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Un café en Buenos Aires con Flavia Pantanelli

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Por: Pablo Di Marco / Especial para Libros & Letras.

Comenzar a escribir tras la muerte de la madre, la actriz que toda buena autora debe llevar en su interior, la línea difusa que divide lo erótico de lo burdo… Solo algunos de los temas que tocamos con Flavia Pantanelli a apenas días de la publicación de Carne Rota, su segundo libro de cuentos. 

—Si no te molesta quisiera hablar sobre algo que me llamó la atención de tu vida: tengo entendido que empezaste a escribir tras la muerte de tu madre. Analizándolo desde cierta distancia, ¿lo considerás un hecho casual? 

F: Yo creo en las casualidades. Creo que hay que darles la bienvenida y aprovecharlas. A veces algo que empieza como casualidad abre una puerta que no sabíamos que existía. En mi caso me acerqué al taller de Bea Lunazzi como un intento de volver a poner mi vida en movimiento, ya que estaba en un momento en que se me habían parado todos los motores: o planeaba o me venía a pique. Creía que el taller era de lectura, y resulta que era de escritura. Fue así, medio jugando, que descubrí que todo lo que me asfixiaba (la bronca, el horror, la melancolía, el desconsuelo) podía hacerse letra y con ello lograr un gran alivio. Aun cuando yo no escribiera algo estrictamente autobiográfico, al estar en el papel ya no era mío, ya era otra cosa. Es como jugar al oro con el barro más oscuro que tenemos. 

—Aparte de escritora también sos actriz. Yo creo que todo buen escritor debe tener algo de actor, sobre todo a la hora de escribir diálogos. Pero acá la opinión importante es la tuya. Decime, Flavia: ¿qué te aporta la actuación a la hora de escribir? 

F: Fundamentalmente me ayuda a construir situaciones y diálogos. Me ayuda a componer personajes que tengan carne, que sean sustanciosos y creíbles. Trabajo con la memoria, siempre. La fragmento y la recombino, a veces en trozos largos, otras en moléculas pero siempre desde la memoria. El cuerpo está muy presente en todo lo que escribo. Las sensaciones, los gestos, el control del cuerpo. El cuerpo no va separado de la palabra ni del entorno. El lenguaje corporal es imprescindible. Constantemente, mientras escribo, me pregunto: ¿Qué hace este personaje mientras dice esto? ¿Qué piensa uno mientras hace tal cosa? 

—En tu último libro de cuentos —Haceme lo que quieras, Editorial Outsider— te animaste a conjugar literatura y sexo. No es nada fácil hacerlo, ya que la línea que separa lo erótico de lo burdo puede ser difusa. ¿Coincidís?

F: La línea es tan, tan sutil que es de temer. Pienso que hay que estar muy atento a esto. Todo lo que se deje para que se arme en la imaginación del lector siempre va a ser más potente que cualquier cosa que se escriba. La imaginación y la fantasía tienen un poder de tornado. Cualquier sentimiento que quieras detonar hay que detonarlo en la cabeza del lector, no en las páginas del libro, que corre siempre el riesgo de agotarse en un vuelo corto. Creo que lo que hay que aprender a hacer, escribiendo, es lograr inducir un estado en el lector, más que plasmarle una escena explícita y concreta.

—Ya que estamos en tema: ¿a qué personaje literario quisieras besar con pasión?

F: Con pasión de madre besaría al Principito, lo curaría de tanta soledad y abandono. O también al pobre de Gregorio Samsa. A Zezé, de Mi planta de naranja lima. Con pasión de mujer besaría al soldado de Los amores difíciles, de Calvino. Yo sería con gusto la viuda que se sienta a su lado en el tren. Y a Pietro, al protagonista de Caos Calmo, de Sandro Veronesi. Y a Heathcliff, de Cumbres borrascosas, lo hubiera besado de ambos modos posibles, según el capítulo de la novela en que estemos.

—Tengo entendido que estás a días de publicar un nuevo libro.

F: Estoy por publicar ahora, ya, en noviembre. Carne Rota, sale por una editorial flamante: Modesto Rimba, en papel y para 2016 en digital. Así como Haceme lo que quieras pone el ojo en las cosas que hacemos, nos dejamos hacer u obligamos a hacer a otros para ser queridos, Carne Rota son cuentos de ruptura, de punto de inflexión y no retorno. Es un libro, igual que el otro, fuerte: aun los cuentos que tienen humor o erotismo, son cuentos fuertes, bestiales. Carne Rota, es finalista del concurso Victoria Ocampo 2015.

—De seguro tendrá la excelente repercusión que tuvo y tiene Haceme lo que quieras. Vamos con la última, Flavia: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

F: Yo tomaría un café con dos personas, a los dos los recibiría en mi casa, les cocinaría algo con esmero: A Kafka le preguntaría si alguna vez pudo perdonar a ese padre. Y a Ennio Morricone si algún día podré escuchar la música de Cinema Paradiso sin que los ojos se me llenen de lágrimas.

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