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Una espiral de violencia

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Por Sebastián Basualdo / Tomado de Pagina 12 / Argentina.

Joven autor de varios libros de narrativa, el boliviano Maximiliano Barrientos logra plasmar en La desaparición del paisaje un retrato familiar atravesado por el desarraigo y la memoria de la violencia.

“No sé por qué volviste”, le dice Fabia a su hermano Vitor, el narrador y protagonista de La desaparición del paisaje, novela de Maximiliano Barrientos, joven escritor boliviano, nacido en Santa Cruz de la Sierra y autor entre otros libros de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer y Diario, un volumen de relatos con el cual recibió en 2009 el Premio Nacional de Literatura de su ciudad. “No sé qué es lo que querés encontrar, pero estoy segura de que ya no hay nada de eso. Si hubieras sido menos orgulloso y hubieras regresado años atrás, cuando papá estaba vivo, por ahí hubieras tenido algo de suerte.” La ironía impulsada por el reproche surte su efecto: Vitor no sabe precisar en qué lugar se encuentra el dolor (ese doloroso sentimiento de regresar que se llama nostalgia), acaso el motivo concreto por el cual, tras doce años de vivir en el extranjero, decidió volver a su Santa Cruz natal. “María llamó a Chicago y me dio la noticia, hacía dos años que no hablaba con él porque habíamos tenido una discusión estúpida. Dijo que lo había encontrado muerto una mañana en la cocina”, piensa Vitor. “No fui al entierro, sino que me quedé en Estados Unidos y no hablé de su muerte con nadie.” A partir de este momento resulta tentador imaginar que el regreso de Vitor está fuertemente arraigado en la necesidad imperiosa de saldar deudas, tanto propias como ajenas, sin soslayar la posibilidad de reconocerse a sí mismo en la mirada de los otros, es decir aquellos que serían capaces de recordarle quién fue antes de irse, la época en que todavía estaba intacta la ilusión de ser otro. Pero Maximiliano Barrientos no tarda en darle un giro a la trama e intenta ir más lejos: allí donde sólo podía recrearse la historia del hombre que vuelve para redimirse o levantar piedra por piedra los restos de un pasado ya inerte, en La desaparición del paisaje invierte de manera subrepticia la lógica narrativa de modo tal que se ponga de manifiesto los motivos por los cuales decidió irse. Escapar. La violencia y la destrucción que produce el alcoholismo son los dos fantasmas que deambulan amenazantes por los pasillos de la memora de Vitor, su infancia. Y éste es el hilo conductor de la novela: la transformación lenta, gradual que va sufriendo el personaje a medida que intenta acercarse a una hermana que no le perdona su huida, un tío enfermo por el alcohol y la segunda mujer de su padre, tan enigmática. Restos, en suma, de una familia ligada por los reproches silenciados. “Cuando me peleé con mi padre, el año en que dejamos de hablarnos, Fabia llamaba a mi celular y no decía nada. Yo sabía que era ella. A veces pronunciaba su nombre, pero ella no contestaba, la escucha respirar hasta que colgaba.” Si bien la prosa de Maximiliano Barrientos no escapa a un modo de escritura que se ha generalizado en los últimos años (frases breves, adjetivación mínima y una puntuación que busca deliberadamente el efecto de lo contundente) y por momentos parece no resolver las distancias temporales, al punto de que deja muchos espacios en blanco, es cierto también que ese mecanismo responde al modo arbitrario con que actúa la memoria y al derecho que tiene cualquier persona de elegir su propio pasado y resignificarlo. Si de todos modos funciona bien a lo largo de la novela es porque permite sostener el suspenso, la sensación tensa de que en algún momento habrá una revelación íntima que permitirá entender dónde estuvo la ruptura de esa familia. Mientras tanto Vitor comenzará a meterse en todo tipo de problemas al tiempo que, como una amenaza congénita, el consumo del alcohol y la violencia lo persiguen hasta alcanzarlo. Al fin y al cabo es lo que aprendió en su casa. “Los vi peleando. Esa tarde los vi sacándose la mierda como animales, moviéndose cansados, con rabia. ¿Por qué no los detuvieron?”, le pregunta Vitor a su tío el día del reencuentro. “Era fácil aburrirse en esos años y yo y tu padre estábamos juntos casi todo el tiempo, bebiendo casi todo el tiempo. Y entonces nos peleamos, como cuando peleábamos de pelaos. No significó nada. No significó una mierda.”

Sin duda lo más interesante de La desaparición del paisaje es el clima opresivo que Maximiliano Barrientos logra recreando de modo crítico un universo masculino que atenta sobre ese concepto del macho que se impone siempre con violencia incluso para ser autodestructivo. El regreso de Vitor podría condenarlo a decir lo que Pavese dijera alguna vez: “actualmente vivo como los seres que más desprecié en mi juventud”.

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