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Opinión: El pudor del pornógrafo de Alan Pauls

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Por Ileana Bolívar R. / Bogotá.

Esta novela publicada por el escritor argentino Alan Pauls a la edad de 25 años, ha sido reeditada 30 años después por Anagrama (2014).

Fue en 1980 cuando Pauls la presentó a un concurso literario, pero con el fallido intento de que fuese aceptada. Para suerte del joven escritor, la novela, que para entonces se llamaba El punto inmóvil, captó la atención del crítico literario Enrique Pezzoni y, cuatro años después, fue publicada por Sudamericana, eso sí, con la condición de cambiarle el título. Así, pasó a llamarse El pudor del pornógrafo, ópera prima de Pauls.

A través de una magnifica e impecable narración, la novela cuenta la historia de un hombre que se encarga de responder las cartas eróticas que recibe de cientos de desconocidos ávidos por saciar sus deseos sexuales. Día y noche este hombre “interactúa” con cada epístola, cuyo trabajo sólo le da tiempo para asomarse al balcón de su casa que da al parque en donde entra en contacto visual explorando uno de los mayores placeres, contemplar la belleza de Úrsula, una mujer que se entrega a él desde la distancia. Sensual, atrevida y misteriosa, ella lo atrae y lo seduce con sus ademanes, sus sutiles movimientos corporales, su mirada fija y profunda que pareciera incitarlo al límite del descontrol por tenerla en sus brazos, pero él, en medio de su soledad, sólo disfruta e imagina su intimidad.

Lo que comienza como una relación casi voyerista, termina por convertirse en una metáfora de amor cargada de erotismo y complicidad que a través de cartas que van y vienen, suplen la necesidad de exorcizar sus sentimientos más lujuriosos para sobrevivir a la locura de amarse hasta que un tercero, “el enmascarado”, aparece en la escena como el mensajero de las misivas que el hombre (sin nombre) y Úrsula intercambian a diario.

A partir de este momento, el enamorado de Úrsula pierde el control al saber que este hombre mediaría entre los dos concediéndole el derecho a transportar la correspondencia, hecho que considera como una violación a su intimidad. “El enmascarado” jugará un papel importante e insospechado.

Sin premisa alguna, Pauls logra que comienzo y fin estén íntimamente ligados, cuya imagen del balcón de la primera página es una recreación a la inesperada escena del final. Si bien, podría decirse, es la reproducción a lo que, quizá, el protagonista de esta historia respondía a sus lectores.

En El Pudor del pornógrafo Pauls nos hace reflexionar sobre los límites y libertades en las relaciones amorosas o, sencillamente, en aquellas que se deciden por simple atracción hacia el otro.

El libro trae un posfacio inédito escrito por el autor.

Alan Pauls (Buenos Aires, 1969) / Anagrama (1984) / 160 páginas

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