, proceden de otras voces tan dispares como las que he señalado. Hay una curiosa diversidad de temas que jóvenes escritores están planteando, incluso aun alejándose de sus patrones propios y acercándose a una narrativa más cosmopolita y universal, lo que da pie a que puedan leerse en cualquier rincón del mundo.

—¿Qué le brinda el “Pedro M. Domene periodista” al “Pedro M. Domene escritor de novelas”? 

Pedro: Son dos facetas que se complementan, al menos en mi caso: el periodista me otorga la inmediatez y una variedad de asuntos, pese a que estemos hablando de un periodismo cultural como el que yo practico, y me permiten acceder y conocer aspectos muy diferentes de la cultura contemporánea, de mi país y aquello que me interesa del extranjero; y la novela me ofrece la profundidad, la libertad de crear personajes y espacios donde ahondar en mis propias inquietudes, como la amistad, las relaciones humanas, los viajes y otras costumbres y culturas.

—Pasaron más de diez años desde la publicación de tu novela Después de Praga nada fue igual. A la hora de idear y escribir una historia, ¿qué ganaste y qué perdiste desde aquellos días a hoy? 

Pedro: He ganado fundamentalmente experiencia, casi puedo afirmar que Después de Praga nada fue igual fue un auténtico ensayo, la posibilidad de que yo escribiera una historia, con unos personajes, con una ambientación y que al final, todo aquello se pudiera leer. Tuve suerte: ganó un premio y se publicó. Hoy las cosas son diferentes, y mis novelas siguientes se escriben desde la certeza de lo que estoy haciendo, con una mayor responsabilidad y aunque me siguen obsesionando casi los mismos temas, intento variar el registro para proyectar mis inquietudes hacia un lector interesado. Y si acaso he perdido algo, pues la inocencia y parte de mi juventud; pero no creo, en absoluto, que sea así.



—En 2016 vas a publicar tu nueva novela El secreto de las beguinas. ¿Qué me podés adelantar?

Pedro: Sí, y me hace mucha ilusión. Es un proyecto en el que he invertido mucho tiempo, más de lo habitual en mí. Escribía y dejaba de hacerlo, no encontraba el pulso, porque es una novela escrita en dos planos históricos, el siglo XVII español en una tierra que me fascina, Flandes, y la actualidad, la de dos jóvenes investigadores que buscan el sentido de un suceso en el beguinato de la ciudad, el secreto de las beguinas. La publicará una editorial modesta, que me gusta mucho, Trifaldi, en Madrid, y su editor Máximo Higuera, creo que arriesga conmigo porque le gustó la historia.

—Vamos con la última, Pedro: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

Pedro: No quiero parecer presuntuoso, ya he tenido ocasión de tomar café con algunos escritores que me interesaban y por quienes sentía una especial amistad y estaba muy unido, y puedo hablarte de dos personajes muy opuestos: Medardo Fraile, de la generación española del 50’, entrañable y magnífico cuentista ya fallecido, y Enrique Vila-Matas, hoy un referente en la narrativa contemporánea, y diría casi universal, y algún otro amigo escritor que no nombro para no cansar. Así que si me lo permite, tomaremos café usted y yo, y seguiremos hablando de literatura que según me parece, nos apasiona tanto a usted, Pablo, como a mí. 

—Será un gusto, Pedro. Es usted mi invitado.

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