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Entre el reguetón y el odio. Una fuga de desprecio musical

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En un México  que "tiene dos problemas (...) el nacionalismo y el federalismo, ambos la expresión básica del capitalismo", la colombiana Rosa Pistola "llegó a la cúpula del reguetón mexicano tocando en los tugurios más siniestros a los que ningún DJ se atrevía a entrar". Con este texto, Alejandro González nos va llevando por los antros y el perreo en un país en el que el género cobra cada vez más fuerza, de la mano de Laura Puentes. ¿Por qué debemos prestar atención al reguetón tradicional y rasposo que pertenece al inframundo? Este relato, exquisitamente construido, no es una respuesta, pero sí la clave.



Foto tomada de www.ticketfly.com

Parte I

Por: Alejandro González Ormerod*

La ciudad se odia a sí misma. Todos empujan en direcciones opuestas, aunque van al mismo lugar. Gritan, corren, chiflan, se agarran, buscan un espacio vacío en donde ponerse.
El hombre sube en silencio después de los demás. Sus miradas furtivas lo delatan. Es alguien que sabe estar donde no debe de estar, haciendo algo que no debe de hacer. Las puertas cierran y él se desata. Un desfile ecléctico de pistas surge de su mochila, empezando por una norteña empalagosa. Una mujer marca el paso discretamente con el pie. La emoción aumenta, el volumen incrementa, la canción a punto de llegar al éxtasis y, de repente, acaba. Ahora suena un conocido baluarte del rock en español a medio coro. La tonada es buena y ya va encarrilada en su mejor momento. El hombre repite la operación e interrumpe la canción justo antes de llegar al clímax. Le sigue ahora una de reguetón. Afino mis oídos para escuchar la letra. Paso a pasito, suave, suavecito a pasito, suave, suavecito. Trato de discernir alguna profundidad en sus palabras. Y es que esa belleza es un rompecabezas, pero pa montarlo aquí tengo la pieza montarlo aquí tengo la pieza. Los
músculos de la gente se estremecen. El tren frena en la estación Bellas Artes.


Calle Donceles, colonia Centro. Primera mención en un texto histórico; 1524. Años de existencia; probablemente más. Por lo menos, cuatrocientos noventa y tres años de ver pasar multitudes. Por mi parte, yo había acabado en el número diez de la susodicha por razones frívolas; una memoria aleatoria, un rumor que se asentó tenazmente en mi cerebro.

Camino con propósito, quiero llegar antes de que cierren (si es que abren en sábado). Esquivo peatones lentos y coladeras destapadas. Rebaso, sin pensarlo dos veces, a un changarro anónimo de fritangas. Al llegar al número 28 me doy cuenta que me había pasado hace varias fachadas. Doy vuelta atrás con premura en el Edificio Aura y me planto en frente del comal cóncavo del puesto. Unos niños corren sin supervisión por debajo del aceite hirviendo. Pregunto por la biblioteca. Una señora descalza y de mandil me hace un gesto como de dolor; no está el señor. Le pregunto si el señor es el encargado de la Biblioteca Mazini. Ella dice que sí. Le pregunto si el señor regresará pronto. Ella dice que no cree. Me mira con una indiferencia infinita. Le pregunto si arriba está el Centro Social. Su expresión permanece inamovible; no hay nadie hoy. Insisto preguntando si sí es, entonces. La mujer por fin cede.

—Sí, pero los chavos no están hoy. No hay nadie, vea usted si quiere— dice, tratando de dar por concluida nuestra conversación.

La puerta está abierta. Por dentro se ve poco por la oscuridad. Dudo un instante, pero, molesto por haber venido hasta el Centro solo para toparme con el muro de apatía de una señora, entro al edificio de Donceles.

A mediados del mes de julio pasado la policía detuvo a cerca de 90 jóvenes que participaron en una gresca cerca del metro Cuauhtémoc. Días después dos jóvenes fueron ingresados al Reclusorio Oriente. (1)

Los fanáticos de esta música sexualmente explícita se han vuelto las personas non gratas del momento, acusados de una serie de ofensas que van desde el robo hasta el narcomenudeo. (2)

Se les ha señalado por la comisión de algunos delitos y por su adicción al consumo de inhalantes. (3)

Hay un problema muy serio en la Ciudad de México… No está pensada para funcionar como una urbe sino como un gran conjunto de personas en pugna permanente… Hay anarquistas en las calles… hay violentos cada dos de octubre… hay manifestaciones… hay 'reguetoneros' en el Metro. (4).

Gasolina

Siento el calor de la ciudad a mis espaldas mientras entro a la oscuridad. Un anuncio, perfectamente pintado a mano en letras ornamentadas ruega “No orinarse”. Dado el olor del lugar, parece que la petición ha sido ignorada por completo. Así que aquí se reúnen los anarquistas de la ciudad. Camino hacia donde huele menos al azufre de la orina y más hacia donde mana un fuerte olor a marihuana. El lugar parece una enorme bodega. Está vacía. Vacía salvo un rincón abarrotado de enceres y objetos varios. Se ve un closet, una mesa larga, libros, periódicos, estantes y, entre todo aquello, dos hombres sentados cómodamente en medio de ese alboroto. Uno lee el periódico mientras el otro fuma.

—¡Adelante! ¡Siéntese! ¿Gusta—? dice ofreciendo un diminuto porro. Le doy las gracias, declinando su oferta.

—¿Por qué—? pregunta con un movimiento brusco de la cabeza. Le invento una mentira sobre la necesidad de trabajar después—. ¡Ah, bueno! No sabía si eras el enemigo...

Tomo asiento en la única silla vacía. El otro hombre hojea entre las páginas rojas y la sección de deportes en silencio.

—México tiene dos problemas; —dice el que fuma sin perder tiempo— el nacionalismo y el federalismo, ambos la expresión básica del capitalismo—. El hombre lanza un torrente de nombres, lugares, de luchas y tragedias. Habla del movimiento del 68 y del papel que él, su padre y los demás libreros de La Lagunilla interpretaron. Habla de sus reminiscencias de la época de oro de la Librería Cristal en la Alameda, del campamento ‘2 de octubre’, del fervor activista y cultural de la ciudad en ese entonces. 

—Aquí era el nuevo París— dice inhalando humo—. Pero los cambios son a reserva de ver. Y yo pago por ver. De eso les quiero enseñar a estos chavos del Centro Social— intento indagar más sobre el tema de los chavos libertarios, pero el hombre ya va encarrilado—. Y pues claro, los libros se los repartíamos a muchos de los compañeros presos. Estaba Mújica, que le daba clases a la Conchita cuando fueron a las Islas Marías... Estaba Tlaxcala, ahí en donde están resguardados los libros encuadernados en piel humana... Sí, sí, y pues bueno aquí estamos, aquí guardamos los libros en este edificio en el corazón de la ciudad, donde han pasado tantos por una puerta y salido por otra, unos sin nombre, otros innombrables, pero muchos pasaron por aquí, porque era una prisión. Mira nomás estos muros macizos. Las puertas de hierro. 

Yo intento no perderme y tomo notas furiosamente, pero este último punto me detiene. No miente. De repente, me siento claustrofóbico en ese enorme espacio. El hombre termina su porro y como por arte de magia entra otro señor que, sin decir mucho, saca un manojo de herbolaria similar a la que el hombre fumaba y la esconde debajo de un libro. Es suficiente marihuana como para que el tomo de Pensamiento y acción revolucionarios de Errico Malatesta aparente flotar sobre la mesa.

—Me llamo Apando— dice el hombre, encendiendo un nuevo porro—. Nosotros estamos aquí como siempre, pero los chavos que buscas no lo están. 

Calle Bolívar 26 (aprox.), colonia Centro. Tres cuadras al sur del cruce con Donceles. Me molesta no haber encontrado respuestas más concretas en mi primera excursión investigativa. Un día desperdiciado. Trato de recordar lo que me llevó a salir intempestivamente de mi cama esa mañana a buscar anarquismos imaginarios en el Centro.

***

—¡Naquísimos!— gritó mi amigo. Estábamos en su sala. Calle Tamaulipas, colonia Hipódromo-Condesa, a cuatrocientos metros del Parque México, antes Parque San Martín. Él, mi amigo, era un extraño híbrido con las sensibilidades artísticas y estéticas de un hípster —lóbulos extendidos, perforaciones, tatuajes y una corbatita de moño con puntos—, pero con ese amor por la buena vida del mirrey promedio. Por lo tanto, vive en la Condesa —bautizada así por haber sido propiedad de la condesa de Miravalle, para después ser el hogar de la aristocracia porfiriana, hoy el enorme parque canino de la nobleza chilanga postmoderna.

—No hay nada más naco en este momento de la historia que ser reguetonero— declaró sin ambigüedades ni matices. Estaba ebrio. Nadie respondió. El silencio otorgaba. Eventualmente, otra amiga, una "niña bien", alzó la voz. 

—A mí no me gusta todo el reguetón, pero ¿para qué negarlo? A mí la neta me mama Maluma. Y no sean mentirosos, a la mayoría de ustedes les gusta una que otra canción.

La declaración fue una afrenta.

—¡¿Qué?! A ver. Nada más hazme el favor de escuchar esto— dijo alguien cambiando la canción que tocaba en ese momento.

—¡No, en mi teléfono no! Me vas a arruinar mi selección semanal.

Otra chava reunió el valor para defender a su amiga.

—La neta; si me ponen esto en el Sens, yo contenta.

—Espérame— dijo otro chavo— ¿me estás diciendo que tu problema con el reguetón no es la pésima música sino solo con los que la escuchan? Eso está doblemente nefasto.

—A ti no te digo nada— respondió ella.

—Estás diciendo que los reguetoneros son básicamente unos criminales, pero que su música sí te parece aceptable— remató él.

—O sea, ¿no tienen razón los dos—? preguntó una tercera voz a modo de chiste. La mitad de los presentes rieron. Los demás replicaron con fuertes acusaciones de racismo y clasismo, a lo que se les recriminó con ser sexistas e ignorantes. 

—Aunque fuera buena, yo nunca escucharía música que hablara así de las mujeres.

—¡Ah!, ¿porqué el rock o el pop no es sexista? Además, muchas gracias, papacito, pero la mujer tiene el derecho a sexualizarse a su gusto.

La riña dio varios giros más hasta que los presentes perecieron estar inciertos de cómo llegaron a donde habían llegado. A todos les parecía incomodarles su postura en el debate. El anfitrión, aburrido, intervino.

—Conclusión: música de súper mal gusto, mal producida por chavos que claramente no pasaron de la primaria y eso se escucha en lo pésimo de su letra. Y aunque te guste— dijo dirigiéndose a la que escuchaba Maluma—es innegable que es música de ninis por excelencia, revoltosos-lanza-cocteles-molotov de día como los anarquistas y nefastos en las noches con sus perreos. Fin del tema.

Los presentes aceptaron de alguna manera u otra el dictado y resumieron su intoxicación. Esa noche soñé con reguetoneros y anarquistas, y sobre un inframundo urbano desapercibido sobre el cual pasaba todos los días de mi vida.

***

Doy vuelta sobre la calle 16 de septiembre. Mi mente recorre una y otra vez la serie de decisiones que me llevaron hasta ahí. ¿Por qué corrí hacia la primera cosa que parecía una pista de un misterio que nadie me había pedido resolver? ¿Para encontrar algún rastro de una tribu urbana ya desaparecida? Lo que me había quedado claro en mis breves exploraciones en internet era que el mundo del desmán reguetonero tuvo su auge en las primeras páginas de la prensa capitalina entre 2012-4. Desde entonces se habían prácticamente esfumado.

Y si sí los encontraba, ¿qué ganaba con descubrir algún indicio de una subcultura musical tan odiada? "Odiada", ¿seguramente odiada era una palabra demasiado extrema? Pienso en mis amigos, en mis conocidos, en los recortes de prensa que flotan en mi celular desde anoche; nacos, obscenos, sucios, vulgares, pornográficos, criminales... No, “odiar” no es la palabra incorrecta. Entonces, la pregunta se vuelve, ¿por qué de repente nos importa el género más no la gente que lo encarna en nuestra ciudad? ¿Por qué soltamos con tanta facilidad a un villano tan perfectamente funesto mientras su influencia perniciosa seguía infectando nuestra música? Mis delirios nocturnos me hicieron concluir que seguramente se habían integrado a ese otro gran villano capitalino; los anarquistas.

—Con permiso, joven— me dice una pila de costales repletos de quien sabe qué rodando sobre un diablito. Lo dejo pasar y me detengo. La gente forma un cauce a mí alrededor para evitarme. Levanto la mirada y me doy cuenta que sí sé por qué estoy en el Centro. Sí, claro, para hablar con Apando, pero también para completar un peregrinaje necesario. Para comenzar a comprender tenía que estar aquí, en el origen.

Calle de la Palma 36, esquina con 16 de septiembre, colonia Centro. Ahora hay una tienda de ropa Julio. Antes se encontraba, en esa misma dirección, el hotel más viejo de la ciudad. El Hotel de la Bella Unión. La gente me sigue esquivando. Algunos entran al Julio. Ellos no saben, ¿cómo lo podrían saber? Ahí, justo ahí, en el número 36, se dio el comienzo y por el comienzo se debe de empezar. Saco mi celular y empiezo a leer el Pronunciamiento. De vez en cuando levanto la cabeza, como si los pudiera ver. Me imagino a las figuras oscuras, de cómo entrarían al edificio, de cómo algunos portarían armas a escondidas, de cómo adentro de la Bella Unión estarían juntos haciendo lo que siempre habrían hecho; bebiendo, platicando en su cerrado círculo social pero, sobre todo, escuchando su música.

Les ha de haber herido el orgullo la manera en que la gente se mofaba de ellos. (5) Un satirista de nombre de Guillermo Prieto había mezclado su ironía de siempre con el desdén de quién desprecia al patetismo de estas nuevas modas musicales:

En verdad que a los tales daría yo una paliza... La semana pasada me hizo notar un conocido mío, que a una joven que padece ataques nerviosos, se le movían piernas y brazos como si tratase de bailar en medio de su patatús. [Y al sentirla el médico] dijo asombrado: «¡Cáspita! Hasta el corazón le late al compás de la maldita». (6)

Los odiaban por quienes eran, pero los conocían por la música que los aliaba. Frente a lo que había sido la Bella Unión trato de sentir lo que ellos sentían; la humillación, el miedo, la impotencia, la soberbia. Un año después de las declaraciones de Prieto de daría ese Pronunciamiento y un levantamiento militar.

Me pregunto si los polkos habrán tocado música la noche en que se pronunciaron. ¿Habrán polkas para momentos tan coyunturales de la historia? ¿Habrá alguna canción de reguetón apta para una revolución anarquista?


Llego a casa con el calor y el polvo del Centro todavía impregnados en la piel. Llevo todo el día enfocado en anarquismos en vez de los verdaderos protagonistas de mi obsesión. ¿Por qué? Bueno; los anarquistas son una fraternidad antigua con gran presencia e historia en la ciudad. En comparación, los reguetoneros acaban de llegar. ¿Cómo es, entonces, que en tan poco tiempo han logrado montar a la cima de nuestra reprobación social? La pregunta dice más que la respuesta: resulta que no sé nada del reguetón ni de los reguetoneros.


___________
(1) Chávez, Germán. Reggaetoneros, la tribu de la discordia. México, (Publimetro). https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2012/08/10/reggaetoneros-tribu-discordia.html
(2) Stargardter, Gabriel. Mexico shudders at the rise of rebellious
(3) [Énfasis original] El Universal. Reggaetoneros. México, (El Universal Metrópoli, 27 de agosto de 2012). http://archivo.eluniversal.com.mx/notas/866441.html
(4) Cardona, Rafael. Impunidad, zonas de tolerancia, equilibrio. México,  (Crónica, 28 de febrero de 2016). http://www.cronica.com.mx/notas/2016/947455.html

(5) Payno, Manuel. El fistol del diablo. Novela de costumbres mexicanas. México (Editorial Porrúa, 1967), p. 703. 
(6) Martínez de Castro, Luis. La visita inesperada: crónicas y traducciones. México (UNAM, 2003), p. 76.



*Alejandro González Ormerod (Ciudad de México, 1991) es historiador, editor y escritor. Lo primero lo practica como la voz del podcast Carro Completo en Dixo; lo segundo en la editorial El Equilibrista; y lo último en revistas y otros medios. Prepara una colección de crónica para el 2019. 



México en Sur. Reflexión a una de las revistas latinoamericanas más importantes

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El escritor y editor mexicano Gerardo Villadelángel Viñas entrega este especial (que hoy terminamos de publicar. Leer parte I) para la revista Libros & Letras sobre su visión respecto a una de las revistas latinoamericanas más importantes del siglo XX. 

Sur, fundada por la argentina Victoria Ocampo, representa el deber ser de una revista. En torno a este tipo de publicaciones nace, se alimenta y se agudiza la crítica, se diversifican los puntos de vista, se pluralizan las perspectivas. Sur fue el espacio de Borges, de Bioy, de Sabato, de una revolución silenciosa que abrió sus ramas hacia toda América Latina hasta la profundidad de México, como lo veremos en el siguiente artículo.

Por: Gerardo Villadelángel Viñas*

III

Invitado en 1938 por José Bianco, el jefe de redacción que imprimió a la revista el poderoso espíritu literario que la ubicó en lo más alto de la tradición, Octavio Paz logró resumir a Sur desde su vívida trascendencia:


Sur fue para nosotros templo, casa, lugar de reunión y confrontación [...] Sur no es sólo una revista o una institución, es una tradición del espíritu [...] Escribir para Sur nunca ha significado para mí colaborar en una revista literaria sino participar en una empresa que, si no es la verdadera vida espiritual, tampoco es la vida literaria en su acepción corriente, lo que fue para los europeos la Nouvelle Revue Française, es para mí Sur: las letras concebidas como un mundo propio no aparte ni enfrente de los otros mundos, pero jamás sometidas a ellos. Las literaturas de la libertad dependen siempre de esta o aquella idea de la libertad: Sur es la libertad de la literatura frente a los poderes terrestres. Algo menos que una religión y algo más que una secta.[14]


Bien desde sus firmas o con el análisis extranjero puesto en sus creadores y manifestaciones, México encontró en Sur un puente hacia el diálogo con el canon intelectual del momento. ¿Qué tanto ocupó de ese templo” la “tradición espiritual” de nuestro país? ¿Qué de ésta comprendieron sus ediciones? En un sentido amplio, ¿cuáles fueron las pautas, los mapas, las directrices y las resonancias de la presencia mexicana en Sur?

            Circunnavegando aún más por las lindes a las que hemos acudido, la respuesta se abre con una breve cita de Alfonso Reyes, quien pudo ver que cuando Argentina y Méxicoestán juntos, Latinoamérica se abraza, se funde y avanza, una frase sin excepción que es campo fértil para demostrar y demostrarse a sí todo lo que puede trascender una lengua. Victoria Ocampo lo reconocería idénticamente al decir que hemos nacido en las dos extremidades del mismo país que se extiende a lo largo de más de medio continente”.

            Con Sur, o a través de ella, no sólo se extendía una sola región desde Buenos Aires hasta Monterrey, sino también un espejo nítido, reflejo de pares que compartían saberes y verdades puestos en tensión dentro de los márgenes de las fronteras propias, lo que se reveló como una empatía de librepensadores –en términos del crítico Danubio Torres Fierroque, bajo ciertas similitudes respecto al horizonte rioplatense, en el caso mexicano respondió a los avatares del nacionalismo revolucionario apenas en fragua.

            En el círculo que aquí clama, el que surgió con los nombres de Reyes a la cabeza y el de Octavio Paz como luminoso cierre, se llamó a lo que podría habitarse como una utopía intelectual americana, por principio, saludándola con el mejor de los espíritus que buscaba ubicarla en los mismos campos semánticos de discusión del marco occidental, enmomentos “de la historia en que todo cruje” –o crujía–, para decirlo en términos deOcampo, y para resaltar su intrínseco y refinado pulso disidente (aunque parezca oxímoron).

            Así saludaba Antonio Castro Leal a la misma Victoria en octubre de 1943, cuando la editora llegó a México después de una visita a Estados Unidos:


Victoria Ocampo, vuelta hacia el arte, pide inteligencia a la vida, emoción a la inteligencia, finura a la emoción y renovados fulgores al espíritu. No la mueve más que la natural inclinación de su temperamento exquisito. Y en esta obra suya, que por modestia no quiere llamar cruzada, creo que todos estamos con ella desde hace mucho tiempo.


Por las misma fechas, así lo hacía El Hijo Pródigo, la revista literaria mexicana que tenía en su equipo de redacción a autores como Xavier Villaurrutia, Alí Chumacero,Gilberto Owen y Octavio Paz:


[…] ha llegado procedente de Estados Unidos la escritora argentina Victoria Ocampo, directora de la revista Sur. En estas páginas alguna vez hemos señalado la significación e importancia de su obra, reveladora de uno de los espíritus más estimulantes de las letras contemporáneas en América. La redacción del H. P. La saluda muy efusivamente desde estas columnas, deseando que su estancia entre nosotros sea un verdadero lazo de relación entre la intelectualidad de su país y la del nuestro.[15]


No puede asegurarse que esas líneas de El Hijo Pródigo hayan sido escritas por Octavio Paz, pero el estímulo allí invertido en la figura de Ocampo, o en la mejor de sus tareas, se manifiesta largo en una reflexión del poeta escrita en 1962, para incluirse en el libro Testimonios sobre Victoria Ocampo, editado ese mismo año:


El nombre y la persona de Victoria Ocampo evocan una columna, una cariátide o un alto monumento conmemorativo en el centro de una gran plaza. Sol, luz y un espacio regido por una arquitectura noble. Estas imágenes no son caprichosas ni fortuitas. Para casi todos los escritores hispanoamericanos la vida y la obra de Victoria Ocampo son inseparables de la revista Sur. ¿Cómo no ver en su directora al Pilar de la casa de las letras? Pilar, soporte o cariátide. Victoria es algo más: la fundadora de un espacio espiritual […] La otra tarde un hombre inteligente y sensible me decía que el único monstruo bello creado por el helenismo era la Victoria de Samotracia, y eso gracias a que el azar le había roto los brazos: antes, algo sobraba, las alas o los brazos. Victoria Ocampo es un Pilar pero no es una criatura mitológica: tiene brazos y manos, voluntad e imaginación, cólera y generosidad. Y con todo eso ha hecho lo que nadie antes había hecho en América. No le sobran las manos: con ellas escribe y con ellas construye. Cuando pienso en ella, la veo en su ademán más noble: la mano abierta, dispuesta a estrechar otra mano.


¿Expresa ello el tipo de recepción de esas páginas argentinas en México? ¿El símil helénico da eco a su influencia en las consuetudinarias generaciones de grandes que continúanelevándonos sobre sus hombros? Ni duda cabe. Escuchar las voces de Reyes, Castro Leal, Cosío Villegas o Paz, entre algunas más, unirlas a las intensiones de Sur y entablar con los otros un alto diálogo sobre América, repensándola desde la inteligencia americana y haciéndola partícipe, englobándola como geografía crítica, en la discusión de un nuevo orden del mundo, haya sido político, artístico, cultural, supone identificar un modelo cuyos estros permanecieron en herederos que en su momento aparecerían en las últimas épocas de Sur, como Gabriel Zaid o José Emilio Pacheco, el oriente con el que, viendo hacia aquel punto, puede reiniciarse la escucha de este diálogo.


Gerardo Villadelángel Viñas* 
(Ciudad de México, 1973)

Curador editorial y ensayista, estudió literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (ffyl-unam), la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, España. Ha sido asesor de la dirección y editor de contenidos especiales en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Actualmente cura, coordina y edita la colección en siete volúmenes El libro rojo. Continuación (México, Fondo de Cultura Económica –fce–, 2008 a la fecha) que en 2009 obtuvo el Premio al Arte Editorial de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Como coordinador y editor realizó, en coautoría con el antropólogo Roger Bartra, el bestiario Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano (México, fce-Instituto Nacional de Antropología e Historia –inah–, 2011). Es antólogo, curador editorial y prologuista de la obra México en Sur 1931-1951 (México, fce-La Jaula Abierta, 2014) y codirector de La Jaula Abierta, sello que fundó con el escritor Vicente Leñero y el propio Roger Bartra. Ha presentado su obra en México, Estados Unidos, Argentina, Colombia, Perú, Nicaragua, España y Japón.

______________________________
[14]Octavio Paz, “Testimonios sobre Victoria Ocampo. 1962”, Sur. Victoria Ocampo 1890-1979. Homenaje, op. cit., p. 92.

[15]El Hijo Pródigo, México, octubre de 1943.



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Notas sobre "Beauty": una canción para conjurar los malos tiempos

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“Quiero pensar que en el fondo fue bueno, no quiero rencor, ni beber tu veneno”. Estos son los versos centrales de “Beauty”, la canción que lanzamos hace unos días junto a LadoSur.



Por: Chris Mosquera / Integrante de Lado Sur

“Beauty” es un cruce de correspondencias entre dos personas tras el fracaso de una relación. La primera versión la escribí hace varios años. Habla sobre un tipo (yo) dolido por un amor que terminó en una profunda decepción. 


Hace unos ocho años, en medio de una época densa en mi vida, un bus me zarandeó por toda la carrera séptima en Bogotá mientras iba camino al trabajo. En uno de sus frenazos, me fui de cara contra uno de los tubos del vehículo. El golpe resonó en toda mi cabeza como una nota constante. Pasaron varios minutos y el sonido persistente se convirtió en algo parecido a una nota musical. Era un fa. No es que tenga oído absoluto. Solo lo imaginé así. Empecé a jugar con el fa en mi cabeza y con su quinto grado, es decir, con un do.


Me imaginé una melodía y una letra sobre el fa y el do. Algo así como: Quiero pensar que en el fondo fue bueno.


Eran días agridulces. Había producido mi primer álbum (para una banda en la que yo era el guitarrista) pero solo vendió -con mucha dificultad- unas 300 copias. Todavía tengo cajas repletas de discos, alimentando a alguna polilla en el depósito de la casa mi tía favorita.


A partir del golpe contra el bus, de su eco y de las melodías que imaginé en los minutos siguientes, pensé en escribir una canción para ese disco que no vendió. Una que también sirviera para cierto amor triste que nunca me correspondió del todo.


Una canción para decirme a mí que ya estaba bueno de inventarme películas y sufrir.


No quiero rencor, ni beber tu veneno.


La segunda parte del tema nació el año pasado (2017), pensando en una respuesta a la primera estrofa. Un día nos encontramos con la cantante María McCausland, en una suerte jam, luego de una presentación en la Feria del Libro de Bogotá. Con María compusimos una segunda estrofa que respondiera a la primera. Escribimos sobre una mujer que se sabe amada y que admite sin culpas que no pudo devolver el amor recibido. La mujer de la canción tampoco quiere beber del veneno de aquellos días, y se une a la voz principal para cantar el coro a dos voces.


Esa es “Beauty”, una canción para conjurar los días malos, para exorcizar los amores que dolieron y para pasar la página. Para pasar de beber ciertos venenos. Un antídoto.


*Escucha Beauty en Deezer https://bit.ly/2E5m9cA


Acerca de LadoSur


LadoSur es una banda de música de bolsillo: su apuesta es la canción como género artístico y sus shows en vivo combinan la música con otras artes como la literatura, la fotografía y el cine. Este tipo de puesta en escena, que lleva la música a puntos de encuentro con otras disciplinas y saberes, los ha llevado a participar en eventos como la Feria Internacional del Libro de Bogotá o el Festival del Libro y la Cultura en Medellín. Incluso Chris Mosquera, líder del proyecto, abrió el tour que celebraba los 30 años de Fito Páez en 2016.



Un café en Buenos Aires en librería Suerte Maldita

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En días en los que no nos alcanzan los dedos de las manos para contar las malas noticias que nos caen sobre la cabeza, nos llega (¡al fin!) una buena: en Buenos Aires acaba de abrir una nueva librería. Los encargados de la adorable irresponsabilidad son Ana Ojeda y Luis Mey. Pasé a visitarlos a pocos días de su inauguración, y mientras Ana atendía a amigos y clientes, Luis preparó dos cafés y empezamos a charlar sobre lo que más nos gusta. Acá les comparto lo que se puede publicar:


¿Cuándo abrió Suerte Maldita, Luis?

L: Suerte Maldita abrió sus puertas el jueves 1 de noviembre.


—Pasame la dirección y horarios.

L: Estamos en Serrano 1394.


—Entre Cabrera y Niceto Vega. Corazón de Palermo, a dos cuadras de Plaza Serrano. Qué buen plan venirse para acá a dar una vuelta, tomarse un café o una cervecita, y después pasar a conocer la librería.

L: ¡Exacto! Vos lo dijiste. Y abrimos de lunes a lunes. De lunes a viernes, estamos de 12 a 20; los sábados, de 12 a 21 y los domingos de 15 a 20. Pero muy seguido nos vamos a quedar hasta más allá de la medianoche.


—¿Habrá fiesta de inauguración?

L: ¡Ya paso y no viniste, Pablo!


—Tenés razón, disculpame. Pero sé que se vienen un montón de presentaciones de libros, ¿no?
L: En Suerte Maldita habrá todo. Y te esperamos tanto a vos como a todos los lectores de Un café en Buenos Aires.


—¿Dijiste que habrá de todo?

L: De todo.


—Te tomo la palabra. Sigamos: me gusta pasar tiempo en librerías. Y me llama la atención la cantidad de gente que entra a ellas como quien pisa un planeta desconocido, y le dice al librero: “Tengo que regalar un libro, ¿me recomienda uno por favor?”. ¿Qué libros imaginás que Ana y vos van a recomendar?

L: Está bien que lo sientan un planeta desconocido. Hay tantos libros como diría Zaid en Los demasiados libros que de ningún modo es posible abarcarlo todo. ¿Qué recomendaremos? Será casuística: cada lector es único, tendremos que conocerlos.


—Te cuento una anécdota: muchos años atrás entré a una librería y pedí Lolita. El librero, que no tenía la menor idea de qué era lo que yo le pedía, me preguntó quién era su autor. Yo respondí “Nabokov”, y él, tentado de la risa me dijo: “¿Nabo cuánto?”. La anécdota es graciosa, pero también habla de cuánto se degradó uno de los trabajos más bellos: el de librero. ¿Por qué intuís que llegamos a esto?

L: En ningún lugar del mundo hay tantos libreros como necesitan las librerías. Hablo de libreros y libreras de los de antes. Parte de la búsqueda de un buen lector debe ser encontrar su librero.


¿Hay escritores con los que, por razones éticas o estéticas, optarán no trabajar?
L: De ninguna manera. 


Puedo imaginar qué ventajas tienen las grandes cadenas de librerías a la hora de competir con librerías como Suerte Maldita. Pero también imagino que las librerías (más) pequeñas tendrán alguna que otra ventaja a la hora de enfrentar esos monstruos. ¿Cuáles son?

L: No se trata de enfrentamientos. La ciudad es una gran librería. Como ventaja competitiva, Ana y yo somos escritores, y amamos el libro, y también queremos que quienes nos vengan a visitar lean lo que nosotros leímos, y también queremos leer lo que ellos nos recomienden.


Toda buena librería es, inevitablemente, un lugar mágico. Pero para sostener esa magia hay que lidiar con una serie de cuestiones bastante grises como el pago del alquiler, impuestos, trato con editoriales, etc. ¿Están preparados para lidiar con ese “lado B”?

L: Estamos listos desde que nacimos, Pablo. Es más, no sabemos por qué no lo hicimos antes.


No basta con contar con una determinada suma de dinero para montar una librería con alma. Se precisa (más allá de amor a los libros) también cierto conocimiento del mundo editorial. Imagino que tus años como librero en El Ateneo serán de ayuda.

L: Sí, por supuesto. Fue una gran escuela como también lo fue la Boutique del Libro y también lo son un poco todas las librerías. Pero también el trato con las editoriales que siempre fueron muy buenos compañeros del mundo del libro, la gente de distribución y las comidas con colegas.


Vamos con la última.
L: ¿Me vas a preguntar a qué escritor invitaría a tomar un café?


—Exacto.

L: ¿Puedo elegir dos?


—Claro que sí.

L: Los invitados serían dos: Cheever y VirginiaWoolf. Sería un buen cóctel. Los invitaríamos a Suerte Maldita y aquí les ofreceríamos buen café o un vino… vino, vino.


    Tengo una más. Es una pregunta casi secreta, así que te la hago al oído: hay una leyenda que cuenta que algunas librerías de Buenos Aires están conectadas por una interminable red de túneles. Y que allí, bajo tierra, una cofradía de duendes con sombreros extraños escriben e imprimen libros repletos de poemas, cuentos y novelas bonitísimas. Alguien me susurró que  Suerte Maldita está conectada a esos túneles. ¿Es cierto?

L: Sí, claro. Pero Suerte Maldita está conectado sobre todo con la red bancaria sobre avenida Córdoba. Libreros y boqueteros. Guardanos el secreto.




*Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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Reseña de Traducción del silencio, de Trinidad Ruiz Marcellán

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La poética del silencio que anida en este libro esencial es la huella indeleble del recuerdo, del amado ausente, y al mismo tiempo la vida en toda su grandeza y honestidad.


Por: José Antonio Santano*

Abrir las páginas de un libro es siempre un acto de amor indescriptible. Abrir las páginas de un libro de amor es abismarse en la frondosidad del silencio. El silencio del amor es como un mar inmenso e infinito. Por eso el amor es el motor del mundo, no hay nada que pueda con el amor, ni siquiera la muerte. Cuando la muerte se interpone y deja a los amantes en el dolor de la ausencia, la vida es un calvario, la oscuridad plena, el precipicio que invita a la caída, como si el mundo no existiera ya, solo sus cenizas, y sin embargo, el amor renace como un Ave Fénix. Abrir las páginas de un libro de amor es, entonces, como hallar un oasis en el desierto, el mejor bálsamo posible, pura razón de la existencia.


Uno de esos libros es, sin duda, Traducción del silencio, de Trinidad Ruiz Marcellán (Zaragoza, 1950), poeta honda donde las halla y perseverante editora, responsable desde el año 1979 de Olifante. Ediciones de Poesía. Nace Traducción del silencio como consecuencia de la muerte de Marcelo Reyes, compañero de vida de la poeta.


Después de dos años de habitar el más absoluto silencio, de conversar con él día y noche, de odiarlo y amarlo al mismo tiempo, de bucear en la oscuridad hasta la extenuación, en un delirio incomprensible, de caminar sin orden ni concierto; después de haber volado hasta la más alta montaña y haber rozado los bordes dorados de la luna, de sentir la quemazón de la ausencia definitiva, de amamantar el desconsuelo y la desesperación o precipitarse en la más honda y triste soledad, Ruiz Marcellán, refugiada en la escritura, acierta al comprender de que es posible renacer a la vida después del último y aterrador silencio, de que la luz puede iluminar tanta oscuridad y que para ello no hay mejor remedio que regresar al origen del propio silencio, entenderlo, asistirlo, dialogar con él, recrearlo  mediante la palabra, interpretarlo, traducirlo al fin.


Ya en el prólogo el también poeta Luis Alberto de Cuenca dice: «La escritura mitiga los efectos devastadores de la muerte. Se transforma en un grito que consigue emerger de la soledad y vencer al silencio. Un grito que, en el caso de este libro de Trinidad Ruiz Marcellán, no sobrecoge ni aterroriza, sino que conduce a la calma y suscita el sosiego. La calma y el sosiego que reinan en el país del recuerdo, allí donde las llagas en el alma que produce el dolor comienzan a cicatrizarse». Y así es o así nos lo parece, porque este libro es un libro de vida, de la victoria siempre del amor en su entrega pura y generosa. Bien lo sabe la mujer y la poeta que vive en Trinidad Ruiz Marcellán, y lo sabe el paisaje del Moncayo, los pobladores de Litago y los árboles y pájaros, la tierra entera. Ya lo dijo el también poeta y gran amigo de Trinidad, Ángel Guinda: «Ya no hablo otra lengua que no sea el silencio». Y esto mismo ocurre con la lengua que habla y escribe Ruiz Marcellán. Ella ha querido, deseado amorosamente, adentrarse en la mismísima médula del silencio para crear un universo nuevo, distinto, de una belleza inconmensurable y de una extraordinaria hondura. Del silencio a aprehendido y de él ha nacido la esperanza. La poética del silencio que anida en este libro esencial es la huella indeleble del recuerdo, del amado ausente, y al mismo tiempo la vida en toda su grandeza y honestidad. Versos que beben de la tierra y el agua, del vuelo del pájaro en su descenso delirante a la planicie; versos que resplandecen los sentidos y desbordan la emoción:


«Verás cómo crece / la mimosa de Tasmania / que da sombra a tu ventana.  // Entre las dos te auparemos / sujetando tus vértebras rotas / y desplazadas a otro mundo.  // Amor más poderoso que la vida».


Traducción del silencio contiene la esencia de la palabra poética de Trinidad Ruiz Marcellán, la brevedad de sus versos, en esa especie de golpe seco, contundente y único, que nos alerta y nos asombra, nos seduce y abisma, distingue su personalísima voz. El silencio que nos muestra en toda su magnitud no es sino su propio silencio, aquel al que un día se vio sometida y del que aprendió a sentir y vivir como otros muchos silencios que habitaban la casa y la montaña:


«Cumbre / del Moncayo. // Recomenzar».


Versos como hilos de seda que van tejiendo cada instante de vida, a la que se aferra ya sin remisión, pues en ella habita toda la esperanza de saberse amada aún después del silencio y haber amado aún después de la muerte. Abrir las páginas de este libro es como iniciar un vuelo a lo desconocido, a los misterios de la vida o como respirar el aire puro de las altas cumbres. La verdad poética de Trinidad Ruiz Marcellán resplandece en cada una de las páginas de este pequeño gran libro, una joya literaria que no dejará impasible a lector alguno, porque en él se halla el silencio en todas sus formas y sentires.


Traducción del silencio nos devuelve la esperanza en el ser humano para cambiar la vida y para creer en ella, y por eso la poeta se pregunta:


«¿Para quién / vivir? // Silencio. / Vacío. // ¡Para la vida!».

Poesía del silencio y para la vida, pura poesía la de Trinidad Ruiz Marcellán.  


Título:Traducción del silencio              

Autor: Trinidad Ruiz Marcellán

Editorial: Olifante (Tarazona, 2017) 


*José Antonio Santano. (España) Poeta y crítico literario. 

El escritor Juan David Bastidas publica la segunda parte de la saga "La Tierra de las Cordilleras"

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La segunda parte de la exitosa saga “La Tierra de las Cordilleras”, titulada Los pétalos azules, llega con la noticia de la reimpresión de la primera edición de El Jaguar Dorado. Doble plato fuerte para los amantes de la literatura fantástica.



Los pétalos azules, la nueva obra del joven escritor Juan David Bastidas Pantoja, retoma el universo complejo y lleno de seres míticos que confluyeron por primera vez en la parte inicial de la saga de "La tierra de las cordilleras". Con prólogo de Enrique Patiño.

La Trama

El protagonista es Yurak, el joven aprendiz de mago, que en la segunda entrega de la saga de fantasía épica inicia su aventura en el bosque, entre cacerías con lobos que despiertan en él una fuerte conexión con la naturaleza. Guiado por su mentor, Myrd, descubrirá que estudiar en la Magna Corte de los Magos de Ormuz, en el reino de los hombres, no le garantiza el conocimiento ni la sabiduría. Por el contrario, lo aleja de descubrir nuevos horizontes.

El poder oscuro que provenía desde las tierras del norte y una secreta fortaleza, se mantiene latente y continúa generando resquemor entre los habitantes míticos de las Cordilleras. De nuevo el libro sagrado de Ananda revelará las soluciones. De nuevo habrá luchas y vaticinios trágicos. Seres siniestros surgirán de los abismos, fortalecidos para derrotar a las fuerzas de la magia. Místicos animales, como el jaguar y el cuervo, revelarán lo luminoso y lo aterrador del Universo.

Una Lucha Contra la Oscuridad

Entre nuevos poderes mágicos, habilidades increíbles, elfos, magos y la presencia creciente del amor primero, los protagonistas de Los pétalos azules vivirán entre contradicciones y el más grande temor de todos: su lucha contra las sombras parece perdida, a causa de la división y las traiciones. Los ejércitos de La Fortaleza del Sol Naciente caen. Gigantes de cabezas astadas derriban los muros; extrañas bestias salen de las sombras en la noche. Yurak es su objetivo.

En La Tierra de las Cordilleras. Los pétalos azules están todos los elementos míticos de las leyendas ancestrales, ubicadas en un territorio que reconocemos como nuestro. Las traiciones e intrigas superan el plano real y asfixian con su carga emocional a los protagonistas. Aun así, la vida de los protagonistas estará entretejida al destino de los pueblos y criaturas que habitan las heladas cumbres y vastas llanuras de la Tierra de las Cordilleras.

Reimpresión de El Jaguar Dorado

Paralelamente, la primera parte de la saga,  El Jaguar Dorado tendrá su primera reimpresión. En la primera entrega se anticipan todos los protagonistas, desde el viejo mago y su aprendiz hasta los pueblos míticos de Ormuz, Uran, Waylla y Alvaheim,  habitados por las estirpes de hombres, enanos, centauros y elfos, entre muchos otros seres míticos, que luchan por reestablecer el orden en la Tierra de las Cordilleras.


Sobre el autor

Juan David Bastidas Pantoja nació en 1988 en San Juan de Pasto, Colombia. A los trece años, luego de leer las obras de Harry Potter y de El Señor de los Anillos, encontró en la literatura la vocación de su vida.

Luego de obtener su título como psicólogo en 2011, se ha dedicado a escribir y ordenar aquellos relatos en los que trabajó desde su adolescencia, así como a participar en diversos certámenes y concursos de cuento y poesía. Entre los más recientes, se destacan el III Concurso Nacional Nuevas Voces Literarias Colombianas – 2016, organizado por el PEN Internacional Colombia, en el que resultó ganador con el cuento La torre del pavo real y recientemente, en Octubre de 2018, obtuvo el primer lugar en el VI Premio CEPA de Novela Juvenil organizado por la Editorial Tandaia, de España, con la novela de fantasía y aventuras: Sachamarka.

Su mundo se alimenta de literatura fantástica, fantasía épica, mitología, literatura de aventuras, historia, cuentos e historietas que le permitieron descubrir visiones de pueblos antiguos, mundos muertos y creencias que ya no existen; perspectivas olvidadas que guardan en su interior las más profundas y loables cualidades del alma humana. "La Tierra de las Cordilleras" es su saga de literatura fantástica, destinada a los amantes de la épica, la magia y la fantasía. Los pétalos azules es su segunda entrega, para continuar cumpliendo con la afirmación de Barthes, según la cual, “El mejor regalo que un escritor le puede hacer a un lector, es transformarlo en escritor.”

Reseña del libro Difícil de leer: entre mi luto y mi fantasma, de Marco Alvarado

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Sobre el libro Difícil de leer: entre mi luto y mi fantasma de Marco Alvarado, la docente Romina Muñozy el escritor Salvador Izquierdo narran la experiencia del autor en la pequeña comunidad de La Esperanza, en la provincia de Guayas (Ecuador), donde se propuso la creación de espacios de sensibilización artística, reflexión histórica y recuperación de la memoria.



Por: Romina Muñoz y Salvador Izquierdo*


A inicios de este año (2018) Marco Alvarado (Guayaquil, 1961) publicó en Ecuador el libro de artista Difícil de leer: entre mi luto y mi fantasma, nacido de su participación en la exhibición colectiva “¿Es inútil sublevarse? LaArtefactoría: arte y comentario social en el Guayaquil de los 80”. La publicación surgió por la necesidad de buscar otro contenedor para poner a circular las memorias experiencias recientes de Alvarado, quien en 2009 decidió abandonar la ciudad, su actividad docente y el medio artístico donde se desenvolvía, en busca de nuevas experiencias de vida. La pequeña comunidad de La Esperanza, ubicada al interior de la provincia de Guayas, fue uno de los lugares transitados en este recorrido. Ahí el artista decidió detenerse y sumarse a un proyecto de largo aliento que permitiría fortalecer los lazos de la comunidad del sector a través de programas de forestación, reforestación, agroforestería, cultura integral y turismo vivencial. En este marco, el artista se propuso la creación de espacios de sensibilización artística que fomentasen la enseñanza de técnicas y métodos de permacultura, y participó en la implantación de talleresque promovieran la reflexión histórica y la recuperación de la memoria. Muchas de estas propuestas, sin embargo, quedaron truncadas luego de un desalojo sorpresivo y violento que desplazó a una gran cantidad de habitantes de la zona.


Inadvertidamente, Alvarado fue testigo de los conflictos agrarios, de las manipulaciones del poder para entrar a los sectores más vulnerables, del disfraz de una revolución que prometía hacer cambios integrales y no una simple redistribución de tierras, pero que terminó empoderando a nuevos traficantes de tierra acudiendo al hostigamiento, la destrucción de las viviendas, a la muerte, para despojar a los campesinos de sus territorios. Su libro de artista, más que dar respuestas o soluciones a estos desencuentros, es el resultado de un proceso de develamiento que el artista ha decidido traer de vuelta consigo, para seguir interrogándose/nos.


El libro está compuesto pordos partes centrales: URNAS, la primera, contiene archivos fotográficos, dibujos y textos que Alvarado produjo durante su tiempo en La Esperanza. Los documentos relatan una serie de historias y eventos que atraviesan a esta comunidad. URNAS recoge, a modo de collage, la experiencia del viaje. La mayoría de ellas contienen pinturas de corte tradicional (paisajes, bodegones en óleo, elaboradas con técnicas clásicas) que el artista realizó en homenaje a su padre, quien una vez que aceptó la decisión de su hijo de ser artista, le había pedido que “al menos pinte algo bonito”. Las URNAS también aluden al ejercicio clasificatorio y enciclopedista de los museos y sus cabinets del siglo XIX, que contenían objetos de culturas (a)modernas, extraídos de sus contextos para reafirmar una temporalidad nueva apropiada para la emergencia de un nosotros nacional; donde las producciones culturales de estos salvajes arquetípicos eran encerradas en ánforas y espacios para ser contempladas como evidencias de un estadio anterior, externos a los principios morales y racionales del proyecto nación que debía erradicar, sanear y civilizar.


En la segunda parte del libro están los IMPERATIVOS:fotografías personales intervenidas con textos. Estas obras también aparecieron luego de la muerte de su padre, a modo de consejos o guías de conducta que el artista se da a sí mismo para continuar su camino a partir de su orfandad. Mensajes como: Sé compasivo, Vota nulo, Neurofenomenologízate, El pueblo no existe, Medita, Decrece, Hazlo tú mismosoninterferidos con palabras en lenguas indígenas, creando unos verdaderos Frankensteinslingüísticos que por lo tanto son: “difíciles de leer”. A través de esta acción el artista nos confronta con esa aparente escisión radical entre el ser y el decir, y la necesidad de fomentar acciones, propuestas pedagógicas anárquicas, que interpelen la cuantiosa producción de imágenes que aparecen a diario a través de las nuevas tecnologías y los discursos de poder; zonas de interferencia, entonces, que ponen bajo la lupa las estructuras y prácticas que moldean nuestras valoraciones éticas y estéticas.


* Este texto es una versión adaptada del epílogo que se encuentra en Alvarado, Marco. Difícil de leer: entre mi luto y mi fantasma. Editorial Festina Lente: Quito-Guayaquil, Ecuador, 2018.


*Salvador Izquierdo. Docente, escritor y co-fundador de la Editorial Festina Lente. Autor de novelas como Te Faruru (2016) y la colección de relatos Te Perdono Régimen (2017).

*Romina MuñozArtista, docente y cofundadora de la Editorial Festina Lente. Miembro de la Fundación Muégano Teatro


La esclavitud de los bárbaros: el manoseo de la institucionalidad, “la manada”, Bolzonaro.

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Foto: Libros y Letras

Por: Álvaro Mata Guille*
Nuestra época, consumida por su propio olvido, pasa por alto los muchos componentes que dan sentido a la convivencia. El cómo queremos ser o el convivir, nacen de lo que hacemos o dejamos de hacer, de nuestras costumbres, pensamiento o convicciones, de una ética, una moral o sin ellas. De igual forma, los fallos judiciales, las sentencias que dictan los jueces, se adhieren a los referentes que construyen el orden social, marcando pautas que ayudan a transformar el entorno o a perpetuar el oscurantismo.

La sentencia que dejó en libertad, sin sospecha alguna, sin mancha, a los acusados (la manada) de violar (ultrajar, mancillar, someter), perpetúa la condición que hace de la mujer un algo desprovisto de cuerpo y alma. El fallo, como otros tantos en otros países (México, Argentina, Colombia, etc.), pervierte lo democrático, pues elimina al otro: su silencio, su imposibilidad, su miedo, su estar ahí, su voz, su no. 


En otra instancia, en otro país, por otras razones, otra resolución judicial produce, desde otro tenor, similares consecuencias: también pervierte lo democrático, no solo porque derruye, aún más, la deteriorada confianza hacia las instituciones, sino porque da paso a lo unilateral, al mundo de lo totalitario y el fascismo, a la visión del solo yo del tirano que elimina lo distinto, lo disidente, la posibilidad del otro.


Magistrados costarricenses, ante la consulta constitucional de un plan fiscal, no solo se plegaron a las apetencias, al “qué me importa” y a la mezquindad del poder, manoseando a su antojo, como abogados del verdugo al que le besan su mano, la institucionalidad, socavando profundamente el sustento existencial que da sentido a las instituciones democráticas: la división de poderes, traducción de lo plural que permite que coexistan otras voces, en este caso, el otro que mediatiza, precisamente desde lo institucional, la relación entre el poderoso (su ceguera, su gula, sus caprichos, su “solo yo existo”) y el ciudadano; entre la ambición sin medida del que ejerce el poder, sonriendo con soberbia al verse el estómago, y el que camina por las calles.


Ambos fallos, el que no condena la violación (el mancillar, el desprecio, la negación del otro) y el de la sala constitucional de Costa Rica, que instaura el manoseo conveniente de las instituciones y lo arbitrario, se interrelacionan, les une un hilo en común y un resultado: barbarizan. Uno pervierte la estructura institucional imposibilitando (banalizando, despreciando, derruyendo) la construcción de lo plural, y el otro, el fallo de los jueces españoles, socava, sin sonrojo, la posibilidad de lo diferente, el nacimiento de lo plural, la construcción de personas más allá del monólogo estéril de lo masculino. A ambos fallos los posee el mismo mal: el oscurantismo, que busca instalarse en las sociedades contemporáneas, el mundo de un único discurso, de una sola moral, de la sola posibilidad que, como consecuencia, no solo invisibilizan la otra voz, la desaparecen, la transforman en sombra, en espectro.


Algo más: al romperse el pacto (la confianza, la representación, el acto de fe, el voto) entre la ciudadanía y los referentes (institucionales, culturales, morales), los que han construido y sostienen lo social, nos obliga, necesariamente, a reformular, a reconstruir, a encontrar de nuevo un sentido de las cosas, una razón de ser, de no hacerse, como viene sucediendo en nuestros contextos, en los que se instala con normalidad el funcionamiento de una democracia corrupta usada por los de un signo u otro, de lo impune, del compadrazgo, que da pie a formación de estados paralelos, no es extraño que la orfandad que nos produce, que conlleva en sí misma odios y resentimientos, sea el alimento del fundamentalismo y el linchamiento. Ese paso, la ruptura del pacto, la dieron, la vienen dando, en este caso y otros, magistrados, jueces, políticos, los que con sus manoseos, frivolidad, corrupción, hacen de nuestra época una época más oscura: la de Bolsonaro-Maduro-Trump-Vox-Ortega, tantos de tantos que dan forma, instituyen, normalizan, un lenguaje sin alma.


Álvaro Mata Guillé

Poeta, ensayista, gestor cultural, dramaturgo. Coordinador general del Corredor cultural Transpoesía. Leer más AQUÍ
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Un Café en Buenos Aires con la escritora Luz Mary Giraldo

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Quien no conoce la literatura de su país, no tiene manera de confrontar la de otras partes. En ese sentido he sido tan colombianista como latinoamericanista.

Luz Mary Giraldo. Foto: Marcela Sánchez (Tomada del facebook de la autora)

Por: Pablo Di Marco*

No siempre es bueno conocer a los escritores que uno admira, sin embargo hay excepciones. Conocí a Luz Mary Giraldo a fines de 2014. Siendo ambos jurados (junto a Marianne Ponsford) de un premio literario, fuimos invitados a pasar cuatro días en Neiva para asistir a la premiación de Las vidas posibles, una hermosa novela de Jacobo Cardona Echeverri. Pese a que jamás nos habíamos visto las caras, congeniamos de inmediato, y durante esos cuatro días creo que no hicimos otra cosa más que conversar y reír. Y, en lo que a mí se refiere, no hice otra cosa más que aprender, ya que Luz, como las grandes profesoras, enseña con cada gesto, cada recuerdo, cada anécdota (solo en apariencia) menor. En fin, Luz Mary Giraldo, como todos los grandes profesores, enseña aún cuando no se propone hacerlo. Ojalá que esta conversación me permita transmitirles aunque sea una parte de la sabia calidez que Luz Mary me transmitió durante aquellos días en El Huila (Colombia).   


—Me gustaría que hablemos de tus primeras lecturas, Luz. Entrecierro los ojos y alcanzo a verte de pequeña con un libro entre las manos. ¿Cuántos años tenés?



LM: Hay una fotografía en la que estoy con mis dos hermanos mayores y mi papá. No he cumplido tres años. Yo estoy en el centro, concentrada en un libro, absorta. Imagino que desde entonces me gustaron las letras, los cuentos, los libros, pasar esas páginas, sentir su textura, su olor. Creo que a los cuatro años empezaba a deletrear y mi padre me regalaba historias publicadas en pequeños cuadernos, con ilustraciones a color; cada día me entregaba un cuadernito y recibirlo era para mí una fiesta.


—¿Cuál es ese libro que de a poco te atrapa? ¿Qué libros vendrán después?



LM: Con el tiempo supe que eran adaptaciones de los cuentos de las Mil y una noches. Otra forma de aprendizaje estuvo en la voz de mi abuela, quien me contaba historias haciéndome creer que todas aquellas aventuras y miedos le habían sucedido en su infancia. Hace unos años preparando un texto sobre Andersen y Grimm, descubrí que de allí provenían esas fantasías de mi abuela. Detrás también me fueron llegando algunos mitos y leyendas de mi tierra, del Tolima: el Mohan, la Patasola, la Llorona… Eso fue alimentando mis fantasías. Y ya en el colegio, llegó la poesía, el ritmo de la poesía, la música en ella, las imágenes…


—¿Y cuándo llega la tentación de escribir? Yo lo llamo el “llamado de la selva”.



LM: Hay unos eventos: a mi mamá le gustaban los boleros y sus letras. Sin darme cuenta a mí también me fueron llegando esas imágenes literarias que luego encontré en los poetas románticos y modernistas. Pero hay un instante especial en mi vida, antes de cumplir los cuatro años: en el jardín de mi casa había unas plantas de apariencia insignificante, que muchas veces se arrancaban por considerarlas maleza. Eran plantas chiquitas, de hojas verde oscuro, que escondían unas florecitas moradas y lilas que a mí me encantaban. Siempre pensaba que eran como mariposas escondidas. No lograba entender por qué eran marginadas y no las consideraban bellas. Muchos años más tarde, a partir del recuerdo, escribí un poema breve que llamé “Guirnalda de violetas” que está en mi tercer libro: “Fuera del tiempo y del lugar/ olvidas la violeta: / levantas la hoja/ y a plenitud de vida/ surge el color/ mariposa que comienza vuelo”. Ya adolescente, cuando bachillerato,  me gustaba leer poesía y estudiaba música en el conservatorio. Algún día, en plena clase de literatura imaginé un trozo de hielo derritiéndose en un vaso.  Allí surgió una imagen que hice consciente: “mirando del cristal en lo profundo, sólo el hielo derretir se ve…”, no recuerdo más, sólo que asocié esa imagen al tiempo que se acaba…


—Naciste y viviste hasta tus 17 años en Ibagué, y después te fuiste a Bogotá. ¿Qué te motivó a partir?



LM: Me fui a Bogotá a estudiar en la Universidad Javeriana. Y aunque fue una toma de decisión clara, el desprendimiento fue difícil. Era dejar familia, amigos, mi ciudad y mi gente, el Conservatorio de Música donde estudiaba piano y canto desde muy niña. Hubo renuncias en esa decisión…


—¿Cómo recibió la gran Bogotá a esa jovencita de provincias? ¿Te adoptó de inmediato o fue un proceso lento?



LM: Fue difícil y dolorosa la adaptación. Bogotá era hostil, ajena a quienes veníamos de ciudades intermedias, su gente era distante. Ibagué es una ciudad alegre, luminosa, de clima cálido, de ambientes familiares, festiva, mientras en Bogotá llovía y llovía, siempre de cielo gris… Si en Ibagué estábamos con ropa ligera de colores, sandalias, en Bogotá esto era imposible: chaquetas, botas, zapatos cerrados, medias, ropa oscura y pesada… Esto ha cambiado. La llegada de gente de tantos lugares ha vuelto a Bogotá más alegre y colorida aunque llueva y el día esté gris.


—¿Y cómo vivió tu entorno de Ibagué tu partida? Te lo pregunto porque nunca falta quien tilda de arrogante al que parte en busca de nuevas oportunidades.



LM: No, Pablo. Por fortuna ese no fue un problema. En Ibagué no había sino una universidad y las carreras universitarias eran Veterinaria, Agronomía, Topografía y Bellas Artes. Así que estábamos acostumbrados a ver que la mayoría viajaba a Bogotá a estudiar otras carreras. La oferta  universitarias era amplia: Medicina, Arquitectura, Derecho, Ingeniería, Trabajo Social, Psicología, Sociología, Artes, además de y Filosofía y Letras, que fue lo que yo estudié.


—En Bogotá te graduaste en Filosofía y Letras, ¿no es así?    



LM: En Filosofía y Letras con especialización en Literatura y tuve también un refuerzo muy importante en Artes, pues la especialización en Literatura se complementaba con ocho semestres de Historia del Arte. Al terminar mis estudios a los veintidós años, una profesora de Arte me llevó a una Universidad a dar clases de Arte Moderno. Lo asumí como un reto, porque yo me había preparado para ser una estudiosa y hacer buenos análisis literarios, pero no para ser profesora. Simultáneamente, en la Javeriana me pidieron dictar un curso de verano sobre Literatura Hispanoamericana del siglo XX. En las dos asignaturas había tenido profesoras excelentes que me formaron muy bien y me dieron seguridad al recomendarme. Pero por supuesto que moría de susto cada día de clase.


Foto tomado del facebook de la autora.

—Puedo imaginarte. Decime, Luz: eras muy joven cuando comenzaste a dar clases en la facultad. Tan joven que incluso eras menor que muchos de tus alumnos. ¿Cómo manejaste esa situación?



LM: En el curso de verano tenía alumnos mayores, con larga experiencia docente. Muchos de ellos fueron amables, y con muchos hice amistad. Pero también tuve alumnos insoportables, soberbios, prepotentes, caprichosos, a quienes prefiero no recordar. Pero también algunos de ellos hoy son mis amigos, mis colegas, escritores de prestigio que reconocen públicamente lo que pude aportarles. Cuando miro hacia atrás pienso: ¿Cómo fue que estudie tanto? Y también pienso en todo lo que los alumnos le enseñan a sus profesores.


—Un solo punto une a los escritores colombianos: todos ellos, en algún momento de sus vidas, fueron alumnos de Luz Giraldo.



LM: ¡Me haces reír, Pablo!


—No te rías, está bien, tal vez esté exagerando. Pero es increíble la cantidad de escritores que conocí que te tuvieron de profesora.

LM: Más allá de tu exageración es cierto que muchos fueron mis alumnos. Así como también es cierto que yo fui discípula de otros tantos. Una de las cosas que más me une a los escritores que los he estudiado, porque creo que quien no conoce la literatura de su país, no tiene manera de confrontar la de otras partes. En ese sentido he sido tan colombianista como latinoamericanista.


—Fondo de Cultura Económica honró tu trayectoria al elegirte como encargada de la selección y de la escritura del prólogo de Cuentos y relatos de la literatura colombiana. Hablame un poco de ese trabajo que imagino complejísimo.



LM: He hecho dos antologías para Fondo de Cultura Económica. Una publicada en México en 1997 sobre las nuevas tendencias del cuento, y otra en dos tomos, publicada en Colombia  en el 2005, con cinco reimpresiones, que de alguna manera es una especie de historia de la literatura colombiana a través del cuento. Esta incluye mitos, minificciones, cuentos para niños y jóvenes… Me encanta hacer antologías. Es un trabajo de lectura y selección. Creo que es parte de la experiencia docente. Un profesor de literatura selecciona libros y textos para cada curso o cada clase. Por eso creo que cada antología ha sido un trabajo de más de 30 años de experiencia docente y como lectora.


—Esos dos tomos te habrán proporcionado alegrías, pero también alguna que otra tristeza. Intuyo que más de un escritor que quedó fuera de tu selección habrá quedado con el ego herido. Y te lo habrá hecho saber.



LM: He hecho otras antologías con Alfaguara, Planeta, Seix Barral, Hombre Nuevo…. Hay dos de cuentos y relatos de mujeres, una de ellas de la Colonia a nuestros días que se llama Ellas cuentan, y otra de autoras contemporáneas. Y hay una de cuentistas que aún no eran conocidos, que Alfaguara demoró en publicar, pues yo anunciaba que ya había una nueva generación o promoción de escritores, cuando empezaban Juan Gabriel Vásquez, Santiago Gamboa, Mario Mendoza... Llega a ser un trabajo de satisfacciones y agravios. Muchos de los incluidos consideran que es obligación tenerlos en cuenta y algunos de los que quedan por fuera sin pudor reclaman, odian, critican y señalan lo importantes que son. No todos quedan contentos. He leído comentarios desafortunados y comentarios elogiosos. He perdido amigos… A esto se añade que algunos editores deciden, por ejemplo, cuál les interesa o no que estén. No es tan fácil como parece.


—Siempre tuve la sensación que, en lo más hondo de vos, temiste que la Luz catedrática le reste espacio a la Luz poeta. Y que en algún momento de tu vida quisiste enmendar eso. ¿Me equivoco?



LM: Tienes toda la razón. La docencia es exigente y agota las energías. Estudié y trabajé en una universidad, la Javeriana, donde ser poeta era  muy valioso. Aunque era un honor llegar a ser profesora de la Universidad Nacional,  me llené de exigencias que estaban en contravía con la poesía. Entre estudiar, preparar, dictar, corregir, calificar, dirigir trabajos, asistir a reuniones, teorizar… te vas quedando vacío, sin ese tiempo interior que reclama la poesía.  Y la poesía es celosa. No le gusta competir y se aleja, se pone esquiva. Y a uno le pasan cuenta de cobro por esto: a mí me reconocen más como profesora, investigadora, antóloga. En el extranjero, donde voy como poeta e investigadora, he tenido más valoración. No estoy en el cenáculo, ni formo parte de camarillas, ni me interesa darme codazos para decir que ahí voy con mi poesía. Yo persistí en mis distintos frentes  pero no doy para publicaciones anuales de creación, como muchos otros poetas o narradores. Pero repito: no me quejo.


—En 2015 publicaste De artes y oficios. El libro me impactó tanto que me llevó a hacer algo que evito a toda costa: escribir una reseña. Acá te comparto un extracto: “… a través de sus poemas, Giraldo logró unir dos principios muchas veces contradictorios: la profundidad y la sencillez. ¿Por qué contradictorios? Porque, por desgracia —y esto vale tanto para la vida como para el arte—, lo profundo suele ir de la mano de cierta dosis de altanería y pomposidad que poco ayudan a tender puentes con el otro; y a la sencillez se la confunde a menudo con lo ligero, lo trivial, lo prescindible”. Elegí este pasaje de mi reseña porque considero que alcanzar hondura a través de la sencillez es tal vez la escala máxima a la que aspira llegar todo poeta. ¿Qué significó ese libro para vos?



LM: Sigue significando. Es una nueva perspectiva de mi proceso poético, desde el tema del amor y la conciencia de escritura. El poema y  el amor  se arman y desarman. Y como en toda experiencia donde ensayo y error se imponen, una especie de Sísifo muestra ese permanente hacer.


—Acaba de terminar una nueva edición de la Feria del Libro de Bogotá. Imaginemos la siguiente situación: se te acerca uno de sus organizadores y te dice: “Dígame, señora Giraldo, ¿qué aspectos de la feria considera usted que podrían mejorarse?”. ¿Qué le dirías?



LM: Fue una feria fue muy completa, para todos los gustos. Yo haría siempre un pequeño encuentro de escritores colombianos, para debatir el estado actual de la literatura y confrontarla con la del país invitado.

    

—Vamos con la última pregunta de Un café en Buenos Aires, Luz. Seguro que la conocés: te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.



LM: Estaría con Marina Tsvietáieva y con Juan Gelman. No les preguntaría. Los oiría hablar, decir su poesía.


*Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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Los libros que nos cautivaron en el 2018

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El 2018 fue un año de bastantes lecturas a las que dedicamos el tiempo que merecía cada libro. Fueron muchos los autores que nos acompañaron y otros que tuvimos el placer de descubrir. En Libros & Letras hemos hecho una selección de los libros que en diferentes géneros nos cautivaron, pero es solo una muestra de tantas obras interesantes que pasaron por nuestras manos. 

En este especial de libros participaron varios de nuestros colaboradores como Pablo Di Marco, Pablo Concha, Juan Camilo Rincón, Ileana Bolívar, Yeiver Rivera, Natalia Consuegra y Carlos Castro.


La ceiba de la memoria

Roberto Burgos Cantor

Novela

Seix Barral, 2007


Venerada en diversas culturas americanas (taínos, afroantillanos, mayas), la ceiba tiene un carácter de árbol sagrado que nos conecta con el mundo de los muertos y los antepasados a través de sus raíces, y al reino de los grandes espíritus del cielo mediante sus ramas enormes. Y como un puente entre ese otro mundo y el de los vivos, tras su fallecimiento, el cartagenero Burgos Cantor nos deja su herencia en obras de valor incalculable. Entre ellas para destacar La ceiba de la memoria, compuesta por una serie de historias hábilmente entrelazadas y narradas en primera, segunda y tercera persona, dando voz a conquistadores, esclavos traídos de África, funcionarios coloniales e historiadores que, con sentidos relatos y descripciones colmadas de exquisitos detalles y metáforas, nos conducen por la senda de la memoria para conocer quiénes fuimos y, a partir de ello, quiénes somos y quiénes llegaremos a ser. Y entonces, “usted aceptará que la memoria crece, extiende ramas, establece continuidad entre el presente desamparado y un tiempo, ya sin peso, que lo precede”.


Nefando

Mónica Ojeda

Novela

Dum Dum Editora, 2018


Una novela original, muy intrigante, que enaltece las diversas influencias que le dieron vida. Nefandoes un artilugio poderoso que aferra y devora al lector sin compasión.


Historia mínima de Colombia

Jorge Orlando Melo

Crónica – Historia

Turner Publicaciones, 2017


El filósofo e historiador colombiano, Jorge Orlando Melo, logra incluir en un solo libro, de 330 páginas tamaño media carta, la historia de Colombia desde 12.000 años antes de Cristo hasta el ocaso del gobierno de Juan Manuel Santos. Haciendo despliegue de su indudable capacidad de historiador y cronista, Melo relata segmentos que se convierten en párrafos explicativos de la historia convirtiéndolos en novedosos, incluso para quienes somos apasionados por conocer los vericuetos y hoyos negros de nuestra historia.

Historia Mínima de Colombia está dividida en 15 capítulos que a su vez tienen varios episodios relatados de manera cronológica y sin espacio para las interpretaciones personales. Esta obra fue la más vendida de la edición 31 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que hasta su último día reportó extensas filas de interesados en adquirir la publicación de Jorge Orlando Melo.


Cuando deje de llover

Adriana Romano

Novela

Editorial Modesto Rimba, 2017


El presente libro, que  resultó finalista en 1998 del I Premio Clarín de Novela, debió esperar veinte años para ser publicado. Nos gusta pensar que esa demora tal vez haya dotado a sus páginas de una paciente sabiduría que no ha hecho más que enriquecer cada descripción, cada diálogo, cada personaje. Una mujer que cruza el océano para regresar a su pueblo, la sombra de un padre déspota, las —siempre ineludibles— deudas del pasado, una inundación como símbolo del fin de una época. Lo lento y lo bello como un modo de crear literatura.   


La ola detenida
Juan Carlos Méndez Guédez

Novela negra

HarperCollins Ibérica, 2017


Considerada como una magnífica novela (Babelia), Juan Carlos Méndez Guédez hace un estremecedor retrato de la crisis venezolana. La historia -que va entre el presente, el pasado y viceversa- parte cuando Magdalena Yaracuy, una detective que para resolver sus casos combina la santería y las artes marciales, es contratada por un poderoso político español para dar con el paradero de su hija Begoña, quien ha desaparecido en Caracas.

Con el retorno a su país natal, donde todavía permanecen su padre y sus amigos, Magdalena se encuentra con un panorama desolador: calles habitadas por los militares y controladas por otros grupos armados disputándose un pedazo de territorio, asesinatos a plena luz del día, secuestros convertidos en toda una industria del crimen, corrupción en las altas esferas del poder, cesura a la prensa, violencia y pobreza a la que se le añade el miedo que  invade a sus gentes.

Magdalena Yaracuy, inteligente, rebelde, decidida, devota a la diosa Maria Lionza, amante de la buena literatura y que gusta de escuchar a Paganini o Bazzini, no la tendrá nada fácil, deberá luchar, también, contra sus temores.

El estilo poético en la narración de Méndez Guédez es fascinante, en estas páginas hay frases tan sabias como verdades tan fuertes que no escaparán a la memoria del lector.


Lugar

María José Navia

Cuento

Ediciones de la Lumbre, 2017


La solidez narrativa al describir la soledad y el desconsuelo de mujeres que luchan por hallar ese Lugar que todos anhelamos. Un libro de cuentos imperdible.


Don Quijote de La Mancha (1605 – 1615)

Miguel de Cervantes Saavedra

Edición del IV Centenario

Real Academia Española 
Asociación de Academias de la Lengua Española


Don Quijoteserá el eterno gran clásico de la literatura en lengua española. Por eso, volver a esta obra 403 años después de ver la luz su segunda parte, será siempre recorrer una buena parte de la literatura universal. Enriquecido con las anotaciones, análisis y comentarios que nos ofrece la edición especial del IV centenario hecha por la RAE, esta versión nos permite reencontrarnos con aquel caballero “loco, menguado y mentecato” a través del cual Cervantes, genio incomparable, hizo una inteligente y divertida parodia de los libros de caballerías, nos permitió recorrer los paisajes y la vida cotidiana de la España del siglo XVII y, más importante aún, creó una literatura en la que se superponen estratos de realidades y riquísimos recursos narrativos (él mismo como personaje y sus obras como parte de la obra en algunos de sus capítulos, por ejemplo), en los que la realidad y la fantasía onírica se alternan, llevándonos por interesantes caminos Con esta obra, el complutense logró cambiar el curso de las letras universales y siempre habrá una buena excusa para volver a él.


84, Charing CrossRoad

Helene Hanff

Novela

Editorial Anagrama


Una novela breve y epistolar como un monumental homenaje al libro y sus vidas secretas, a las librerías y sus libreros, a los lectores y su amor por las historias, y por sobre todas las cosas a un mundo de posguerra que ya no existe pero que revive en el mismo instante en el que nos sumergimos en las primeras palabras de esta historia sin tiempo.


Diario del fin del mundo

Mario Mendoza

Novela

Planeta, 2018


Es cierto, Mario Mendoza se ha convertido en uno de los escritores colombianos con mayores ventas y resultaría fácil decir que uno de sus libros fue el que más nos cautivó, pero si la obra se hubiera publicado bajo un seudónimo seguramente nos habría atrapado igual. El autor relata en primera persona la novela, lo que de inmediato nos hizo querer continuar conociendo lo qué pasó, a eso le podemos agregar que desde el principio describe sus aciertos y errores personales reflejando lo terrenal que llega a ser. Hay que destacar que las características de los personajes hacen que el lector permanezca pegado a los diez capítulos en 253 paginas, que se leen en pocas sentadas.


Poesía selecta

Dario Jaramillo Agudelo

Editorial Lumen


La poesía de Darío Jaramillo traspasa cualquier horizonte de las letras y las sensaciones. En él nos podemos refugiar para encontrar las palabras justas de lo que queremos expresar o a lo que deseamos escapar. Sus versos deslumbran y sorprenden. En esta antología, realizada por el mismo autor, reúne su trabajo literario desde 1974 hasta el 2017 y contiene algunos poemas inéditos, todo un deleite para los amantes del género.

El escritor versa sobre diversos temas como:

El amor: "Sé que el amor no existe/ y sé que también te amo".

Las ciudades: "Mi casa es Bogotá/ Si no es Bogotá soy un turista".

Los gatos: "Los gatos existen para ser amados/ Esto justifica la existencia de los gatos".

El azar: "Sólo el azar nos dará luz/ sólo el azar o algún designio que ignoro".

Darío Jaramillo fue reconocido  con el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca 2018.


Serie Mario Conde (ocho libros oficiales y uno no oficial).

(1991 a 2018)

Leonardo Padura

Novela negra  

Tusquets Editores


Esta serie de novela negra latinoamericana, impecablemente representada y protagonizada por el detective cubano Mario Conde, cuenta un conjunto de historias que revelan la idiosincrasia, la oscuridad y la belleza de los 30 años más recientes de la vida en La Habana. Padura tiene la capacidad de crear una serie de género policiaco que es, a su vez, de carácter histórico. Con interesantes artificios narrativos y herramientas históricas, nos cuenta sobre el paso de los siglos en la isla caribeña desde la época de la colonia, introduciendo elementos de la ficción para resolver una serie de crímenes. Mario Conde es un personaje atípico, diferente a otros detectives de las letras negras latinoamericanas, que no se enfrenta a los problemas por la vía de las armas, sino que se vale de su aguda inteligencia para resolverlos. La situación política de su país lo condena a ser un antihéroe que, además, sueña con dejarlo todo y entregarse a la literatura; sin embargo, su destino siempre lo llevará a solucionar cada caso que se le pone enfrente pues no es capaz de resistirse a la curiosidad. Con su conjunto de historias “escuálidas y conmovedoras”-como las llamaría el mismo Conde-, Padura revela el poderoso desarrollo de la literatura latinoamericana en el siglo XX, manteniéndola vigente. Al igual que ocurre con la saga de Berlascoarán de Paco Ignacio Taibo II o del Zurdo Mendienta de Élmer Mendoza, mi consejo es leer la serie en estricto orden.


El Visitante

Stephen King

Novela negra

Penguin Random House


Con esta novela el tío Stevie nos demuestra que a pesar de gozar de fama, prestigio y cuantiosas ventas a nivel mundial, no ha dejado en ningún momento de reinventarse y buscar nuevas formas y géneros para contar historias. El Visitanteesun libro que asusta, fascina y atrapa en una lectura vertiginosa hasta la última página. De lo mejor del tío King.


La perra

Pilar Quintana

Novela

Random House Mondadori, 2017


La perra es la cuarta novela que publica Pilar Quintana, en donde narra la historia de Damaris, una mujer que cerca a cumplir los 40 años de edad, aún no puede tener hijos. Pero un día adopta una perra a la que llama Chirli y que se convierte no solo en su compañía, sino en la manera más certera de materializar sus deseos de ser madre: “Durante el día Damaris llevaba a la perra  metida en el brasier, entre sus tetas blandas y generosas, para mantenerla calientica, por las noches la dejaba en la caja de cartón que le había regalado don Jaime, con una botella de agua caliente y la camiseta que había usado ese día para que no extraña su olor”.

La protagonista se cuestiona así en una serie de incertidumbres y dramas con los que debe cargar toda su vida y que la transforman en un ser incomprendido, sin afecto y solitario. 

Bajo los paisajes de la costa del Pacífico colombiano en La perraQuintana hace una profunda reflexión sobre la maternidad, aquella que aún no cesa en recaer en la mujer como una exigencia social para realizarse. De una manera ágil y directa, la escritora interioriza la frustración de una mujer infértil. Aunque las 108 páginas de esta novela se leen en una sentada, por momentos hay que detenerse para intentar comprender la ira, el sufrimiento y la angustia de algunos personajes que son arrojados al vacío del desamor y la desesperanza. 

Es una estremecedora novela que también nos habla de la soledad y las pérdidas, de aquellas que son irreparables y que perduran con dolor en el alma. 


La luz en el espejo

Tes Nehuén (inédito)

Poesía


Los años pasan y aún nos preguntamos por qué nadie nombra libros inéditos en esta clase de listados. ¿Será que todavía seguimos pensando que la publicación de un libro habla de su calidad? Espero que no sea así, ya que el mundo está repleto de cajones oscuros que atesoran libros luminosos. La luz en el espejo, un poemario que cuenta con la precisión de una novela una historia de desamparo, agonía y resurrección, es un buen ejemplo de ello.


El país que me tocó

Enrique Santos Calderón

Memorias

Editorial Debate, 2018


Sin duda que el morbo de conocer los secretos y relaciones de una de las familias más poderosas del país han llevado a muchos a sacar de su empaque este libro de 283 páginas, sin embargo, conforme Enrique Santos hilvana las historias y revela ciertos detalles, el lector va quedando hipnotizado con el relato y como si se tratara de un cable enredado que poco a poco suelta sus nudos se reconocen diferentes momentos de la historia política y social del país. En estas páginas se descubre el tras escena de muchos acontecimientos que fueron relatados hace algunos años pero que en su momento no se entendieron. Sin duda que Enrique Santos se guardó algunos detalles muy importantes, pero los que incluye en este libro son apasionantes, y que cambian el concepto que en ocasiones se tiene de las familias Santos Calderón, en plural porque hay que recordar que su padre Enrique y su tío Hernando se casaron con las hermanas Helena y Clemencia Calderón por lo que se presenta el caso de primos dobles. En este libro, Santos Calderón también narra su participación en momentos históricos de Colombia.

Toda la Verdad

Karen Cleveland

Novela negra

Editorial Planeta, 2018


Un anuncio decía: "si empiezas a leer no pararás". Aun así iniciamos su lectura y la advertencia se hizo realidad. Toda la Verdad de Karen Cleveland, fue uno de los títulos que más nos cautivó en 2018.

Una novela negra con una narrativa que atrapa desde el primer párrafo y nos introduce al mundo detectivesco de la analista de contrainteligencia de la CIA, Vivian Miller, que la autora, en otrora exanalista de la CIA, inunda de manera magistral.

Quizás el haber hecho parte de la Agencia hizo que su espíritu de escritora la llevara más allá y narrara con pericia cómo investigar y descubrir la verdad... la que no termina en el último párrafo.

Son 442 páginas vertiginosas y apasionantes que bien vale la pena leer. 



Comparte y déjanos tu comentario sobre el libro que más te cautivó...

Nuevas lecturas para un año caduco

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Por: Mateo Ortíz Giraldo*


Al finalizar el año examinamos. Es una mirada en retrospectiva, analítica y bastante acomodada. De allí, que por estos días, los portales literarios estén llenos de listas, rankings y demás formas de  poner en algún orden esas lecturas que marcaron el año. En mi caso, no elijo únicamente las novedades como punto de partida. Tomo una decisión en parte romanticona en parte cínica: elegir aquellos libros que marcaron un hito en mis lecturas de este año.


Para poder entender por qué elegí estos libros debo contar que este año me mudé. En esa mudanza empaqué alrededor de 13 cajas de libros. Luego, ya instalado en la nueva casa, traté de situar los libros en un orden. Primero por apellido del autor: fracasé, era muy aburrido; luego, por género: partí todo en cuento, novela, y poesía; tampoco, estoy en pelea con los géneros. Así que me abordó un ímpetu posmodernista y los puse de manera caprichosa. Así, quedó en una estantería los libros que son “fundamentales” para mí, los cuales reviso constantemente y lo demás.


En eso, me di cuenta de lo precaria de mis lecturas. La población de hombres era mayor al de mujeres por una aplastante diferencia de 305 contra 10. Una abominación, desde mi punto de vista. Así que decidí empezar a leer y comprar mujeres autoras y me topé con nuevo mundo de posibilidades, formas de entender los géneros literarios y analizar temas que solo había visto desde la perspectiva masculina. Bajo este sesgo hago esta lista caprichosa para futuros lectores contada desde un año caduco. Saludos, persona del futuro.


Nota: la lista no es un ranking, no son los mejores libros ni los más populares, son las lecturas que me chocaron como lector y dejaron en un estado extraño de coma, letargo y estupor. En fin, son libros que me golpearon y dejaron vivo para contarles.


Temporada de huracanes 
Fernada Melchor

Penguim Random House, 2017

Páginas: 224


La realidad alimenta a  la ficción y Melchor tiene su olfato de sabueso bien amaestrado para llegar a lugares inhóspitos. En esta novela, el trópico, la sangre y la violencia se conjugan en una narración que emplea un tono de novela negra en servicio de un retrato del Bosco.


Reseña completa: http://www.colofonrevistaliteraria.com/fernandamelchor/


Nefando 
Mónica Ojeda

Editorial: Candaya, 2016

Páginas: 208


Hay situaciones que se enquistan en la memoria y pierden el nombre. Sobre esa frontera se sitúa esta novela donde aquello que no podemos decir invade la literatura. Esta autora posee la cadencia de la poesía y la fiereza de la prosa. Nefando es la casa y la llama, como dice Anne Carson cuando habla de la poesía. Vemos pasar el horror y también, en medio de todo, una forma brutal de catarsis.

El oído miope 
Adriana Villegas

Editorial: Alfaguara, 2018

Páginas: 147

Esta novela es sobre los desplazamientos. Se desplaza el migrante hacia otro país, se desplaza la memoria hacia el pasado, se desplazan los deseos y la imaginación. En El oído miope vemos, tras la mirilla de la puerta, la vida sencilla de una mujer que usa el desplazamiento como una forma de habitarse y reconocerse.
Lugar de Maria José Navia

Editorial: De la lumbre, 2017

Páginas: 165

El espacio físico y literario. Lugar de Navia explora en 12 cuentos los lugares, sus habitantes y transformaciones. Se trata de un libro que lentamente absorbe al lector con los retratos de momentos congelados. Explora lo cotidiano y lo lleva a situaciones únicas y no por ello menos universales.



Chilean Electric 
Nona Fernández

Editorial: Alquimia Ediciones, 2015

Páginas: 100

Todo parte de la memoria. Un recuerdo falso y no por ello menos verosímil. En esta novela vemos a Chile desde la luz eléctrica y la memoria de la abuela de la narradora. Aquí, la memoria y la luz son fenómenos similares, En la memoria se ilumina las sombras dándole volumen y transformando los hechos; con la luz, se le otorga una nueva dimensión a los desconocido y a lo de sombra recorrido. Ambas situaciones ocurren en esta novela. 


Las cosas que pedimos en el fuego
Mariana Enriquez

Editorial: Penguim Random House, 2015

Páginas: 208

Los cuentos de este libro de Enriquez usan el fuego como una forma de purificación, de iluminación o tranquilidad. Las llamas están presentes en todas las narraciones en forma de una hoguera, un cigarro o una vela. Siempre atento a consumir. De allí que este libro cause tensión y terror porque el fuego aguarda callado después de cada coma.


Inclúyanme afuera 
María Sonia Cristoff

Editorial: El Peregrino Ediciones, 2017

Los cuerpos silentes ocultan verdades extrañas. Extrañas por incomprensibles para quienes llevamos un ritmo trepidante dentro y fuera. En esta novela una mujer se dedica a mirar las moscas pasearse sobre un cuadro y en eso la abordan las reflexiones y las imágenes. Cristoff posee una capacidad para lograr que la estrechez tiene un límite insondable.


Distancia de rescate 
Samanta Schweblin

Editorial: Penguim Random House, 2016

Páginas: 124

Hay un hilo que se tensa cada vez que una hijo se aleja de su madre. Esa es la distancia de rescate. Esa tensión delimita el tiempo que se tardaría una madre en rescatar a su hijo en una situación de riesgo. En esta novela Schweblin logra auscultar la oscuridad de las relaciones familiares, explora un abismo que nos mira directo a los ojos. Con una estructura entorno a la conversación, esta pieza es fundamenta en el panorama literario actual.


Reseña completa: http://elastillerodelasletras.com.uy/apocalipsis-personal/


El nervio óptico 
María Gainza

Editorial: Laguna libros, 2018

Páginas: 176


La crítica de arte suele ser una actividad esquivas, técnica y desangelada. De allí que Gainza construya un nuevo canon en torno a esta actividad y también de allí que El nervio óptico sea, quizás, uno d los ejercicios literarios más inquietantes. Estamos frente a un compilado de texto donde narración, análisis y biografía van hacia un mismo punto: explorar. Gainza habla de arte y en el proceso construye nuevas formas de comprenderlo desde la experiencia personal.


Apegos feroces
Vivian Gornick

Editorial: Sexto piso, 2017

Páginas: 200

Muchas voces y muchos ámbitos, para parafrasear a Copote. Al final, una voz y muchos tiempos. La voz de Gornick que busca comprender su experiencia de vida. Los ámbitos y espacios vividos por las mujeres que le rodearon y las mujeres que le ayudaron a construir su forma de entender la realidad. Apegos feroces es una lectura necesariamente vital donde desfila la muerte, las relaciones familiares y los prejuicios sociales.


Reseña completa: https://www.librosyletras.com/2018/11/resena-de-apegos-feroces-de-vivian-gornick.html


Cráter
Tania Ganitsky

Editorial: La Jaula, 2017

Páginas: 53

La idea del cráter: el hundimiento y el desgaste. Los cráteres son cicatrices y sensibilidades abierta, expuestas y como tales dolorosas. Este libro de poemas de Ganitsky e ilustrado, de manera acertada y narrativamente complementaria, por José Sarmiento es una respuesta a la pregunta sobre la angustia de sentir el cuerpo vibrar por los cambios y transformarse por las cicatrices que, como en las lunas, dejan las colisiones.

Irse para dentro 
Natalia Mejía

Editorial: Milena Caserola, 2017

Páginas: 64

El relato corto y la poesía como formatos se encuentran e intercambian en la protesta poética de Mejía. En su poesía la carne se siente cruda entre os dientes, se degluta y mastica; también duele la herida abierta y que supura. En su poesía no hay otro camino que irse hacia dentro como una amanera de conocerse o de desconocerse.


Mateo Ortíz Giraldo*

Colaborador Literario de Libros & Letras.
Periodista chupatintas, lector, reseñista e inquieto. 
Síguelo en Twitter: @plumasinave 


Un café en Buenos Aires con el escritor Isaías Peña Gutiérrez

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Mi alegría es infinita cuando veo a mis alumnos triunfar con sus libros

Isaías Peña. Foto tomada de su facebook.

Por: Pablo Hernán Di Marco*


Isaías Peña Gutiérrezes, tal vez, al mayor maestro de escritores de Colombia. Pese a eso, y a pesar de los homenajes recibidos, considero que su trabajo al frente del Taller de Escritores de la Universidad Central aún no ha sido valorado en su justa medida. De seguro será el tiempo —con sus inevitables caprichos y demoras— quien ponga las cosas en su lugar. Mientras tanto nada me gustaría más que esta entrevista haga las veces de tributo a un hombre que ha dedicado su vida a enriquecer la vida de los demás.


—Seamos clásicos y comencemos por el principio, Isaías. O sea, por la niñez.


IP: Adelante.


—¿Cuál es el primer recuerdo que tiene en relación a los libros?


IP: Antes que con los libros, siempre me recuerdo con mi papá disputando la lectura de las tiras cómicas del diario El Tiempo, cuando él llegaba a casa, en el campo, con el periódico del domingo.


—Es bueno ese recuerdo. No se le suele dar a las tiras cómicas de los diarios el lugar que merecen a la hora de acercar a los pequeños a la lectura.


IP:Y luego, en mi primaria en Pitalito, recuerdo con nitidez otra disputa con él: el padre de mi compañero de estudios Benhur Sánchez, don Serafín, sastre, pintor y gran lector, además de seguidor de los Rosacruces, me había prestado la novela 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. No recuerdo en qué mar iría el capitán Nemo cuando un sábado, día de mercado en que él salía al pueblo, amigablemente mi papá me dijo: “Mijo, esas lecturas lo pueden distraer del estudio, mejor, présteme ese libro”, y se lo llevó para la finca y nunca lo volví a ver. Pero ya Verne hacía parte de mis fantasías.


—Vivió hasta sus cinco años en Leticia, ese finisterre donde pareciera que Colombia se cae del mapa. ¿Qué recuerdos tiene de sus días en el Amazonas?

    

IP: Básicamente de Leticia mis recuerdos son sensoriales y unos pocos visuales. Nunca puedes olvidar el calor, la humedad y cierto sopor en el ambiente. Allí aprendí lo que en Colombia llamamos ser “de tierra caliente”. También, la calle polvorienta que nos llevaba al inmenso río desde la casa de madera donde mi papá había fundado una panadería. Recuerdo el mojicón que me regalaba por las tardes para que fuera a comérmelo con limonada bien fría a una tienda cercana. Y la presencia de una luz tropical que llenaba el universo. A pesar de haber salido a los cinco años de allá, Leticia sigue siendo un referente inevitable. Allá aprendí a sudar.


—Y de allí se fue a Pitalito. Una amiga que recorrió buena parte del mundo, una vez me aseguró que no hay verde más bello que el del sur del Huila, ¿es cierto?


IP: Tu amiga tiene razón. Tuve la fortuna de tener un abuelo hachero que fundó una finca en las estribaciones de los Andes occidentales de Colombia por allá en 1915. Esas montañas y valles, por sus distintas alturas, donde la luz solar cae de tantas maneras diferentes, producen el encanto de una paleta de verdes que van de los más brillantes y claros a los más densos y oscuros. Hoy día se mezclan entre los que todavía pertenecen a las montañas y selvas hasta los que nacen con los cultivos del café, la caña de azúcar o el increíble verde de los cultivos de maíz.


—¿Cómo fue el crac interno que lo llevó a abandonar Derecho para dedicarse de lleno a la escritura, a la promoción cultural y a la academia?


IP: Siempre he pensado que cuando el profesor Félix Ma. Celis escogió mi narración sobre las vacaciones en Semana Santa como la mejor del curso, allí se decidió mi futuro de escritor y no de abogado. Entonces no era consciente de ello, pero hoy pienso que nunca hubo disyuntiva frente al Derecho. Aunque, claro, mi futuro profesional frente a mis padres debió hacer ese tránsito de diez años, cuando fui profesor de Derecho. La lectura, primero, y luego la escritura, rigieron siempre mi vida en aquel entonces. Y hoy lo es todo.


—En 1981 fundó el Taller de Escritores de la Universidad Central. Cuénteme cómo se gestó esa idea, con qué resistencias y apoyos se encontró para llevar adelante ese plan.


IP: Es cierto, no fue fácil, aunque era irremediable. En Colombia se miraba a los talleres de literatura como una obra de proselitismo político. Yo cerré los ojos, estaba cansado de la crítica literaria, en la universidad no había espacio para los escritores ni para la creación literaria, las universidades solo pensaban, se regodeaban, perdían el tiempo con el canon literario. Cuando el rector Jorge Enrique Molina me dio luz verde para crear el Taller de Escritores, con mi visión muy personal (un programa, un método que comenzaba a explorar, unos períodos para ensayar, la no evaluación matemática, el abandono de la teoría y el canon y la indagación en la narrativa misma, sin intermediarios), abandoné la lingüística y la crítica, y me lancé a la investigación de la ficción o no ficción narrativa, lo que llamé “creación literaria” frente a las mal nombradas “escrituras creativas” de Norteamérica. A los cinco años comencé a cosechar frutos. Pronto mis egresados se apoderaron de todos los premios en los concursos literarios (la única evaluación que admito).


—¿Cuáles son las principales diferencias que encuentra entre aquellos alumnos que usted recibía en 1981 en relación con los actuales?


IP: A treinta y siete años de seguir experimentando con el Taller de Escritores, creo que las diferencias no son muchas. El entusiasmo es el mismo. Tal vez hoy han aumentado las personas de mayor edad, sobre todo las mujeres, que creen tener más tiempo tras haber salido de sus responsabilidades adultas, y quieren sellar sus vidas escribiendo. Hoy, por supuesto, los talleres se multiplicaron ya que mis alumnos han fundado muchos más. 


—¿Qué texto de otro autor (cuento, novela, ensayo o poema) le hubiera gustado escribir?


IP: ¿Tú tienes respuesta para esa pregunta, Pablo?


Muerte en Venecia. Yo debí escribir ese libro. Maldito Mann.


IP: Pobre Mann, no lo odies. No, no sabría qué decirte. Como uno de los pilares en mi metodología es la praxis creadora, la de aprender en otros lo que no podré repetir, esta pregunta me resulta difícil de contestar. Pero suelo decirme, para mí mismo, cuando enfrento algún texto en el que descubro lo nuevo sobre sus anteriores, qué bueno este texto que pudo superar al anterior. Me hubiera gustado descubrirlo yo. Y, por supuesto, son muchos.


—¿Existe una literatura latinoamericana? ¿Algo que una a los escritores latinos aparte del lugar de nacimiento?

           

IP: En los años 70’, cuando existió la idea de buscarle identidad a todo, como un código de barras que identificara a cada literatura, a cada nacionalidad, llegué a pensar en eso. Hice una historia de nuestras literaturas latinoamericanas. Fue cuando publiqué Manual de la literatura latinoamericana, un volumen grande que sirvió por más de treinta años a los estudiantes de secundaria. Hoy veo más diferencias entre los escritores de cada época que en los de cada país o continente. Y siempre habrá algo, en cada época, que los une y algo que los diferencia. Eso está, como decía Luis Vidales, en el aire.


     —Usted ha dedicado parte de su vida al apoyo y la promoción de otros escritores a costa de su propia obra. ¿En algún momento se arrepintió (aunque sea un poco) de haber tomado ese camino?


IP: Cuando la Universidad Central y el Ministerio de Cultura me celebraron los treinta y cinco años de la fundación del Taller de Escritores, el rector de entonces, Guillermo Páramo Rocha, dijo en su discurso que yo no necesitaba ya escribir ningún libro de ficción, como me lo reclama siempre mi hermano Joaquín, el poeta, porque el Taller era mi mejor libro. En parte es cierto, pero lo que tú me preguntas tiene un poco de verdad, también. La verdad es que nunca he dejado de escribir cuentos. Alguna vez, ojalá sea pronto, los publicaré. Y ya estoy escribiendo una trilogía de novelas cortas. Hace dos años y medio dejé la dirección del Departamento de Creación Literaria con ese fin. No soy un escritor tardío (de hecho, tengo doce libros publicados de crítica y periodismo cultural y El universo de la creación narrativa, que pronto lo convertiré en Pentafonía de la creación narrativa), pero sí seré un tardío en mis publicaciones de ficción. De otro lado, mi alegría es infinita cuando veo a mis alumnos triunfar con sus libros. Contra el egoísmo del artista, mi ejemplo siempre ha sido la alegría por los logros de los demás.


     —¿Cómo ve a la crítica literaria de este momento? ¿No se ha reducido a una insulsa comunidad de elogios mutuos?


IP: La crítica literaria la acabó la lingüística y la creencia de que eso era una ciencia exacta. En el pregrado de Creación Literaria de la Universidad Central, que surgió en 2010 del programa y metodología del Taller de Escritores, yo apuesto por una visión anticanonista que nos regrese al ensayo de pensamiento libre. Que los escritores volvamos a escribir sin las ataduras de las teorías férreas, cientificistas, dogmáticas, competitivas, bíblicas. Me gustan las críticas comparativistas, que piensen en el libro como algo que se está haciendo en el tiempo a pesar de su temporalidad.


—Vamos llegando al final, Isaías.


IP: ¿Tan pronto?


—Tiene usted razón. Mejor pidamos otro tinto y sigamos conversando. Mientras tanto le regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. ¿Quién sería?


IP: Me gustaría invitar al novelista y poeta José Eustasio Rivera, autor de La Vorágine.


—¿A qué bar lo llevaría?


IP: Al Café Tortoni de nuestro Buenos Aires querido.


—Gran elección. En el Tortoni podríamos invitar a José Eustasio a disfrutar un glorioso chocolate con churros. Y después incluso podríamos jugar unas partidas de billar.


IP: Es una muy buena idea, Pablo.


—Y entre carambola y carambola, ¿qué le preguntaría al gran Rivera?

  

IP: ¿Por qué te fuiste en 1928 para Nueva York, y no escogiste, mejor, a Buenos Aires?


La lectura, primero, y luego la escritura, rigieron siempre mi vida en aquel entonces. Y hoy lo es todo.

*Agradezco enormemente la colaboración de Tamara Peña Porras para la realización de la presente entrevista.



*Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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Facebook: pablohernan.dimarco

El escritor checo Miloš Urban vuelve con la novela negra “Llegó del mar”

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El escritor de la aclamada obra Las siete iglesias y traductor de Julian Barnes, regresa con una novela cargada de intriga y del mejor suspenso. La historia comienza cuando una joven no identificada arriba a una playa del sur de Inglaterra, tras lo que parece haber sido una larga travesía a nado, y es incapaz de comunicarse con nadie.


De un autor como Miloš Urban no podía esperarse una novela negra al uso. En Llegó del mar el lector se encontrará con una trama y un estilo que va más allá de los arquetipos del género.


Ante la misteriosa llegada de la joven que Llegó del mar, un periodista checo que realiza sus prácticas en un periódico local, y es el único en provocar alguna reacción en la náufraga, acepta ayudar a la policía a resolver el misterio que la rodea. La identidad de la chica pronto se aclara, pero eso no hace sino aumentar la intriga alrededor de su caso, que pronto deviene en la investigación de un posible crimen, en la que nuestro pasante acabará involucrado más allá de lo que podría resultar aconsejable, tanto profesional como personalmente.


Pero de un autor como Miloš Urban no podía esperarse una novela negra al uso. En Llegó del mar el lector se encontrará con una trama y un estilo que va más allá de los arquetipos del género. Urban, realiza una profunda y bastante cínica disección de la sociedad británica actual —vista por los ojos, no demasiado neutrales, de un inmigrante—, poniendo en tela de juicio muchos de sus valores fundamentales. El lector quedará pronto inmerso en una trama de suspenso llena de giros inesperados, y nunca sabrá qué esperar, incluso de aquellos personajes o situaciones que mejor crea haber comprendido.


Miloš Urban, quien actualmente reside en Praga, pertenece al movimiento del postmodernismo, caracterizado por su oposición a la Edad Moderna y el dualismo que imperaba en ella, el desencanto y lo efímero. En su caso específico, además, destaca por el uso de las bromas.


Con Miloš Urban el sello madrileño Huso Editorial continúa con su trabajo de publicar a importantes autores checos de la literatura de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Petr Šabach fue el escritor que inauguró el catálogo de la mejor narrativa checa del siglo XXI; luego siguieron David Zábranský con la novela El intento de amar de Stern, Marek Lauermanncon Estoy aquí por un error, las memorias de Dagmar Lieblová, y Antología del nuevo cuento checo, obra que incluyó a narradores como Michal Ajvaz, Tereza Boučková, Dora Čechova, Irena Dousková, Edgar Dutka, Emil Hakl, Jiří Hájíček, Jiří Kratochvil, Iva Pekárková, Petr Placák, Miloš Urban, Michal Viewegh y el propio Petr Šabach.


Llegó del mar sale con ayuda del Ministerio de cultura checo y la colaboración del Centro de cultura checo de Madrid. Edición de Vivian Stusser y traducción de Daniel Ordoñez


Miloš Urban (1967) es uno de los escritores checos más traducidos, ha publicado un total de quince libros, entre novelas, novelas cortas y relatos: Las siete iglesias (1999), El mago del agua (2001), La sombra de la catedral (2003), Michaela (2004), La lengua de Santini (2005), Boletus Arcanus (2011), Praga Piccola (2012), Urbo Kune (2015) y The Shutter (2017), entre otros. Las novelas La lengua de Santini y El mago del agua han sido llevadas al cine, y la segunda ganó el premio literario checo más importante, Magnesia Litera (2012). La novela Las siete iglesias, escrita en el espíritu de las novelas góticas y cuentos de terror, ha vendido decenas de miles de copias y se tradujo a veinte idiomas. Casi todos los años este autor publica una nueva novela sobre temas diversos, lo que subraya su amplitud de intereses. Combina suspenso con calidad literaria.


Con un texto sobre la obra de Sabato, el escritor Juan Camilo Rincón es parte del libro Crónicas El Tiempo

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Autor de Historias de Jorge Luis Borges y Colombia y Viaje al corazón de Cortázar, y próximo a publicar un libro sobre la relación literaria entre Colombia y México, el escritor e investigador literario Juan Camilo Rincón vuelve a hacer parte del libro reconocido por sus crónicas.

Desde 2013, el diario El Tiempo ofrece a sus lectores Crónicas, libro que recoge los mejores textos del género publicados en sus páginas, con el sello Intermedio Editores. Además de conocidos representantes del periodismo y la literatura como Alberto Salcedo Ramos, Germán Castro Caicedo, Federico Díaz-GranadosJineth Bedoya, Jorge Emilio Sierra y Sophia Rodríguez Pouget,también entrega las letras de nuevos escritores como Juan Camilo Rincón, miembro de la Revista Libros & Letrasy ganador del Premio Crónica Ciudad de Bogotá 2018, otorgado por el Instituto Distrital de las Artes (Idartes).


En esta ocasión, la recopilación de las mejores crónicas escritas para El Tiempo durante 2018 fue hecha por el historiador y escritor Juan Esteban Constaín. Con la intención de compartir con los lectores textos de gran calidad tanto en su estilo como en su lenguaje pero, sobre todo, que apunten a “la perduración de la verdad” y su búsqueda, como lo afirma el mismo Constaín, fueron escogidos textos de una amplia diversidad. Uno de los más destacados en el ámbito cultural es el del periodista y escritor Juan Camilo Rincón como un homenaje a los 70 años de El túnel, una de las obras más importantes de Ernesto Sabato. Titulado “La importancia de una novela peligrosa", en este, Rincón cuenta la historia de la primera novela publicada por el autor argentino y todo el recorrido que hizo para llegar a convertirse en una de las más grandes de la literatura latinoamericana.


Experto enliteratura hispanoamericana, Rincón ha sido ganador de becas de investigación y residencias literarias, conferencista en diversos espacios nacionales e internacionales y ha escrito numerosos artículos sobre autores como Gabriel García MárquezJorge Luis Borges, Juan RulfoPablo Neruda, Julio Cortázar y los poetas de la “generación del ʼ27”, entre muchos otros. 

En 2018 fue reconocido por Idartes como una de las mejores crónicas escritas en Bogotá, por “La secta de los bibliófilos”, texto en el que relata su recorrido por librerías de usados en Ciudad de México, La Habana y Bogotá, y el descubrimiento de tesoros literarios únicos.


Para 2019, Rincón tiene planeado publicar un libro sobre la profunda relación literaria entre Colombia y México, nacida en la época de la colonia y consolidada por creadores de los siglos XX y XXI como Arciniegas, Barba Jacob, Mutis, García Márquez, Vallejo, Reyes, Fuentes, Paz y Poniatowska, entre un extenso listado.


Reseña de “Solenoide”, una novela que confirma la madurez de Mircea Cărtărescu

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Mircea Cărtărescu (Foto tomada del facebook del autor)

Por: José Antonio Santano*


No es corriente en los tiempos que corren encontrar una lectura que nos envuelva y a la vez nos desconcierte, nos aventure en un mar de reflexiones y situaciones donde nunca se sabe qué pasa o puede pasar de un momento a otro. Pocas son las ocasiones en las que el lector se halla aturdido por la densidad de lo escrito y por el ritmo discursivo que el autor impone de manera tan contumaz como necesaria. Y todo ello porque la lectura precisa de una mínima atención y esfuerzo, también de una contenida paciencia para no caer en la tentación de interrumpirla sin más, sobre todo cuando se trata de textos que exceden del medio millar de páginas, como es el caso de esta novela Solenoide, de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956).


En ella su autor nos invita a acompañarle para descubrir un complejo universo de ficciones y realidades, de sensaciones y recuerdos que se desarrollan a lo largo de sus casi 800 páginas. Otros títulos anteriores a esta inmensa novela de Cărtărescu son: en poesía, El Levante (1990) y en narrativa  Nostalgia (1993), El Ruletista (1993), Lulu (1994) y su famosa trilogía Cegador(1996-2007), obras todas que vienen a avalar la extraordinaria trayectoria de un escritor de referencia no solo en su país, Rumanía, sino también en el resto de los países europeos.


Solenoide es, como ya se ha dicho, una novela densa y que su lectura, a pesar de su complejidad en determinados momentos, es ágil de una fuerza y solidez infrecuente en el panorama de la literatura actual.


Cărtărescu se vale de un profesor de lengua rumana en un instituto de barrio para desentrañar su propia marginalidad existencial en dos planos: uno, su propia realidad, y el otro, la realidad social que le rodea, hasta el punto de fundamentar su discurso narrativo precisamente en la necesidad imperiosa de ficcionarlo todo para sobrevivir, para salir de esa cárcel dolorosa y triste retratada en  la ciudad de Bucarest, el instituto del suburbio y la casa en forma de barco en la que vive, que bien podría resumirse en palabras del autor así: «Aquí está Bucarest, la ciudad más melancólica del mundo, invadida por la cochinilla de la humedad, devorada por los ácidos del tiempo y de la nostalgia. Aquí está el barrio de la escuela 86 y el depósito de bombonas y la Automecánica. (…) Todo lo que he soñado que vivo, todo lo que he pensado que me sucede. Por las mañanas, antes de abrir los ojos, se me encoge el corazón. ¿Llegaré otra vez aquí? ¿Volveré a llamar a esto realidad de nuevo? ¿Será mi vida otra vez así: casa-escuela-casa-escuela, sin que pueda romper jamás este círculo destructivo y siniestro?».


El instrumento del que se vale Cărtărescu no es otro que un diario manuscrito a través del cual habla el protagonista de la novela. En él escribirá sus sueños, en los que esa otra parte de su vida emerge a través de la palabra, a veces tan incomprensible y frustrante como la realidad que vive cada día. Porque a fin de cuentas el protagonista de esta novela es un solitario, un escritor frustrado al que solo le queda un manuscrito en el vierte sus verdades y naufragios, delimitados ambos por el día (existencia real) y la noche (la ficción), levitando en sexo y sueño.


Esta es, sin duda, la historia de una huida, posiblemente la del protagonista y la del propio Mircea Cărtărescu, hacia no se sabe dónde, consecuencia del hastío y la melancolía, como la ciudad de «…Bucarest proyectada como un gran museo al aire libre, el museo de la melancolía y de la ruina de todas las cosas», la soledad en su absoluta desnudez, causa con toda seguridad de una realidad que lleva a su exacto término en las continuadas y extraordinarias descripciones del profesor protagonista y sus relaciones con el mundo que le rodea, y ficcional cuando relata los también continuados sueños que vive: «En el sueño me cortaban la lengua en varios trozos. Sin embargo, no sentía nada, porque estaba anestesiado en la mesa de operaciones. Cortaban cada vez más adentro, hacia el gaznate, hasta que empezaron a verse, en la sección más gruesa, las venas cercenadas, vacías de sangre». En esta huida de Cărtărescu hacia adelante desentraña dos mundos que hacen de Solenoide, esta monumental novela, un lugar deseable, donde el tiempo y el espacio, en sus continuas digresiones, fomentan la necesidad de convertir la lectura en la única salvación posible, el más genuino territorio para el pensamiento, y donde al final de todo, siempre triunfa el amor, el verdadero solenoide, el único generador capaz de transformar el mundo: «He hablado con Irina y ya hemos decidido lo que vamos a hacer. Avanzaremos, por la orilla de la carretera, más allá del pueblo de Voluntari y, en Afumaţi, nos adentraremos en el bosquecillo de robles en el  que solíamos recoger bellotas. Allí nos espera la capilla en ruinas que será, como supimos en cuanto la encontramos, nuestro último hogar. (…) Nos quedaremos allí para siempre, a resguardo de las aterradoras estrellas».


Una gran novela que confirma la madurez de su autor, Mircea Cărtăarescu, y que lo señala como una de las voces más sobresalientes de la literatura europea actual.




Título:Solenoide 
             

Autor: Mircea Cartarescu


Editorial: Impedimenta (2018) 



*José Antonio Santano.

Poeta y crítico.


Nosotros, los inmersos. Un asomo a la poética de Álvaro Mata Guillé

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Álvaro Mata Guillé

Por: Alexis Romero*


Han existido y existen escritores cuyos textos testimonian sus lealtades y fidelidades a los resplandores y sombras de sus infancias. Álvaro Mata Guillé, poeta costarricense, gracias a sus poemarios Debajo del viento, Más allá de la bruma, Un país sin nombre, Sobre los fragmentos, Una serpiente sin alas… nos permite corroborar su pertenencia a dicha familia. Un poeta nacido en un país dotado de ríos, montañas, lluvias diarias (casi secretas), convulsiones políticas, urbanizaciones balcánicas, hogares gobernados por el silencio y el frío, patios que esconden mitos y leyendas. Un país que fracasa cuando intenta ignorar sus misterios. Un país donde es verdad y realidad la bruma y su oscuridad, el viento y lo subterráneo, el rezo y su sombra, la escasa claridad y la decadencia de la potencia de nombrar.


Sabemos, nos han dicho los humildes del pensamiento, que toda primera lectura es substantivamente superficial. No obstante, apenas la iniciamos en los libros de este autor, notamos que las modas literarias están ausentes en cada uno de sus registros. La paciencia nos invita a leer, pensar, comprender y sentir cada poema, cada libro. Sabes que estás leyendo lo contemporáneo, pero escrito desde un lugar entre dos reinos: el odio y una mínima luz de la sombra. Lo contemporáneo, pero nombrado con el lenguaje de los eternos monasterios, donde los signos y el misterio describen la realidad. La mano, la boca y el oído que escriben y limpian cada línea, son las de una persona insatisfecha y furiosa con lo perenne; buscadora de resquicios, de semillas originales, de conversaciones debajo de los árboles, de la intimidad de las piedras, de los evangelios del vientos, de una bruma limpia de mentiras y tragedias familiares.


Álvaro Mata escribe un solo libro, pero con nombres distintos. Su metafísica fundacional: Un espejismo: Costa Rica: Ese Infierno, Purgatorio y Paraíso, que le dicta cada línea que escribe y escribirá. El poeta lo sabe, lo niega, lo acepta; lo combate, pero siempre brota derrotado. Y con esa voz del derrotado, del vencido por la tierra que oyó su primer llanto, construye una isla donde aglutina sus obsesiones, persecuciones, acosos de la realidad. La complejidad humana asumida desde la ingenuidad e inocencia de un alma que busca afincarse, apoyarse de un árbol habitado por los pájaros de la religación, comunión y quietud de vivir. Pero, y lo disyuntivo es su permanencia, su respiración, lo gobierna la inquietud de vivir.


Pareciera que su poética, su forma de ver la gracia de vivir, se desarrolla en una comarca, en una tribu, donde todo puede ser percibido y agradecido.

En todos sus libros no hay días ni noches específicos, sino cualesquiera. Una forma de gobierno de lo incierto. Las tardes son insignificantes, vulgares, aturdidas. Manda y demanda lo subrepticio, lo que habita y cohabita debajo. Incluso debajo del viento. Nada está a la vista. Todo es materialmente irreal, sombra, bruma, halo, líquido… Esas existencias sustantivas: penumbra, árbol, lluvia, vacíos, vislumbres, posibilidades, pájaros, madre, padre, tía, abuelos, país, montañas, amigos, son excusas para describir las pérdidas, los desmoronamientos, la perennidad, la soledad creciente y definitiva, los temores bíblicos, los legados familiares, el rechazo por la cultura de los connacionales, amantes de lo que niega necesaria normalidad civilizatoria. Su mirada se tiene en las repercusiones de la sombra en las calles, el tiempo, en los susurros, en ese alguien que siempre espera y lo dice: Nosotros, inmersos en la opacidad del corredor, en lo eterno. La realidad mezclada con lo mágico, con eso superior a los significados. Andar resguardado, protegido, custodiado por algunas oraciones, algunos rezos entre la bruma.  Una realidad de fantasmas, de encuentros, saludos y conversaciones con seres inconscientes del cuerpo, ciegas frente al otro; una conversación con la niebla, el humo, el polvo, el vaho. Siempre se habla con los idos, con los que aún no tiene un lugar aquí o allá: seres encarcelados en lo indeciso, en lo ambiguo, en la sombra vestida de lumbres.


Costa Rica, una metonimia de América Latina. Costa Rica: el país donde lo sentimental y afectivo lo dicta el eco del aleteo de las mariposas. Del aleteo viene su tragedia, su falsa modernidad, su despertar tardío…, parece decirnos la poesía de uno de sus hijos. Sin embargo, esa descripción minuciosa de los entresijos espirituales y materiales de semejante nación, no sólo es para ella, sino también para todo lo latinoamericano. Es una triangulación singular: es el encuentro trágico y dramático de la quieta belleza, la barbarie de la política y la inquietud del pensamiento pro civilización. Encuentro, leído en los poemas, donde siempre triunfa la segunda manifestación cultural. Y es la constatación de ese triunfo, uno de los hilos invisibles de la poética de este autor. Hay algo antiguo, aborigen, en su reclamo de hilos comunitarios frente a los hilos del egoísmo sectario. Escribe el poeta desde su atenta conciencia de ciudadano jamás indiferente a los problemas de los lugares que habita. Esos lugares temblorosos, inquietos, casi de brumas, nieblas tropicales, indecisos, cuyos pobladores  transitan debajo del viento, constituyen la metafísica de cada línea escrita y/o elegida por este autor.


En todos sus libros, por no decir en todos sus poemas, el sentido muere para poder respirar y decir; el ojo pierde su visión y percepción, pero la recobra después de viajar a la raíz de la quietud y el silencio; lo que circula es posible a la gracia del torbellino externo e interno; el reencuentro es un desecho de los derrumbes humanos, un milagro de lo oscuro; la muerte de lo amado lega rastro de una posible conmoción humana en las orillas de los volcanes. En todos reina el advenimiento y el reino de una nueva gentileza y cordialidad en los intercambios. A pesar de que sentimos que lo humano casi se extingue, de estrofa en estrofa, de salto en salto, de ahogo en ahogo, de vaho en vaho, en el rostro sentimos en choco de una suave llama de la esperanza sagrada e inicial, ésa que nos hizo posible, a pesar de nuestros desdenes y olvidos de los altos propósitos iniciales de la vida y la muerte. Insistimos que calmada y alta celebración de la vida y la muerte en cada poema.


Pareciera que su poética, su forma de ver la gracia de vivir, se desarrolla en una comarca, en una tribu, donde todo puede ser percibido y agradecido. Un lugar donde la ausencia, el viento y sus estados, el tiempo y sus estados, la noche y sus gritos, el día y sus misterios, el grito y sus hijos, la niebla y su ingratitud, los animales y sus resignaciones, el hombre y la mujer dormidos y despiertos, son manifestaciones del lenguaje del misterio que permite el anclaje del poema en la garganta del animal a punto de hablar. En la boca de personas desesperadas por pronunciar armonías, sinfonías, coincidencias espirituales y materiales. Es una especie de luto del Universo encarcelado y angustiado por decir lo que por mandato de la roca desde decirse. Una especie de hombre/mujer, una lengua andrógina cuya voluntad de hablar es dictada y regulada por la impotencia del cumplimento de los propósitos iniciales de la vida y la muerte. Es el gobierno de una tautología fundacional, el río que circula en lo más hondo y profundo de semejante propuesta escritural.


Podríamos pensar en un escultor del pesimismo, después de hundirnos en una segunda lectura de todos sus libros. Dedicarnos absurdamente a buscar los indicios del optimismo y despedirnos usando el rechazo. Pero si este hundimiento te ha permitido, como lo hacen los grandes buceadores, emerger y respirar, y luego volver a sumergirte, habrás visto al corazón que observa y nombra lo que subyace a este panorama que arrasa hasta con los dones de los desiertos. Y te habrás topado con una sombra que lee la Biblia, con brillos tímidos intentando volver, un valle por donde transitan los muertos, sus muertos; el amoroso asomo de alguien, el trino de un pájaro con el pico destrozado, la filigrana solar como la flor del encierro, el silencio larvario en el aleteo de las mariposas… Todo esto oculto, en espera, debajo de las leyendas familiares, el hogar, la casa, el portal, el patio, el odio… Allí, aquí, allá, donde el silencioso gobierno del odio dicta las palabras de la mañana, la tarde y la noche. Eso sí, sólo dicta palabras que llegan muertas al hogar del lenguaje, el espíritu. Un espíritu sentado en un antiguo banco de un antiguo parque, desde el cual contempla que

                                                                                  Todo

                                                                                  Sigue oscuro mientras escribo

                                                                                  Y espero.


En efecto. Porque quien ama el lenguaje, vive esperando sus instrucciones. Instrucciones celestiales, dicen los humildes. 


En todos sus libros, por no decir en todos sus poemas, el sentido muere para poder respirar y decir; el ojo pierde su visión y percepción, pero la recobra después de viajar a la raíz de la quietud y el silencio...

*Alexis Romero. Poeta venezolano


Shakespeare inventaba menos argumentos de los que ya existían: Osvaldo Spoltore

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Por: Rolando Revagliatti* / Especial para Libros & Letras


Osvaldo Spoltore nació el 10 de agosto de 1956 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, República Argentina. Integró el consejo de redacción de la Revista Tamaño oficio. Fue incluido en la antología Mar azul. Cielo azul. Blanca Vela – Homenaje a Arturo Cuadrado(Ediciones Botella al Mar, 1999). Junto a Jorge Montesano, Emmanuel Muleiro, Haidé Daiban y Julio Aranda integra el volumen colectivo de poesía Memoria del olvido (Ediciones Botella al Mar, 2000). Poemario publicado: Punto de furia (Ediciones Febra, 2004).


— ¿La prosa de qué articulistas, de qué ensayistas te resulta admirable? ¿Ubicás a alguno que habiendo escrito narrativa, poesía o dramaturgia, sin embargo vos lo prefieras como ensayista?


OS— Confieso que me deslizo casi naturalmente a leer ensayos por sobre otro tipo de literatura. Pero es verdad que un mismo escritor de gran imaginación puede abrazar sus temas desde varios géneros. Es el caso de Borges. En el poema Mateo XXV se sitúa en primera persona como alcanzado por el Juicio Final, cerca del porteño barrio de Constitución, y ese juicio se emite desde una voz infinita con una sola palabra que él intenta traducir pobremente, con una enumeración de muchas cosas, ya que él está bajo un régimen temporal, que es el del poema. Si leemos, el “El Aleph” (cuento relatado en primera persona y dentro de una casa en el mismo barrio) o el ensayo “Nueva refutación del tiempo”, podemos verificar que su misma cosmovisión está en los tres, y son tres maravillas estéticas que vitalizan además por toda su ingeniosidad.

Pero no es sencillo encontrar a quien sea parejo y nos asombre continuamente en varios géneros con la misma excelencia poética.  Hay ensayistas muy agudos, profundos como Ricardo Piglia, Juan José Saer, Abelardo Castillo, Santiago Kovadloff…, que también escribieron poesía o narrativa, pero a estos los aprecio más por sus ensayos. Esto quizás sea por ser un lector hedonista, pues si lo que leo no tiene música, un contenido que supere al mero entretenimiento, me aburre. También me parece que es imposible que un gran ensayista escriba mala narrativa o poesía. A la inversa, puede pasar. No todo “escribidor” de los dos géneros citados, cuenta con capacidad para escribir sólida ensayística, pues ésta exige mucha sagacidad en la elección y tratamiento del tema, sin olvidar la capacidad expresiva.

Y algo más: Domingo F. Sarmiento escribió el Facundo de forma excepcional; no era ficción (al menos literaria), pero esa calidad de ensayista que tenía me hace suponer que si se hubiera dedicado exclusivamente a la literatura de ficción, hubiera sido extraordinario.


— ¿Autores de la literatura universal que consideres grandes inventores de argumentos?


OS — No es fácil responderte, no porque no tenga respuesta, sino porque los argumentos casi siempre son los mismos. Hasta en asuntos metafísicos o filosóficos, donde no habría argumentos pero sí un ordenamiento de ideas (en definitiva un texto, un tejido pero de ideas no de relatos o guiones). Por ejemplo, William Shakespeare inventaba menos argumentos de los que ya existían y los reescribía magníficamente para Teatro.

Hoy además tenemos una mayúscula producción e influencia del cine y lo audiovisual. Por eso somos de una generación difícil para ser sorprendidos por nuevos argumentos. En general, no estoy a gusto con largas descripciones y los malabares o juegos reiterados al hartazgo que encontramos en cine y televisión.

Pero lo que sí me maravilla es la capacidad potencial infinita que tienen las formas de aparecer: eso no cansa. Digamos que como en la Naturaleza, no habiendo dos atardeceres iguales, en literatura puede suceder lo mismo. Doy un ejemplo: me sorprendió en Gustave Flaubert su obsesión por escribir bien. En Madame Bovary me parece extraordinaria una página en la que da forma a un contrapunto donde entremezcla un diálogo, entre los amantes sentados dentro de una habitación, con frases de un discurso que un político profiere desde una tribuna. La anécdota es menor, pero me fascinó, la forma. Y llamativamente, cuando vi la película basada en la novela, esa instancia pasó totalmente desapercibida, aunque se respetara el texto original.

Además, los argumentos tienen fecha de vencimiento. Hasta el hecho de relatar puede ser más o menos importante, según las épocas, pues no es lo mismo hacerlo para simplemente entretener o si se trata de denunciar o abrir conciencias.

Hoy es interesante notar que los mercaderes del espectáculo cinematográfico, buscan argumentos universales, pues desean distribuir sus productos a nivel planetario. Así tenemos el éxito de la obra del británico J. R. R. Tolkien: la saga de El señor de los anillos. Pero leer —por citar sólo un caso— todas esas novelas, por más sofisticadas que sean, no me movilizan nada. Y ni hablar de las novelas o cuentos que los empezás a leer y ya sabés lo que va a pasar. ¡Nos invaden los estereotipos!

Quizás haya un avance en las series de televisión que han complejizado la línea argumental en varias, esa multilínea que te obliga a seguir varios argumentos al mismo tiempo; hay un sentido coral en todo eso, y así abren temáticas en varios personajes que en otras épocas eran secundarios y sólo estaban de soporte.


¿A qué escritores debemos leer antes de morir?


OS — Esa pregunta no me cabe. No hay deber de leer nada nunca. Es pura actividad humana y es infinita la cantidad de probabilidades de lectura. Si uno vive con los ojos abiertos, los escritores aparecerán solos. ¿Y por qué morirse y no leer más? ¿Quién dijo que después de morir ya no leeremos más? ¿Y si somos inmortales o morir es un simple sueño que termina en un suave despertar?

Por eso podría decirte coherentemente queyo seguiría leyendo y leyendo: La Biblia, Ficciones de Jorge Luis Borges, Martín Fierro de José Hernández, Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Y además está lo literario que se entromete en libros de no ficción. De mis muchos años de Facultad, estudiando Humanidades, he encontrado varios libros de autores que investigan desde lo académico en Ciencias Sociales o Arte con una escritura profunda, y aunque hay más, cito sólo uno: Teoría de la política internacional de Kenneth N. Waltz [1924-2013]. Y concluyendo, debido a que está muy cerca de mí todos los días desde hace quince años, como un mural pegado a la pared de mi oficina, seguramente seguiré leyendo el poema “Mandala”de Horacio Castillo [1934-2010].


— “Los odiosos ocho” (“The hateful eight”) es el título de un film de Quentin Tarantino. ¿Nos armarías una listita de aquellas ocho personas o personajes, de todos los tiempos, a los que pudieras calificar apropiadamente como “odiosos”?


OS— No recordaba haber visto esa película, y la busqué por internet y descubrí que la había olvidado, lo que me demuestra, en mi caso, que los personajes no despertaron en mí sentimientos fuertes para ser recordados como personas odiosas.

Quizás la pregunta va dirigida a mencionar seres perversos. El que odia es el personaje y puede que uno sufra una tensión natural de esa infamia de la cual uno es espectador. Es muy obvio que será despreciado —digamos justamente— quien con perversión sienta el  placer de hacer sufrir a otro. Aunque creo que hay canallas, no soy inocente, y son comparativamente pocos: igual hay mucha maldad en el mundo. Una investigación en los Estados Unidos, donde hay estadísticas para todo, encontró que el 1% de varones y 0,5% de mujeres tienen una ausencia grave de empatía, definida como carencia absoluta de sensibilidad ante el dolor del otro, disvalor que seguramente tiene el perverso. Y ese porcentaje que parece pequeño, si hacemos cuentas, nos lleva a asegurar que miles de canallas habitan en una población de cientos de millones de personas. Además, recordemos que un sólo ser vil puede hacer mucho daño.

Pero me has hecho pensar. Si hiciera la listita, no desearía entrar en lugares (personas en este caso) comunes. Si consignara en la lista, perezosamente, a Hitler (o a cualquier otro político o persona famosa muy denigrada), seguro que reiteraría un estereotipo que otros han inflado hasta el cansancio. Y dije políticos pues son los que resuenan como los primeros más “odiados”, por cierta constante mental de no ver que odiosos hay en todos los rubros.

En mi lista, el primero será el tribuno romano Mesala, el compañero de la infancia de Ben-Hur, que luego, en la película, se hace su enemigo brutal. La vi en un reestreno. Y recuerdo que Mesala para mí fue la aparición del dolor de la maldad infinita e irrecuperable. Recién al escribir esto me doy cuenta. Nuevamente, es la forma, pues ese personaje representa la maldad como tantos otros, pero su manera de interpretarla me inspiró un dolor inmenso y lo admití como un ser odioso.

          Pero me pedís una listita de ocho. (No sé por qué Tarantino eligió ocho. Quizás con uno alcance, el que los acapare a todos, quizás Mesala, el tribuno romano.) Pero me vienen a la mente algunos otros, son pocos. Como sabíamos que al aparecer se nos terminaría el disfrute, y el suspenso agrandó enormemente su maldad, agrego a El profesor James Moriarty. ¿Más odioso que un malvado que asesina a un personaje fascinante como Sherlock Holmes? ¿Más odioso que un tipo que viene a destruir una continuidad literaria que suponíamos infinita?

Y te dejo el último, la creación de José Hernándezen La vuelta de Martín Fierro: el Viejo Vizcacha. Lo sentí odioso desde siempre. Cito de allí, los versos que representan las acciones del personaje que creo que merecen ser odiadas.


“Andaba rodiao de perros, / que eran todo su placer; / jamás dejó de tener / menos de media docena; / mataba vacas ajenas / para darles de comer. (…)


Una tarde halló una punta / de yeguas medio bichocas; / después que voltió unas pocas / las cerniaba con empeño; / yo vide venir al dueño, / pero me callé la boca. // El hombre venía jurioso / y nos cayó como un rayo; / se descolgó del caballo / revoliando el arriador, / y lo cruzó de un lazaso / áhi no más a mi tutor. (…)


Ustedes creerán tal vez / que el viejo se curaría: / no, señores, lo que hacía / con más cuidao, dende entonces, / era maniarlas de día / para cerdiar a la noche.”


La terquedad del malvado, esa incapacidad de echarse atrás, la pertinacia de no ceder, la de endurecerse más y más en su vida delincuencial, esas actitudes me parecen odiosas y odiables, pero aclaro, odiar la conducta o la acción es más noble y universal que odiar al actor, pues esto último, cuando no se rechaza profundamente el hecho vil, es simplemente un engaño a sí mismo.

 

— ¿Cuál, dirías, ha sido el material fundamental en tu poética? ¿Los sueños, los recuerdos, la realidad, avatares propios? ¿Qué tan intensa es, fue tu vida onírica?


OSEl mar aparece mucho. Y han dicho que mi poética es una que fustiga la realidad, y con el tiempo entendí que era un juicio válido. Pero gran parte de mi interés está en la forma del poema, el “material” tiene que ver con eso. Y también influyen mis recuerdos y avatares, pero los metaforizo, no para que el poema los relate sino para que subyazcan, pues es lo silenciado lo que debería oírse más fuerte, y que se extinga así lo vanamente literal. 

En cuanto a mi vida onírica no es intensa, y además no le presto atención. No es que no sueñe, pero como dijo un pariente: “A veces uno sueña cada pavadas” (que me perdonen los psicoanalistas). Eso se me dio así, no es que deba ser así. Además, desde siempre, naturalmente, busqué el porqué de las cosas, afuera y adentro de mí, y así desarrollé mucha introspección, al punto de sufrir de hipervigilancia. Entonces mis experiencias están atravesadas por reflexiones muy profusas, lo que no significa nada ventajoso en sí, al contrario.

Y aprecio los principios de poética que detecté en poemas o ensayos que han podido ampliar y reforzar lo que creo valioso. Ya cité a Octavio Paz: ¡Hacer la silla! Ahora cito a Raymond Carver,  muy apreciado como cuentista, pero que hizo un poema titulado “El paseo”, que leí en la revista del diario “La Nación” de los domingos, allá por fines de los noventa, con una excelente traducción local de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich. Allí se experimenta en segundos, el finito tránsito por la vida al metaforizar esto con una caminata que hace el poeta a través de un cementerio y que continúa por entre las vías contiguas de un tren. Es un poema con forma de relato, prosaico en su forma, pero Carver “hace su silla”, no la representa. Y con ello quien lee experimenta la realidad y amplía su conciencia, si como lector sabe leer eso que sólo la literatura con sus propios medios puede brindar.


— ¿Cómo proseguirías la frase que se inicia con…?: “Cuando yo para algunos todavía seguía existiendo…”


OS“Cuando yo para algunos todavía seguía existiendo hasta que les llegó la muerte y todo cambió: cuando ellos para mí todavía seguían muriendo.”


Osvaldo Spoltore selecciona algunos de sus poemas para acompañar esta entrevista:


Tulgún

¿Y fue por este río de sueñera y de barro 

que las proas vinieron a fundarme la patria?


Jorge Luis Borges


mi tierra es barro y borde

ante un abismo plural de pampas: 

río/ cielo/ pampa


mi tierra siempre al filo

a la orilla de tres inmensidades

pisa blando en la incerteza

y sueña domeñar un corazón que acoge

el tiempo indefinido 


en mi cuarto infinito (un precipicio)

me deleita ser metáfora de la hilacha

que ante el cosmos trino

ríe/ siente/ pasa


                                (de “Punto de furia”)

*
Buenos Aires Blues 


Llueve en buenos aires,

su río también le usurpó cielos

al fin de semana,

¿por qué no anochece?


inexplicables abuelas fríen pasteles en casas vacías

las mujeres se acurrucan dentro de sus hombres tristes

hay sólo la sonrisa de un niño con rodillas alumbradas de barro

y emigró el pájaro (no es abuela ni mujer ni un triste)

siempre será niño.


En buenos aires, llueve.

Es domingo,

la noche nunca vendrá.



                                  (de “Memoria del olvido”)


*Rolando Revagliatti. Escritor argentino 


Reseña del libro Bajo extraños soles, de Carlos Fajardo Fajardo

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Por: Eugenia Sánchez Nieto / Poeta

De estación a estación crece tu silencio


El libro de Carlos Fajardo, Bajo extraños soles (Colección Carpe Diem, Asturias, España; 2017, 53 páginas);  inicia con dos epígrafes “Mejor morir sin que nadie/ lamente glorias matinales, lejos/ del verano querido donde conocí dioses.” De Gaitán Durán  y  “El hombre es este instante,/ exilio sin voz para su noche,/ noche en la noche de su viaje…/de Carlos Obregón;  dos poetas viajeros, residentes y muertos en otros países. Los dos epígrafes revelan los caminos de este libro que tiene que ver con el hecho del exilio, del viaje, la distancia frente a la tierra natal, el ser extranjero, extraño en otras tierras; la sensación que se tiene y se revive con algún olor del tiempo ido, de la infancia: “En la punta de sus alas viaja un olor a flores que son la infancia”. Su palabra nos alerta de cierta sensación de orfandad: “Alguien teje el dolor en la rueca del mundo, este ir y venir por los trastos del día”; la nostalgia por los años idos y por la distancia tanto física como espiritual. El alejamiento lo hace melancólico: “¿Dónde quedó tu luz de infancia, las conocidas ciudades?/ A la distancia/ la desvanecida tierra donde reposan tus padres.”

Esta poesía no tiene imágenes rebuscadas, encuentra la palabra justa; su escritura tiene gran capacidad de síntesis y con ella da profundidad a su expresión lírica que tiene que ver con la orfandad del exilio, esa es su principal línea testimonial. Al lado está la soledad, el desasosiego, la pérdida, el vacío, las carencias, el hundimiento: “Te hundes en las ciudades”.


Carlos Fajardo Fajardo, desde su particular forma de ver el exilio no lo encuentra alegre: “Te confundes entre gentes que no amas, seco y duro como fruto de invierno”.Lírica que está en tensión entre el vacío del exilio y la añoranza de lo perdido: su infancia, el amor, su tierra. Podría pensarse que el extravío de la infancia, de su primer amor, es otra forma de exilio.


Algunas de las imágenes que iluminan esta poética son: “palabra llena de deseo en plena oscuridad”. “Luz sin luz que no te pertenece”. “Despojado de tu voz, caminas bajo un cielo fundido.  “Rueca con que tejes ceniza tras ceniza”. Poética que no pretende confundir, donde hay unidad entre la imagen y el pensamiento; que recrea la nostalgia que produce el exilio, el ser extranjero, la soledad, la dificultad de olvidar. Entre más lejos se está, los recuerdos vuelven y son difíciles de erradicar: “Es tan duro olvidar, ah desterrado”.


Frente a la inseguridad y lo desconocido se evoca más vívidamente cierto pasado de la infancia, de los amores perdidos. La memoria se vuelve el pequeño paraíso. Poesía  que no recrea el viaje como placer sino como vacío: “en los cuartos de hotel es el miedo tu cómplice” /“Solo queda el silencio, /horas que se esfuman en una procesión insomne”. Se añora la casa, la tierra; sin embargo, esta soledad de la distancia y extrañeza permite el encuentro con la palabra, consigo mismo: “Ella es tu fortuna / el secreto que guardas, / tu fatal certidumbre”, a la vez que plantea la dificultad de “hallar tu voz entre las voces”.


Paradójicamente en este viaje a tierras lejanas, extrañas, va el poeta al rescate del pasado, de su infancia, su tierra, sus olores, el amor, la amistad;  es un viaje hacía sí mismo buscando encontrar las claves que lo sintonicen consigo y con el reencuentro de su lírica; que le dé sentido a ese presente extraño que aparentemente es frío y distante. 


Título: Bajo extraños soles

Autor: Carlos Fajardo Fajardo

Colección: Carpe Diem, Asturias.

Editorial: Ars Poética


Abierta convocatoria al Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2019

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Foto: FIL Guadalajara

La FIL Guadalajara presentó las bases para este galardón, que está dotado de diez mil dólares, en reconocimiento a las novelas escritas por mujeres.


La Feria Internacional del Libro de Guadalajara abre su convocatoria para la edición 2019 del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, con la intención de reconocer el trabajo literario de las autoras en el mundo hispano y de difundir su literatura.


Concebido y bautizado por la escritora nicaragüense Milagros Palma, en 1993, el Premio Sor Juana está dotado de diez mil dólares estadounidenses y se entregará el 4 de diciembre de 2019 durante una ceremonia en el marco de la FIL Guadalajara, a la autora de una novela publicada originalmente en español.


Podrán participar escritoras de cualquier nacionalidad, con una novela publicada originalmente en español, cuya primera edición haya sido impresa entre enero de 2018 y abril de 2019, con una extensión mínima de 120 páginas y un tiraje mínimo de mil ejemplares. Las obras pueden ser presentadas al Premio por cualquier institución cultural, educativa y editorial, o por la propia autora. No podrán participar los libros que hayan concursado en ediciones anteriores de este galardón.


Para concursar deberán enviarse seis ejemplares impresos de la obra a las oficinas de la Feria (Alemania 1370, colonia Moderna, Guadalajara, Jalisco, México, CP 44190), así como un sobre aparte que incluya el currículo y una memoria USB con una fotografía de la escritora en alta resolución (300 dpi en formato JPG), además de una hoja con los datos personales que permitan su localización. Sólo participarán las obras recibidas a partir de la publicación de la convocatoria y hasta el 30 de abril, y aquellas cuyo sello postal sea de fecha anterior al 13 de abril y que lleguen antes del 10 de mayo de 2019.


El jurado del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz estará integrado por tres reconocidos escritores o críticos literarios del continente americano y su fallo, que será inapelable, se dará a conocer el 28 de octubre de este año. El Premio incluye la presentación de la escritora ganadora, el miércoles 4 de diciembre durante la edición 33 de la Feria Internacional de Libro de Guadalajara. Cualquier situación no prevista en la convocatoria será resuelta por el Comité Organizador.


Las escritoras que han obtenido el Premio son:


  •         Angelina Muñiz-Huberman (1993)
  •         Marcela Serrano (1994)
  •         Tatiana Lobo (1995)
  •         Elena Garro (1996)
  •         Laura Restrepo (1997)
  •         Silvia Molina (1998)
  •         Silvia Iparraguirre (1999)
  •         Cristina Rivera Garza (2001 y 2009)
  •         Ana Gloria Moya (2002)
  •         Margo Glantz (2003)
  •       Cristina Sánchez-Andrade (2004)
  •         Paloma Villegas (2005)
  •        Claudia Amengual (2006)
  •         Tununa Mercado (2007)
  •         Gioconda Belli (2008)
  •         Claudia Piñeiro (2010)
  •         Almudena Grandes (2011)
  •         Lina Meruane (2012)
  •         Ana García Bergua (2013)
  •         Inés Fernández Moreno (2014)
  •         Perla Suez (2015)
  • ·        Marina Perezagua (2016)
  •         Nona Fernández (2017)
  •       Clara Usón (2018).


El arte como inversión

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Por: Ana Ximena Oliveros / Periodista.


Apostarle al arte en tiempos de economía naranja parece ser una buena opción para quienes creen en él como una buena inversión financiera a largo plazo porque su valor pareciera ser independiente a los indicadores económicos; y sin importar cuántas guerras sufra la humanidad o cuánto suba o baje el petróleo, algunas obras de arte seguirán siendo verdaderos tesoros.  


Elvira Moreno, ha vivido inmersa en el mundo del arte y de las galerías durante toda su vida. Formó parte de la galería GLM por más de quince años y fue la encargada de abrir el mercado internacional para numerosos artistas colombianos que gracias a su labor lograron exhibir sus obras en diferentes partes del mundo.


Después de conocer el desarrollo del mercado del arte en Europa y Asia, se propuso abrir las puertas de su propia galería para convertirla en el punto de internacionalización del arte para artistas que están en un punto intermedio de su carrera, en cual necesitan un fuerte apoyo, porque es la etapa en que muchos dejan de explorar para quedarse trabajando el mismo concepto que ya les trae algunos beneficios económicos y de prestigio, o abandonan su carrera ante la dificultad de atravesar fronteras con sus creaciones para avanzar en su camino. 


En Colombia existe un mercado para el arte que día a día crece y cuyos actores no son necesariamente coleccionistas sino interesados en invertir su dinero en un sector en que la rentabilidad viene de la mano con el prestigio. Elvira ofrece una guía sobre cómo funciona el negocio del arte en Colombia.


-¿Por qué invertir en arte es una buena opción?


El arte no sólo puede ser una afición, sino también una inversión con buena rentabilidad. Una obra de arte puede valorizarse mucho más que una acción o la finca raíz. La compra de arte ofrece seguridad y estabilidad. El arte se revaloriza con el paso del tiempo y, por este motivo, resulta ser un valor de cambio muy efectivo dado que, además de revelar el estatus económico de los inversores, el coleccionismo de obras de arte puede salvaguardar el capital de la inflación y generar ganancias. En finca raíz, acciones u otras inversiones la crisis económica afecta el valor de los activos; no obstante, el arte ha mantenido su valor. Los precios de las pinturas de algunos artistas parecen no tener límites.


-¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de decidirse por invertir en obras de arte?


El arte es una pasión. Establezca desde un comienzo el perfil de su colección, y busque ese cuadro o escultura que le llegó al alma. Si empieza a llenarse de obras solo por dinero es probable que termine endeudado.


Estudie al artista: La trayectoria del artista, proceso de creación, hoja de vida, exposiciones vigentes, premios y proyección. Así descubrirá si el pintor o escultor tiene consistencia en su obra. Las grandes casas de arte hacen ese filtro y le ofrecen los trabajos de quienes ya tienen una trayectoria reconocida.


Pida certificados de autenticidad y revise la procedencia de las obras, así tendrá la tranquilidad de que las obras son originales y evitará que sea víctima de falsificaciones.


¿Es rentable invertir en arte?


En mercados como Estados Unidos y Europa, el arte es visto como una inversión rentable. Según el portal Expansión.mx, la inversión en arte es incluso más rentable que algunas acciones que se cotizan en la bolsa, ya que las obras ofrecen en promedio 20% de rendimientos en un plazo de 5 a 7 años.


¿La comercialización del arte hace que se disminuya la calidad?


Al contrario, en la medida en que una galería muestra a un artista, puede provocar una reacción o feedback en el mercado acerca de su trabajo. Así, la galería mueve la carrera del artista y le aconseja qué ruta tomar acompañándolo en su crecimiento. Las galerías crean actividades para acercar el arte al público y educar a los coleccionistas.


¿Invertir en arte es una moda?


Las casas de subastas han vendido en estos años de crisis más obras de arte que nunca, en especial cuadros. Cuadros que han alcanzado precios fuera del alcance de los mortales y a los que sólo esas grandes fortunas pueden acceder, hablamos de cantidades comprendidas entre los 50 y 100 millones de dólares por cuadro, lo que en un principio puede parecer un despilfarro, pero que en realidad es una gran inversión.


¿Qué tiene de diferente la Galería Elvira Moreno de otras galerías que existen en Bogotá?


Galería Elvira Moreno se enfila para convertirse en un espacio de encuentro multicultural que genera experiencias inolvidables a sus visitantes y apoya las nuevas propuestas de los artistas establecidos y de quienes están en un nivel intermedio de su carrera. La diferencia de la Galería Elvira Moreno es la vivencia y la relación que se establece con cada artista que representa la galería, buscando siempre proyectarlo a nivel internacional y hacerlo crecer en su carrera. Elvira Moreno conoce profundamente el mercado del arte en Asia, cuenta con diez años de experiencia que sumados a su trayectoria como galerista en Colombia la convierten en la garantía de convertir este espacio en un punto de referencia para la internacionalización del arte.


¿Qué espera de las nuevas políticas de la economía naranja que anunció el gobierno actual?


La economía naranja promueve una política de incentivos y facilidades de financiación para productores creativos y culturales. Se espera que, en el panorama actual, cuando los sectores económicos del país empiezan a reconocer el impacto de los productos culturales y creativos, la oferta estalle en nuevas direcciones y visibilice múltiples propuestas de todas las regiones y sectores culturales. También que sea un aporte para mejorar la calidad de vida de los artistas.


¿Qué va a encontrar un visitante en la Galería? ¿Qué tipos de experiencias?


Galería Elvira Moreno ofrece una propuesta intercultural de artistas de todo el mundo a través de una amplia agenda educativa y académica. Es un lugar diseñado para facilitar los diálogos entre el espectador, la obra de arte y los artistas. Entre sus próximos planes esta la participación en ferias de arte en Hong Kong, Estados Unidos y Perú, así como el intercambio con otras galerías del mundo. 


Antonio Puri, artista inaugural



Antonio Puri,artista indoamericano, cuyas obras han sido exhibidas en más de 16 museos del mundo, es quien inaugura la Galería Elvira Moreno del barrio San Felipe, el Distrito del arte en Bogotá. La exposición lleva el nombre de Concreto + Estructura + Múltiples.


Puricreció en un internado en el Himalaya, en dónde vieron la luz sus primeras expresiones artísticas las cuales pusieron de manifiesto la difícil niñez que tuvo, sin embargo, se convirtió en un abogado cuya carrera parecía tener un futuro exitoso; pero el gusto por el arte no lo abandonaba y una vez en Estado Unidos dio rienda suelta a sus habilidades para convertirse en uno de los más representativos pintores de arte contemporáneo.


Puri, vegano por convicción, dice usar el arte como un espejo que le permite plasmar su mundo interior, sus vivencias y conjugar la experiencia de vida que ha tenido al ser un ciudadano del mundo que conoce más de sesenta países. Fijó su residencia en Bogotá desde hace tres años y como un agitador de esquemas convirtió lo que fuera un taller de mecánica de carros en su hogar y estudio.


Ha exhibido sus creaciones en importantes galerías y museos de Alemania, Austria, Estados Unidos, Francia, India y Sudáfrica, incluyendo Sundaram Tagore Gallery en New York, Singapur, entre otros países. Ha sido merecedor de importantes distinciones alrededor del mundo.


Se rehúsa a ser identificado con cualquier contexto o geografía específica para reivindicar una existencia desligada de las imposiciones de una identidad. Para su primera exposición individual en Colombia, Puri decide adoptar a Le Corbusier como puente simbólico. Tomando en cuenta que el diseño de Chandigarh es inmediatamente posterior al de Bogotá, imagina al arquitecto suizo proyectando sus ideas y utopías para esta última ciudad en su similar asiática.





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