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Libro de agua interminable, antología de cuento y poesía

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Por: José Hoyos/ Tomado de Literariedad

Decía don Julio Cortázar que “en algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas todas las explicaciones”. El mundo moderno tiene afán de estarlo explicando todo. Por fortuna hay cosas que se le escapan, se le escurren como el agua entre las manos. Para sentir el murmullo de un manantial, el vuelo de un colibrí, el aroma de las violetas, el azúcar de las naranjas, ¿hace falta alguna explicación? No. Tampoco la poesía necesita explicarse, solo sentirse. Las pulsiones más potentes del espíritu, de la sangre, del corazón, pasan por un ladito de la inteligencia. Cada día el cemento del mundo de afuera amenaza con endurecer el corazón; para recuperar la sensibilidad puedes volver los ojos a ese manantial, al colibrí, al aroma, al azúcar, o leer Libro de agua interminable. A lo mejor todo lo que da el libro es preferible insinuarlo con dibujos o con palabras sueltas. Dibujos no sé hacer, palabras sueltas sí: piel, pájaro, columpio, viento, carmesí, oscuridad, grito, zarpazo. Libro de agua interminable no es un libro sino una caja de juegos, de melodías, un susurro al oído.

Es un compendio de voces caudalosas. Esta antología de cuento y poesía, editada con sutileza por Klepsidra Editores, reluce por la ventilación en su caja tipográfica, por su fuente límpida, por la imponente portada diseñada por Harold Alvarado Tenorio. Otro de sus aciertos está en darle hilo conductor y unidad a voces diferentes. Pero sobre todo, nos confirma que la escritura con ímpetu está reservada para el que siente que lo que le pasa, no le pasa a nadie más en el mundo. Nadie siente como sienten los poetas. Se dice que la poesía es lo único que le ha sucedido al universo después del Big Ban. Tanto es el valor de las palabras que se les atribuye el don de la magia. El lenguaje es la magia de dar vida con palabras. Una jacaranda no existe hasta que se la percibe y se la nombra. Después no hay que percibirla para recrear su porte espléndido, el aroma, el atenuado lila. Una palabra crea, revive. No existiría una realidad si no se contara con un lenguaje para referirla. Los sentidos son solo el transporte de las emociones; la plenitud final está a cargo de la palabra. Con frecuencia me pregunto qué hay en la poesía para que llegue suavecito hasta el alma. Música. Hay una melodía instalada en cada verso. Pasa también en la prosa, hay un andamiaje finísimo construido con palabras. La buena poesía es la caja de resonancia de una guitarra.

La evocación y recuerdos de una casa lejana, un amor descrito a puro color, un columpio sin niño, una promesa de desnudez, un grito capaz de arrancarte los pelos, los continentes absorbidos por un ombligo, un delirio de amor por Madonna, son muestras de la intensidad de temas y voces, de que la imaginación es una locura lúcida, y de que los poetas reunidos en esta antología no escriben así: son así. Hay un tipo de vida que solo se entiende a través del tamiz de la palabra. A lo largo del libro puede advertirse cierta mesura en la forma de escribir. Los autores tienen presente que no hay que forzar la originalidad ni buscar llamar la atención. Para conseguir eso basta con salir desnudo a la calle. La escritura es un ejercicio que exige, entre otras cosas, contenerse, de ahí el encanto de los poemas cortos y contundentes, algunos hacen pensar en la esencia del haikú.

Con Libro de agua interminable pasa como con algunos cuadros o dibujos surrealistas: que parece que uno está del otro lado, que lo han hecho pasar, entrar. Los lectores sensibles podemos vernos dibujados mucho más allá de la página, podemos “rompernos el alma en los ojos”. Esta antología establece un profundo magnetismo con el lector: privilegia el placer que produce la resonancia de las palabras, el agrado de las historias y emociones bien contadas. (Nunca pidas libros prestados, los buenos libros se compran o se roban.) Si algo tenemos en común los lectores es el hedonismo. El acto simple de leer no obedece a intenciones utilitarias ni presuntuosas. Quien presume de lo que sabe es tan detestable como quien presume de su ignorancia. La búsqueda de conocimiento –nombre formal que reciben las explicaciones– es sustituida por el alejamiento puro. Cómo no vamos a querer abstraernos, si el mundo real es un lugar sumamente miserable. Queremos estar donde la vida hierva con mayor encanto, y ese lugar es la poesía. Allá, casi siempre, la vida es suave como un ala.

Cuidado, lector, este libro te hace esbozar sonrisitas, y si alguien te ve puede venir a pedirte explicaciones. Tener la ternura demasiado a la vista puede resultar contraproducente. Libro de agua interminable es de esas cosas que solo se explican mediante la comunicación entre dos intimidades: la de quien escribe y la de quien lee. No olvides que a un manantial le basta existir para justificarse.

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