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Cambios culturales para andar juntos

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Bogotá. Clarisa Ruiz, Secretaría de Cultura Recreación y Deporte 

Apenas un par de años después de la Cumbre de Río de 1992 -que marcaría un primer hito en los encuentros sobre medio ambiente-, el antropólogo francés Philippe Descola, heredero de la cátedra de Levi Strauss en el Collège de France, hacía un llamado para que la ecología inspirara las ciencias sociales y humanas. En esta frase podemos observar uno de los puntos cruciales que nos convocan en este gran Encuentro de las Américas frente al Cambio Climático: “La identidad de los humanos, vivos y muertos, de las plantas, de los animales y de los espíritus es completamente relacional, y, por tanto, está sujeta a mutaciones o a metamorfosis según los puntos de vista que se adopten, ya que se considera que cada especie puede percibir a las otras especies según unos criterios y necesidades propias”. Desde entonces uno de los planteamientos de Descola se ha dirigido a buscar convergencias entre los saberes nativos y las miradas contemporáneas sobre el hombre y su relación con la naturaleza.

Nuestro Encuentro nos permite reflexionar desde varias miradas interdisciplinares para buscar nuevos lugares de enunciación de la relación naturaleza-cultura. Por una parte, es una ocasión única para compartir experiencias locales significativas que pueden a su vez nutrir otros procesos, generando dinámicas de lo común que el gran pensador antillano Edouard Glissant llamaba del “todo-mundo”, es decir, lógicas de lo pluri-diverso que no buscan confluir en un solo punto llamado “desarrollo” o “civilización”. Por otra parte, para enfrentar el cambio climático es necesario enfrentar también una serie de cambios culturales de diversa escala y alcance que involucran dimensiones de “lugares” y “no-lugares” a los que alude en su obra Marc Augé, es decir, comprender el impacto de la velocidad de los cambios (en todo nivel, incluyendo por ejemplo las nuevas tecnologías), sin tenerle miedo a lo “nuevo” necesariamente. En otras palabras, despejar la mente para abrir nuevos horizontes.

Por otro lado, este tejido trans-local que conoceremos de primera mano en este Encuentro se opone a las simples transacciones transnacionales de la globalización que le exigen a las comunidades locales adaptarse a los discursos desarrollistas dominantes, tal como lo han señalado desde hace varias décadas pensadores colombianos como Orlando Fals Borda y Arturo Escobar. Este Encuentro puede ser justamente uno de los ejes de confluencia de saberes que genere nuevas dinámicas de diálogo. Nos gustaría evocar aquí una imagen poética que nos sugiere el dramaturgo colombiano, Enrique Vargas: “En el África mediterránea, es Anance, la gran tejedora, la que con sus hilos teje las pasiones, las vidas, las alegrías, los pueblos, las ciudades. Al nacer cada uno recibe de Anance un hilo. Cada hilo lleva a un destino diferente al de los otros. Pero cada uno debe descubrir por sí mismo porqué le tocó ese hilo y no otro. Solo aquel que lo descubra lo podrá vivir. El que no, morirá buscándolo”.

Esta poderosa idea de Enrique Vargas, quien ha dedicado más de cincuenta años a pensar y crear obrar experimentales sobre naturaleza y cultura en la que el espectador no es un espectador sino un “habitante” hace parte de los aportes que el arte se puede hacer para enfrentar el cambio climático. Esta idea de tejer saberes implica asumir responsabilidades individuales y colectivas frente a cambio climático, sabiendo que no se trata de una simple “elección” sino que el destino de lo humano y lo natural es cada vez más precario y se ve más amenazado por las formas de vida hiper-consumistas que le han dado la espalda al verdor original. No hablamos con ello de un retorno a una idílica e imposible naturaleza salvaje, sino a una comprensión y transformación global de nuestros hábitos desde lo local. Esto nos obliga a ser cada vez más creativos y a adaptar nuestros viejos comportamientos a nuevos y urgentes desafíos que implican incluso nuestra supervivencia a mediano plazo.

Por eso nos reunimos el 22 de septiembre en Bicicleta, caminando, cantando en el centro para manifestarle al mundo que Bogotá tiene conciencia y toma una posición activa frente al cambio climático.

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