Gracias a Garabato Libreria acabo de leer "Anuario Mínimo" de Eduardo Chirinos, ese hermoso libro donde el poeta peruano festeja sus cincuenta años con un sugestivo anuario en el que le da categoría a su proceso vital, desde 1960 hasta 2010. Parece como si hiciera memoria anual de ese gran acontecimiento que es nacer y que se va decantando con el vivir. Del niño recuerda una primera imagen en una fotografía con un abecedario en las manos; sin saberlo tiene el mundo entre sus dedos. Prosigue la historia vital con muchas estampas: la música, las maestras y maestros, los aprendizajes, la lluvia persistente en Lima, los paisajes, el mar, los juegos, la religión, los primeros amores, las primeras lecturas, ese ir creciendo en la familia, en la universidad, en los primeros poemas y los que siguieron, en los viajes, e los amores y los desconciertos, ante los poetas venerables antes de llegar a sus treinta, más autores, en fin, la vida que se llena de literatura leida, viajada y escrita se refleja en ese ir mirando hacia atrás desde el presente.
Ahora leo con entusiamo las prosas poéticas de Pablo Montoya. Cuaderno de París, Sólo una luz de agua, Trazos, Viajeros, y me llega la revelación del poeta que frente a la música y la pintura lleva a evocar artistas del pentagrama y del color. Un poeta que dice con la mirada y con los sonidos, que reflexiona y además propone travesías desde una profunda sensibilidad. Si el cuentista es magnífico y el novelista ha obtenido premios, el poeta ocupa un alto lugar. Luz Mary Giraldo
